sábado, 18 de junio de 2022

"La nueva publicidad del algoritmo", por Óscar de Caso. "El big data echa burundanga en el café con leche con el que desayunamos y nos deja a su merced".

      La publicidad siempre se ha basado en el engaño. Fuera para vender dioses, pócimas, tabaco o zapatillas. Todos, en algún momento, nos han prometido que nos traerían la felicidad.

          Cuando en los años noventa se discutió en el Ayuntamiento de Berlín si introducir publicidad en los libros de texto se armó un escándalo. Los que estaban a favor, argumentaban que era la única manera de recaudar dinero para pagar los gastos escolares, incluidos los propios libros, y reparar la escuela, además de que colocaba a los niños en el mundo real.

 Otros, con mayor criterio, decían que el fin de los libros de texto es trasladar conocimientos objetivos, mientras que el de la publicidad es vender más unidades de un producto.

          La publicidad siempre ha segmentado a su clientela. Marlboro, que inicialmente había sido una marca para mujeres, decidió dejar de fracasar intentando vender tabaco a los hombres y se enfocó en los jóvenes. Un adolescente quiere principalmente hacerse mayor.

 El relato del cowboy solitario de Marlboro recreaba esa ansiedad por poder recorrer pronto las praderas. El anuncio fue tan exitoso que el actor más relevante de los que encarnaron a ese famoso vaquero, que moriría de cáncer de pulmón, se vio en el otoño de su vida en la obligación de protagonizar un anuncio en donde se emulaba los anuncios de Marlboro pero con un mensaje menos optimista: “Tengo enfisema”.

         En la cultura patriarcal, los anuncios de detergentes siempre se han dirigido a las mujeres, especialmente a las amas de casa. El modus operandi solía ser similar. Primero se les recordaba en cada anuncio que si algo fracasaba en su entorno -su matrimonio, el trabajo de su marido, el rendimiento escolar de su hijo- era por culpa de la suciedad. 

Los que diseñaron los anuncios contaban con información psicoanalítica que establece que la mujer se siente sucia porque menstrúa, a lo que hay que añadir la carga de los cuidados en el hogar, siempre puestas sobre las espaldas de las mujeres. En los anuncios comerciales, después de crear el sentimiento de culpa, la marca de limpieza ofrecía siempre su solución: “Con Scotch Brite el frotar se va a acabar”. El anuncio crea la culpa y el producto trae la redención.

          El desarrollo de la tecnología permite algo inédito en la historia de la humanidad: obtener cantidades ingentes de información y, lo que no es menos relevante, procesarla. La obtención de información tiene todo tipo de formatos: cámaras de video, “me gusta”, correos electrónicos, Amazon. Instagram, etc. 

Como si en épocas pasadas se hubieran podido escuchar todos los pecados en los confesionarios, como si se hubieran abierto todas las cartas de los amantes, como si se hubiera visto como respondía la audiencia en todas las obras de teatro, las decisiones reales en las alcobas. Aun así, se quedaría en poco.

          El big data permite procesar todos estos datos, cruzarlos, segmentarlos. Si Orwell en el libro 1984, el refinamiento del totalitarismo se veía que el poder torturaba a cada ciudadano con el miedo que más le aterraba -el gran hermano sabía de nosotros hasta nuestros más íntimos terrores-, en los tiempos del big data mercantilizado, el poder económico, político, mafioso, religioso o del tipo que sea tiene más información particularizada de cada ciudadano de la que nunca pudieron recopilar el KGB, la CIA, el Mosad o la Stasi.

 Además, se la hemos regalado. La nuestra y la de nuestros amigos en las redes. ¿Quién se encargará de convertir esos datos en una información útil para alguien? Un nuevo dios que habita en la nube allá en los cielos: el algoritmo.

          El big data echa burundanga en el café con leche con el que desayunamos y nos deja a su merced.

POSDATA.- El presente escrito es una síntesis del pensamiento del profesor de Ciencias Políticas, Juan Carlos Monedero.

El poeta, ensayista, periodista, activista político nacido en el Salvador en 1935, Roque Dalton, le corresponde poner poesía al escrito de hoy con el poema “Los locos”.

 Ya desde su juventud, Dalton realizaba sus primeros trabajos de poesía y uno de sus profesores, el sacerdote jesuita Alfonso de María Landarech,​ le animaba para seguirse educando en la literatura. 

  Por otra parte, no era ajeno a las peleas estudiantiles o discusiones en partidos de fútbol; de hecho, terminó con su nariz fracturada al recibir un golpe con un ladrillo de parte de un jugador costarricense por discutir un tiro de penalti. Ese percance lo dejó plasmado en el poema «No, no siempre fui tan feo».

     Obtuvo el título de Bachiller en 1952, y por su destacado rendimiento académico fue elegido para dar el discurso en nombre de los estudiantes. Según Claribel Alegría, aprovechó la ocasión para criticar a las autoridades de la institución por la discriminación a los hijos naturales y su sumisión ante las familias de los estudiantes de grandes recursos económicos.​                                               

A los locos no nos quedan bien los nombres.

Los demás seres

llevan sus nombres como vestidos nuevos,

los balbucean al fundar amigos,

los hacen imprimir en tarjetitas blancas

que luego van de mano en mano

con la alegría de las cosas simples.

Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios,

los pobres Juanes y los taciturnos Sergios,

los Alejandros con olor a mar!

Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan

sus nombres envidiables como banderas bélicas,

tus nombres que se quedan en la tierra sonando

aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.

Pero los locos, ay señor, los locos

que de tanto olvidar nos asfixiamos,

los pobres locos que hasta la risa confundimos

y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,

cómo vamos a andar con los nombres a rastras,

cuidándolos,

puliéndolos como mínimos animales de plata,

viendo con estos ojos que ni el sueño somete

que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?

Los locos no podemos anhelar que nos nombren

pero también lo olvidaremos. 

9 comentarios:

  1. Tenemos delante un buen refrito con todas las comidas sobrantes del último año. ¿Se puede considerar al artículo que nos traen como algoritmo publicitario?¿Es conspiranoico si uno pone delante de su tienda un cartel que pone "Carnicería. Carne de burro"?
    Copiemos y peguemos las primeras frases, verdades absolutas, según el sutil autor:
    " La publicidad *siempre* se ha basado en el engaño. Fuera para vender dioses, pócimas, tabaco o zapatillas. *Todos*, en algún momento, nos han prometido que nos traerían la felicidad."
    Y fijémonos en el totalitarismo contenido en *siempre* y *todos*.
    ¿Está insinuando que ese vendedor vende ratas encubiertas como burros? ¿Es muy feliz el que cree que come burros, y ha encontrado el sitio donde comprar, aunque en realidad le dan ratas?
    Un licenciado en políticas debe de saber diferenciar entre publicidad y propaganda. Y luego matizar los casos dentro de cada campo. Hay publicidad necesaria, saber donde está el siquiátrico donde nos atiendan o el horario de los trenes, y publicidad engañosa. Que empieza a lindar con la peor propaganda. Como *nunca pactaré con porque quiero dormir tranquilo* o *sólo subiré impuestos a los ricos*. Que son bonitos ejemplos para distinguir publicidad de propaganda.

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    1. Bruno, sencillamente genial. He disfrutado mucho leyendo tu comentario. Muchas gracias.

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    2. Clase magistral Iñaki. Eres la horma del zapato rojo.

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    3. Muchas gracias. El Sr de Caso siempre nos da ración de casos para entretenernos.

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    4. Elogios merecidos. No te alejes mucho. Los tediosos artículos del Sr. Óscar tiene un aliciente nuevo....que sin duda es tu réplica.
      Gracias

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  2. 19-Junio. Noche triste e incomprensible para ti Oscar

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  3. Oscar... ´¡cuánta gente equivocada hay en España y concretamente en Andalucía! Verdad? Paletos..., no como tu, inteligente, locuaz, culto, cultivado, educado, comprometido, voluntarioso, defensor de los derechos de la clase obrera trabajadora comunista, sagaz, perspicaz, sutil e inteligentemente mordaz... Se nota la profesión.

    ¿Quién dijo que tanta gente no puede estar equivocada? Lo están... verdad Oscar? Necesitan de un Gran Hermano que los ilumine y dirija... Un plan Orwell... un 1984... y en eso tu y tu secta sois expertos.

    Se necesita una acción contundente por parte de tu gente para "salvarnos" (pobre pueblo desprotegido)de las hordas fachas retrógradas y cercenadoras de derechos y libertades que exclusiva y solamente la izquierda española es capaz de proporcionar...

    Ay Dios... con azules y rojos hemos topao. Cuánto "tonto a las diez"!!!

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    1. Este hombre cuando se aburre, se ve que rebusca en la orza de refritos del socialismo rancio, y nos suelta una perorata infumable . Y hoy encima, sin comprobar datos ni corregir.

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  4. Por cierto, el eslogan "el frotar se va a acabar", es del anuncio de wip express, y no de scotch brite . El estropajo es para frotar, siempre.

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