sábado, 19 de noviembre de 2022

"Otra diferencia más entre la vida y la muerte", por Óscar de Caso. De la sabrosa conversación que Albert Boadella sostiene con un estudiante sobre el arte.

          Voy a ponerles en situación, benditos lectores. El escrito de hoy es un pequeño resumen de la conversación que sostiene un estudiante que desea hacer su tesis doctoral sobre el arte del teatro; para lo cual, visita al señor Albert Boadella en su masía de Girona para que le ilustre sobre dicho tema. Don Albert, antes de profundizar en el tema en cuestión, le obliga a que se instruya de manera clara, práctica y contundente en lo que es el artista y el arte. Les dejo con la conversación.

      BOADELLA- Le planteo un ejemplo que está a la vista de todos. ¿Sabe usted cuál es la diferencia entre el Museo del Prado y el Reina Sofía?

        JOVEN- Bueno, pues… No sé… Lo clásico y lo contemporáneo.

      B- Ja, ja, ja… Otra vulgaridad de este calibre y acabamos el adiestramiento.

J- De las artes plásticas no tengo una información muy…

      B- ¡Prohibido el término “artes plásticas”! ¿No ve, insensato, que es la primera trampa para eliminar cualquier referente del pasado? Ya no separan la pintura de la escultura o el grabado y el dibujo. Se trata de diluir los términos concretos para ganancia de aprovechados y mediocres. ¡Está claro! Sin referentes puede ser usted un genio mañana mismo.

J- Visto así… Entonces ¿cuál es la diferencia entre esos dos museos que me cita?

B- Es algo tan simple y concreto como la vida y la muerte. El Prado incita a la vida. Admiramos, recordamos y gozamos, reviviendo momentos vibrantes del hombre y su inteligencia para hacerlos presentes hasta hoy. El Museo Reina Sofía es el tanatorio donde se expone la muerte del arte en nuestro tiempo y su putrefacción reciclada y orientada hacia una ladina organización financiera multimillonaria.

          Entienda joven, de una vez que en una obra de arte no hay lugar para el consenso. Es una verdad indiscutible en sí misma. Buscan, para su provecho, todos los subterfugios posibles a través de enmarañar los términos. Si realizo “vanguardismo escénico”, nadie me va a comparar con Lope. ¡Claro! Si hago “artes plásticas”, nadie me va a asimilar a Tiziano. Todo a su medida.

J- Vale. Y en concreto ¿Cómo se traduce todo esto de forma práctica?

B- Vaya primero al Museo del Prado.

J- ¡¡A Madrid!!

B- ¡Pues claro! No se abrume por la cantidad de inteligencia concentrada en aquel espacio. Busque simplemente La carga de los mamelucos, de Goya. Mírelo intensamente durante media hora, intentando que la imagen quede grabada en su retina. No escatime tiempo. Para no perderla salga corriendo hasta el Reina Sofía.

J- ¿Me está diciendo que debo desplazarme de un lugar a otro corriendo?

B- Corriendo tan rápido como sea capaz. Hay menos de un kilómetro. Usted es muy joven. Lo puede hacer en cinco minutos. Directo al Reina Sofía. Plántese en la sala del Guernica. Se sitúa a ciegas frente al cuadro. Mantenga los ojos cerrados hasta que reproduzca mentalmente el Goya. Cuando lo tenga, los abre de súbito delante del Picasso y verá cómo, al instante, experimenta la misma sensación que le he descrito sobre los dos Museos.

J- ¿La vida y la muerte…?

B- ¡Exactamente! Lo percibirá a través de dos obras de temática violenta y trágica, situadas en las antípodas. Eso que le indico es esencial para orientar su óptica futura. Si no lo advierte no vuelva por aquí, porque no hay nada que hacer.

  DOS DÍAS DESPUÉS

B- ¿Ya está de vuelta de Madrid?

J- Es que no he viajado hasta allí. Me pareció entender por dónde iban sus intenciones y he tenido una idea mejor. Me hice con una imagen de Las Meninas de Velázquez y me fui al museo Picasso de Barcelona. Una vez delante de las variaciones que hizo Picasso del cuadro de Velázquez, yo miraba con intensidad la reproducción, cerraba los ojos y los abría observando fijamente Las Meninas de Picasso. Y así sucesivamente.

B- O sea, que no ha podido reprimir su creatividad. En absoluto era lo que yo quería que hiciera.

J- Pero ¿no he realizado poco más o menos lo que me ha pedido?

B- La cerrazón mental que sufre no le ha dejado situarse como un simple aprendiz y captar humildemente mis indicaciones. Si las hubiera seguido al pie de la letra habría experimentado la sensación que yo le describí o por lo menos algo de naturaleza más perspicaz. Era un ejercicio esencial para empezar.

J- ¿Concretamente el qué?

B- Oler la belleza y la nada. La abnegación y la suficiencia. La vida y la muerte de un arte separados solo por ochocientos años. Y los hubiera percibido porque las dificultades para ir allí, el esfuerzo de correr aquellos metros y todo el ritual que le indiqué eran la clave para sentir algo tan etéreo como mi propuesta. La verdad no se distingue sin cierto olor.

J- Me fui al Museo Picasso y aguanté una hora ante…

B- ¡Aprendiz! ¿Quiere callarse de una puta vez? ¡No es lo mismo! Las llamadas Meninas de Picasso no son una diversión del pintor. Son una pataleta de impotencia ante una obra sublime. Nadie sensato se atreve a defender aquello frente al genio de Velázquez. Ni tan siquiera sus cofrades progres. Por el contrario, el Guernica es trascendental. 

Si hubiera estado allí, habría visto delante del cuadro un enjambre de incautos en adoración. Es una imagen emblemática. Los incautos, claro, porque el Guernica solo significa la contraseña de un astuto negocio que marca el fin de la pintura y la entrega de sus despojos a los parias de la tierra en forma de grafitis o lo que hoy llaman “artes plásticas”.

          ¡Es un grafiti plano sin perspectiva en blanco y negro! Una imagen de comic que además significa el icono de la devastación, pero no la del pueblo de Guernica, que para nada retrata. Personifica la devastación de la inteligencia en una parte fundamental de las artes y su regresión a un contexto infantil. 

  Eso sí, le reconozco a la viñeta picassiana el inicio del negocio ingenioso y embaucador de vender la nada a precios astronómicos a los snobs millonarios que compiten en el precio de las artimañas plásticas, creyéndose así en la élite de los entendidos.

J- ¿Me está diciendo que todo el arte contemporáneo es un objetivo financiero?

B- Está muy claro. Entienda que, como ardid financiero, tampoco es nuevo. Hace siglos, Europa ya vivió el gran negocio de las reliquias millonarias, que actualmente no valen nada. La diferencia es que hoy la engañifa es laica y, por tanto, mucho menos fantasiosa que el timo religioso.

          El uruguayo Mario Benedetti nos escribe hoy una relación muy precisa del tipo de gente que le gusta. Muy sensato él.

«La gente que me gusta»

     Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. 

Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.

Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.

Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme.
La gente que tiene tacto.

Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.

A estos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor.

La gente que nunca deja de ser aniñada.

Me gusta la gente que, con su energía, contagia.

Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.

Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.

La gente que lucha contra adversidades.

Me gusta la gente que busca soluciones.

Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.

Me gusta la gente que tiene personalidad.

Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.

La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.

Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que, por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.

  

1 comentario:

  1. Comparen las estéticas de los gobiernos de zapatero versus el de sánchez y verifiquen de paso si cumplen, o no, cada uno de los ministros que los compusieron, cada una de las cualidades que señala Benedetti.
    Con atención especial a los dos primeros ministros.

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