Era 2015 y Google llevaba tiempo sometiendo a su plantilla a talleres de diversidad. James notaba que el clima de opinión de los talleres de diversidad siempre encontraba las mismas causas a la desigualdad: discriminación, racismo inconsciente y reflujos de la cultura patriarcal insertados en el software de todos los hombres.
Damore percibía los talleres de diversidad como una
forma de adoctrinamiento que politizaba el funcionamiento de la empresa. Así que,
en el verano de 2017, tras asistir a algunos talleres, James Damore obedeció a
las peticiones de respuesta. Durante un vuelo de doce horas a China, sacó su
portátil y se puso a redactar un documento sin saber que estaba redactando su
propio despido.
El resultado fue un memorando de diez páginas con forma y estilo sintéticos en el que James Damore exponía su opinión sobre dos asuntos que estaban muy relacionados: el primero, el sesgo progresista que había detectado en la compañía; el segundo, consecuencia del primero, el hecho de que las verdaderas causas de la desigualdad en la plantilla podían estar escondiéndose a los ojos del departamento de Recursos Humanos detrás de su propio sesgo.
El Ingeniero
afirmaba que todo cuanto había oído en los talleres de diversidad era que los
prejuicios sexistas y el ambiente masculino eran las causas de la disparidad,
pero que en ningún momento se habían planteado allí otros posibles motivos.
Afirmaba en su escrito: “La orientación política es el resultado de decisiones morales inconscientes, es decir, sesgos. Si tenemos en cuenta que las ciencias sociales, los medios de comunicación y Google se inclinan abrumadoramente hacia la izquierda, deberíamos examinar críticamente esos prejuicios”.
A continuación, hacia una lista con los sesgos que atribuía a los progresistas y otra con los sesgos típicos de los conservadores, para argumentar que desde esa base ninguna de las dos visiones del mundo es totalmente lúcida ante los grandes problemas.
El señor Damore proseguía: “Solo los hechos y la razón pueden arrojar
luz por encima de estos sesgos, pero cuando se trata de diversidad e inclusión,
el sesgo de izquierda de Google ha creado un monocultivo políticamente correcto
que mantiene su dominio marginando a los disidentes”.
Las páginas de los libros de historia del siglo XX prueban: cuando las ideologías totalitarias desplazaron la fe del plano sobrenatural al de la utopía política, la herejía volvió a presentarse en forma de purgas y gulags. Pero muchas veces las herejías no provocan efectos tan terribles, no conducen a la violencia, sino a la simple marginación.
Y esto es lo que le esperaba a James Damore
cuando aludió al sesgo progresista que había detectado en la compañía. Con esa
observación había abierto un sendero prohibido, y cuando dedicó los párrafos
siguientes de su memorando a ofrecer una explicación fue de cabeza a la herejía.
Levantar la
voz para decir aquello que otros piensan y callan puede tener dos
consecuencias: la primera es abrir la puerta a un debate (al romper la espiral
del silencio pueden aparecer aliados, personas que pensaban lo mismo y que solo
esperaban a que alguien más valiente abriera la veda); y la segunda, es el
silencio (puede ocurrir que todos callen, incluidos los que piensan lo mismo, y
que el hereje reciba toda la carga a sus espaldas).
¿Podía ser el
sesgo ideológico lo bastante opaco para que la compañía no fuera capaz de
identificar las causas del desigual número de hombres y mujeres en los
departamentos técnicos?
El Ingeniero sugería que, más allá de los prejuicios, del machismo sistémico y de cómo esto afectase al ambiente de trabajo de la empresa, podía estar pasando algo mucho más elemental.
Quizá las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, que afectan a nuestras preferencias, se estaban revelando en las cifras. Es decir, tal vez simplemente ocurría que muchas mujeres no estaban interesadas en desempeñar esos trabajos.
Para justificarlo, Damore se refería a un estudio de
psicología evolutiva sobre preferencias laborales entre hombres y mujeres y
sacaba sus conclusiones. Así, pese que admitía que la opresión o la
discriminación social pudieran estar afectando en términos globales, señalaba
que también podía ser que pocas mujeres decidían trabajar como ingenieras.
El ingeniero
Damore sostenía: “De media, hombres y
mujeres difieren biológicamente de muchas maneras. Solo sostengo que la
distribución de las preferencias y habilidades de los hombres y mujeres se
distingue, en parte, debido a causas biológicas. Siempre nos preguntamos por
qué no hay mujeres en posición de liderazgo, pero nunca nos preguntamos por qué
hay tantos hombres en esos puestos. A menudo requieren horas largas y
estresantes que pueden no merecer la pena si lo que se desea es una vida plena
y equilibrada”.
El espíritu del Documento de Damore no era declarar
que las cosas estaban bien como están, sino aportar un punto de vista diferente
que jamás se había expresado en la compañía debido al sesgo progresista.
Seguía afirmando en el escrito a petición de sus jefes: “Las mujeres, en promedio, muestran un mayor interés en las personas y los hombres, en las cosas. Las mujeres, en promedio, son más cooperativas. Las mujeres, en promedio, buscan más equilibrio entre su trabajo y su vida, mientras que los hombres muestran, en promedio, un mayor impulso para luchar por su estatus.
Dado que la tecnología sigue proporcionando un alto estatus,
los hombres prefieren este sector. Permitir y apoyar el trabajo a tiempo
parcial puede mantener a más mujeres en la tecnología.
El feminismo ha hecho grandes avances en la liberación de las mujeres en sus roles de género, pero los hombres están aún muy anclados en los suyos”.
POSDATA.- Este escrito es una “síntesis reducida” de los
razonamientos escritos en el libro “La casa del ahorcado”, escritos por mi
admirado Juan Soto Ivars.
Ese libro hay que enviarlo al ministerio de igualdad y al brillante director general de perros y sindicatos para que lo tenga en cuenta en la atribución de tareas apropiadas a perros y a perras.
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