Siempre he sido de esas personas que necesitaban tenerlo todo bajo control pero con la llegada de la pandemia, mi plan de vida se ha caído como se cae un castillo de naipes al soplido del viento. Esa sensación de agobio y falta de aire provocada en los primeros días de confinamiento han vuelto, pero está vez, al pensar en qué será de nosotros el día de mañana.
Espero, imagino que al igual que muchos, el, llamemos, “manual de vuelta a la vida en la calle” como agua de mayo, aunque hablando de aguas se está cumpliendo el refrán de “en abril, aguas mil”. Según un artículo del periódico “El País”, “un confinamiento nublado y lluvioso: hasta un 30% menos de horas de sol y un 80% más de lluvia”. Soy consciente que al principio nada será como antes, pero como le dije anoche a dos buenos amigos cuando me mandaron un mensaje, conscientes de que ayer fue una noche dura para el ánimo festero, “pasito a pasito iremos vislumbrando el horizonte”.
Esta mañana, en una entretenida “rueda de prensa” telemática con decenas de niños, Fernando Simón, vislumbraba una de las cosas a las que llevamos dándole vueltas los últimos días, “para que los niños puedan salir a la calle necesitamos un número de nuevos casos diarios suficientemente pequeño como para que no vuelva a explotar la epidemia y para que no se pongan en riesgo a los enfermos y al sistema sanitario. Estamos cerca pero lo tenemos que evaluar día a día”.
Imagino que tiene que ser muy difícil plantear unos pasos a seguir ante un virus nuevo, desconocido, y que no saben si el calor lo merma o lo hace más fuerte, de ahí, la máxima cautela y prudencia a la hora de plantearnos que será de nosotros a partir del 27 de abril, día, que por el momento y si no sale Pedro Sánchez, a quien no sé porque espero ver o esta noche o en el día de mañana con un nuevo anuncio, acabaría nuestro Estado de Alarma.
Una de las claves del volver a nuestra vida normal pasa, obviamente, por el descubrimiento de la vacuna contra el COVID-19. “Reino Unido podría terminar este agosto las pruebas en humanos de una vacuna contra el coronavirus” (“La Vanguardia”), "Cinco vacunas contra el coronavirus ya han empezado sus pruebas en humanos, pero no llegarán a tiempo para este brote” (“Diario.es) y según han informado esta mañana Pedro Duque, Ministro de Ciencia e Innovación, “ya hay tres vacunas en fase 1 en el mundo y existe la posibilidad de que los laboratorios españoles encuentren la primera vacuna, pues ya hay una candidata”, es sería la parte esperanzadora, pero como dice mi madre, “Claudia, los pies en la tierra”, y en ella nos pone los pies Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología, que decía que “eso no quiere decir que esté disponible de forma inmediata. No creo que esté disponible hasta dentro de un año y medio” (“Redacción Médica”).
A mi aunque como país sería un gran descubrimiento, mentiría si no dijera que no me importa quien la desarrolle, sino que lo que deseo es que sea efectiva. Entiendo que llevará su tiempo, pero esperemos que el tiempo sea el menor posible porque una nueva pandemia de COVID-19 sin vacuna, sería letal para el mundo, en todos sus sentidos. Y mientras el antídoto nace en algún laboratorio, seguiremos siendo la sociedad en su conjunto las que nos tengamos que convertir en una especie de vacunas contra el bicho.
Me da pavor pensar en salir a la calle, el hogar se ha convertido como mi zona de confort. Hasta ahora, en el hipotético caso que el virus entrará en casa transportado por la única persona que sale a la calle, y nos picará a Julen o mí, acabaría desapareciendo sin ser transportado a otra persona, pero todo eso cambiará cuando nos dejen salir a la calle.
Reconozco que me asusta el pensar que un día saldremos a la calle mientras COVID-19 sigue danzando por ellas. Pero bueno confío en los expertos y como decía Simón, esta mañana a los niños, el día que nos dejen salir “será porque podemos identificar cada caso, aislarlo y darle un seguimiento activo a sus contactos para verificar que no se desarrolla nuevos contagios”, mientras tantos seré muy burra como dice mi marido, “pero a mí que me dejen confinada, que total después de 35 días encerrada creo que aguanto lo que me echen, si con mi encierro contribuyo a frenar la pandemia”.
Hoy hemos llegado a una cifra que duele a la vista, aunque al corazón le duele desde el día que vimos el número uno, “20.043 personas fallecidas, 565 nuevas muertes en 24 horas. 192.920 positivos, 4.499 más que el viernes y 74.662 recuperados, 3.166 en altas en las últimas 24 horas”. (“El País”. 11.21 horas). Ayer, el Alcalde de Caudete, Moisés López, daba un nuevo comunicado informando de las cifras de afectados en el municipio: “39 positivos, 2 positivos hospitalizados y 6 fallecidos”. (“M.I Ayuntamiento de Caudete”) y pedía que “no salgan de sus domicilios salvo para lo estrictamente necesario”.
Al igual que me paso a mí el otro día que me creía que habían levantado el confinamiento y no me había enterado, hoy leía en Facebook a una persona que vivía por la zona de la Avenida de Valencia que se hacia la misma pregunta, a eso de las nueve menos cuarto, porque según explicaba “ya han pasado más de 20 coches y no creo que a estas horas vayan a comprar o al estanco”.
A nadie se nos olvida que en Caudete estaríamos, en un año normal de nuestra vida, celebrando lo que aquí llamamos “Segundas Pascuas”, pero tampoco se nos puede olvidar que no estamos en un año normal, que estamos en plena crisis sanitaria mundial, con un Estado de Alarma decretado por primera vez en la historia de la democracia española y que por lo tanto, debemos estar confinados en casa y salir como bien dice el Alcalde “para lo estrictamente necesario” y no creo que haga falta volver a recordar que irse al campo a pasar el día no entra dentro de las actividades que se pueden realizar decretadas en el artículo 7 del Real Decreto del Estado de Alarma.
Si hace falta sentémonos en el suelo de la cocina para comernos la mona imaginando que estamos en la Toconera, plantemos la tienda de campaña en el comedor de casa si es que las ganas de dormir fuera de nuestra cama son incontenibles, juguemos a las cartas en la mesa del salón pensando que estamos en la mesa de la casica, hagamos como Julen que me ha llenado la casa de amigos que él ve, pero que yo aunque le sigo el juego, no los veo… dejemos volar la imaginación, pero seamos responsables y disfrutemos de las “Segundas Pascuas” donde nos ha tocado vivírlas este año, que no es otro lugar que nuestra propia casa.
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