sábado, 18 de abril de 2020

"Más allá de la Crisis...una conclusión de la mano de Espartaco", tercera parte, por Óscar de Caso.

          Este escrito es una conclusión, moraleja, miscelánea o cómo quiera llamarse sobre la crisis que está azotando a las personas pobres (sí, pobres, dejémonos de eufemismos de bisutería tal que: desfavorecidos, tercer mundo, marginados, necesitados y media docena de etcéteras más).
      El que suscribe el artículo no es un servidor (ya quisiera yo).

          Sería deseable e incluso conveniente que, ya que por desdicha tenemos demasiado tiempo libre, lográsemos con la lectura del mismo una introspección o catarsis de nuestro comportamiento como humanos que somos de nuestras obras, nuestras palabras y nuestras omisiones.
          No deseo añadir más; merece la pena entenderlo.

          Tras el fracaso de las economías del socialismo realmente existente; tras el fracaso más oculto pero más tenaz del capitalismo; tras el fracaso de las formas del capitalismo de Estado; tras el fracaso de las economías postsocialistas, la única vía es inventar zapatos, caminos, mapas, carretas y recuperar razones para ponerse de nuevo en marcha.
 En el viaje de regreso a Ítaca, sólo Ulises sobrevivió porque nunca aceptó en escoger entre la alternativa de Escila o la de Caribdis. En ambos casos hubiera acabado con el barco destruido y toda la tripulación en las profundidades del mar.

          Cuando con las condiciones dadas era imposible que los esclavos salieran de la opresión, tuvieron que inventar nuevas dimensiones. En Roma, todo esclavo que se levantaba era crucificado. Pero los levantamientos eran demasiados y, como medida económica, empezaron a mandar a los rebeldes a galeras de por vida.

 Pero los romanos, carentes de vida se aficionaron a las peleas de los gladiadores. Así, la lógica economía venció a la política y algunos fueron liberados para incorporarse a un espectáculo que precisaba mucha mano de obra. Fue así que Craxio, un galo que se había levantado contra el imperio, pudo decirle al oído a Espartaco: “Un día yo fui libre”. Y Espartaco, nieto e hijo de esclavos, que no había conocido otra amistad que el látigo, pregunto: “¿Libre?”. 
Y Craxio le habló de ser ellos los que manejaran el látigo y la lanza, de ser ellos los vencedores sobre las legiones romanas, de ser ellos los que organizaran su propia vida en forma comunitaria, de ser ellos los que finalmente rompieran todos los látigos y todas las lanzas.

   Espartaco salió del letargo y la picadura del látigo le supo diferente. Entonces, elaboró su dolor y lo convirtió en conciencia, y la conciencia en voluntad, y la voluntad en poder, y el poder en emancipación. Enfrente de un imperio. Fue derrotado y, sin embargo, triunfó.

          El reto hoy no es pequeño, pero la necesidad tampoco es menor. Reinventar el sentido para reconstruir lo político y reconstruir lo político para reinventar el sentido. Para ello, reelaborar el dolor en busca de una trascendencia fieramente humana. Poner en movimiento una actuación emancipadora, superadora del capitalismo; verde, desbordante y femenina, poscolonial y alegre, plural, en constante transición, que se impulse hacia un nuevo estadio con los pies haciendo fuerza en el mundo real impulsado por la utopía. 
Como instrumento, un socialismo diferente que se armará y desarmará, como un puzle cambiante, de manera permanente. Que recuerde sus éxitos en el siglo XX  (sacar a pueblos del feudalismo y llevarlos a la modernidad, parar los pies al nazismo, cuestionar la hegemonía capitalista) y que no repita sus errores (creer que basta ocupar el aparato del Estado para organizar la sociedad; que basta nacionalizar –no socializar- todos los medios de producción para satisfacer las necesidades sociales; que basta un partido único para representar todas las sensibilidades populares, que se puede exportar una solución que sirva en un país o cualquier otro; confundir alegría con productivismo y planes quinquenales; pensar que muros y que gulags pueden frenar a los pueblos o encerrar la emancipación).

          Un socialismo entendido como “democracia permanente”. Sólo así crecerá más allá de los errores y los fracasos del siglo XX, sólo así podrá hacer cierta la promesa de emancipación que sembró, haciendo de la bondad, de la verdad y de la belleza el programa humano que nos explique quiénes somos y quiénes queremos ser.

 Sin necesidad de mercaderes del más allá, de buhoneros del bienestar, de guardianes de la felicidad o de comerciantes codiciosos. Una reconstrucción de la política que ayude a despertar de cualquier sueño dogmático, que ayude a escoger la libertad y no el descanso, que se refuerce en sus convicciones de amor a los demás para recuperar el consejo de futuro de Bertol Brecht: “Solo los pueblos con convicciones tienen esperanza”.
          Fin de la tercera y última parte.
POSDATA. – Estos tres escritos son por obra y gracia del señor Juan Carlos Monedero. Le pese a quien le pese.

Cuando Serrar era joven cantaba este precioso tema: "Disculpe del Señor"
                                        







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