Aclaremos, benditos lectores, que lo de los Treinta Gloriosos
fueron las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Desde 1945
hasta principios de los años setenta donde hubo una etapa de prosperidad sin precedentes.
Entre el extremo capitalista despiadado y el extremo marxista planificador había nacido en la primera mitad del siglo XX una doctrina económica intermedia que tomaba su nombre del economista británico de la Universidad de Cambridge, John Maynard Keynes.
El keynesianismo hacía pie en la eficacia de la intervención estatal selectiva junto a la adopción de una actividad fiscal (los impuestos) como brazo armado de una política económica tan importante o más que la política monetaria (la cantidad de dinero y los tipos de interés).
Para Keynes, el desempleo era el resultado de una caída de la demanda y, por tanto, para lograr el pleno empleo -verdadero objetivo prioritario de cualquier política después de la Segunda Guerra Mundial- era imprescindible reactivar el sistema económico mediante la intervención pública.
El Keynesianismo nació para corregir los excesos de la acción del capitalismo del dejar hacer; supuso una especie de revolución pasiva del capitalismo, pues su objetivo era, además de dotar de eficacia a la economía de mercado, mitigar sus crueldades y sus abusos más evidentes: el empobrecimiento, las debilidades debidas a la edad, las enfermedades o la exclusión social.
Y también paliar los efectos de las caídas de la economía, de modo que durante las recesiones todos los ciudadanos tuvieran el mínimo flujo de ingresos con los que sobrevivir y, por tanto, hacer más segura su existencia.
Así, el keynesianismo (que mucha gente identificaba
con la versión económica de la socialdemocracia política) limitaba la capacidad
de indignación de la gente y la rebeldía de los individuos, de modo que
evitaban las tentaciones de mirar más allá, hacia el otro sistema, el comunismo
del Telón de Acero.
Keynes explicaba que la economía puede encontrar un punto de equilibrio con desempleo y con una infrautilización de la capacidad de producción de las empresas; es decir, que las recesiones y las depresiones no son, por naturaleza, asuntos temporales que se corrigen automáticamente cuando cambia el ciclo.
Para romper
con este equilibrio malhadado en el punto más bajo debe complementarse la
demanda existente con la ayuda pública con el objeto de aumentar la inversión y
el consumo globales y, de paso, multiplicar los puestos de trabajo.
En esos años
pasó a ser de común entendimiento que si subía el paro o la economía daba
muestras de colapso la responsabilidad pasaba al Gobierno, que debía actuar de
inmediato, lo que hoy es evidente. Antes de Keynes no lo era.
Los políticos
europeos parecían haber aprendido para siempre que no se debía repetir de
ningún modo (hoy sabemos que no lo aprendieron): que lo importante es el
bienestar de las personas, que se han de diferenciar los fines movilizadores de
los medios instrumentales, que es imprescindible un cierto compromiso con la
planificación a largo plazo y, sobre todo, que había que evitar las
horripilantes y masivas matanzas y holocaustos del pasado inmediato.
Todo esto fue
el fruto de una insegura ansiedad. Acosados por el fantasma de la historia, sus
líderes llevaron a cabo reformas políticas, económicas y sociales como medida
profiláctica para mantener a raya el pasado.
POSDATA.- Estos razonamientos son una síntesis muy reducida del trabajo de mi admirado Joaquín Estefanía.
Facundo Cabral, poeta y cantautor nacido en la Argentina (1937), asesinado, por error, en Guatemala en 2011;
pone sus palabras en la poesía de hoy titulada “Yo no quiero ser un ciudadano”.
Perdóname señor, pero a veces me canso,
a veces me canso de ser un ciudadano.
Me cansa la ciudad, las oficinas.
Me cansa la familia y la economía.
La familia, mi señor, ese vía crucis de parientes,
esa miseria en cooperativa.
Madre hay una sola, señor,
y justo vino a tocarme a mí.
Perdóname señor, estoy harto de este infierno,
este mercado mediocre donde todos tienen precio.
Perdóname señor, pero yo me iré contigo
por tus montañas, tus mareas y tus ríos.
Perdóname señor, pero a veces pienso
que tienes para mi algo mejor que esto.
Perdóname señor, no quiero ser un ciudadano,
yo quiero ser un hombre como me has creado.
Perdóname señor…
Mejor que hurgar a voleo en Estefanía haber estudiado teoría macroeconómica.
ResponderEliminarPero me voy a permitir unas puntualizaciones.
Keynes siempre habló de inversión, no de gasto. Inversión es gastarse el dinero en algo que va a producir después. El retorno. Nada de despilfarrar. Mejor hacer pantanos, por decir algo que chinche, que hacer un pozo en el Sahara para volverlo a rellenar.
Keynes siempre habló de, con lo de los ciclos económicos, invertir si había decrecimiento y de ahorrar en los momentos de alza. Y por ahí se le podría unir al odiado Friedman por su disciplina monetaria. Que la oferta monetaria en exceso crea inflación es cosa probada desde mas allá de los persas. Como diría alguien, y ahora Garzón, no vale imprimir billetes. Keynes NUNCA abogó por el gran y permanente déficit como medida sensata. Su política era reequilibrar los ciclos. Su relación con la socialdemocracia viene por ahí. Pero la socialdemocracia fetén implica libre mercado y un estado redistribuidor y vigilante del buen uso del presupuesto. Cada euro es una deuda sagrada con el verdadero necesitado. Con dos cojones para gobernar, no para eternizarse.
Pero para ir al fondo del escrito que nos ocupa. Si quieren provocar una crisis perpetua, nada de crisis temporales, pues es muy sencillo. Miren la URSS, Venezuela, Cuba y tal.
Todos tenemos buenas intenciones pero el buenismo no salva. Salvan las buenas soluciones.
Como ese principio del principio de los tiempos: Ganarás el pan con el sudor de tu frente. La economía no son milagros.
Y ya que estamos. Las inflaciones pueden tener diversas causas y han conseguido reunir a casi todas. Los costes, hacer que la energía, la madre de casi todo, nos la proporcionen otros, y enfadarnos con alguno para que no falte de nada, la excesiva oferta monetaria, el paro, el desajuste del mercado de trabajo, la proliferación de improductivos que son gasto sin tener responsabilidad social, etc.
Me leo ahora la poesía. ¿Quién le va a dar de comer a ese amante del campo y de la libertad?¿Un pringao?
ResponderEliminarSr. Bruno...por favor, no se nos esfume usted en el foro...
ResponderEliminarCreo que cada cara, tiene su cruz o la horma de su pie. Usted es una horma que ni pintada para el populismo panderetero y zoquete del Sr. Oscar.
Felicidades por su reflexión
Pd.: no crea, que yo tb tengo mi "media naranja"... pero ahora interviene poco en el foro. Mejor para la salud politica y si me apura, mental.
Gracias por su atención. No me acuerdo si hace tiempo comenté lo de "topar" el gas. En realidad "topar" el fuel hasta un límite razonable y sacar al gas del sistema marginal de precios y cargarlo a su precio real en la parte que se necesite para cubrir la demanda de energía. Seguro que ese asunto vuelve a salir en el blog.
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