domingo, 29 de enero de 2023

"Mi candidato miente.... pero tiene razón", por Óscar de Caso. Desenmascarar las mentiras y medias verdades de los políticos es una obligación periodística.

         A los políticos las mentiras les pasan pocas facturas. Es más, puede incluso resultarles más útiles que nunca en campaña electoral. De ser bochornoso, mentir ha pasado a convertirse en una estrategia pensada para que los pillen, porque es el revuelo que crea el desmentido, lo que consigue marcar agenda. Incluso la proliferación del fact cheking (verificación de los hechos) puede jugar en favor de algunos políticos mentirosos. 

  Desenmascarar las mentiras y medias verdades de los políticos es una obligación periodística. La pregunta es: ¿para qué sirve? A la hora de decidir a quién votar, parece que para poco. Esto es al menos lo que revelan numerosos psicólogos que analizan el efecto de las mentiras en política.

          Siempre ha habido candidatos deshonestos, la novedad es que nunca les ha salido tan a cuenta serlo abiertamente. No sólo han cambiado ellos y las tecnologías; hemos cambiado, sobre todo, los votantes. Además de crédulos, dicen los expertos que cada vez somos más indulgentes con las falsedades cuando descubrimos que un político ha tratado de engañarnos.

          Tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos llevan tiempo estudiando sobre todo desde el brexit y la victoria de Trump en 2016, cómo afecta al votante la incorporación de las mentiras sin complejos en la estrategia política. Hay suficientes indicios de que en contextos polarizados son muchos los ciudadanos que apoyan a los candidatos que mienten a sabiendas de que lo hacen.

          En 2019, el índice de aprobación de Trump era once puntos más alto que el porcentaje de personas que confiaban en que decía la verdad. No solo pillar mintiendo al candidato favorito no cambia un voto, sino que puede servir para ganar más apoyos, especialmente si el bulo confirma una idea preconcebida de la realidad (un prejuicio, vamos)

Es decir, el umbral de la verosimilitud que le damos a una información depende de si sirve para darnos la razón. Sobre todo, en contextos en los que la decisión de a quién apoyar en las urnas se toman con motivos más relacionados con las emociones y los miedos que con la razón.

 De ahí que, a los partidos populistas, los que más incentivan las emociones y simplifican la realidad ofreciendo soluciones imposibles a sabiendas de que no lo son, las mentiras les pasen menos factura e incluso puedan serles abiertamente útiles en campaña.

          Hay otra manera de explicar que las mentiras pasen tan inadvertidas: la pereza. Creer a los políticos que dicen lo que queremos oír requiere menos esfuerzo que dudar de ellos. 

El experto en comunicación Timothy Levine, profesor de la Universidad de Alabama y autor del libro Duped, lleva décadas estudiando la capacidad que tenemos de darnos cuenta de que nos están mintiendo y su conclusión es que somos mucho peor detectores de mentiras de lo que nos creemos. El error en la autopercepción hace que seamos aún más vulnerables porque nos pasamos de listos.

          En numerosos experimentos se ha demostrado que la mayor parte de la gente es incapaz de detectar cuándo le están engañando, porque estamos diseñados para confiar en los demás inconscientemente (y esto incluye también a los agentes del FBI y de la Agencia de Seguridad Nacional [NSA]). 

Entre las explicaciones que cuenta Levine está la propia necesidad evolutiva de creer que los demás nos están diciendo la verdad. Confiar es lo más eficiente, porque, en realidad, la mayor parte del tiempo es cierto que la gente es honesta y no tendríamos tiempo de dudar todo el rato de lo que nos cuentan, como tampoco tenemos tiempo de contrastar cada noticia que nos reenvía la familia por WhatsApp.

 Lo cierto es que apenas dudamos de ninguno de los cientos de mensajes y noticias que recibimos al cabo de un día. En campaña electoral pasa lo mismo con los políticos con los que nos identificamos.

POSDATA.- El escrito de hoy es una síntesis de los razonamientos de mi admirada periodista Marta García Aller. Explicarlo más claro debe ser una tarea muy difícil.

          Os dejo hoy con el poema con denominación de origen de Joaquín Sabina “Sin pena ni gloria”. 

Cuando los dioses paganos
me otorguen su bendición,
terminaré la canción
que te prometí un verano,
con una condición:
que me quieras libre y partisano.

Cuando el presente agoniza
con infame pedigrí,
y al pasado el porvenir lo mira con ojeriza,
y mis ganas de ti presas
en un círculo de tiza.

Si me matas
me hago el muerto,
yo que mato por vivir,
cuando no sé qué decir
doy gritos en el desierto.

Mientras estés de mi parte,
mientras no te quieras ir,
mientras tratar de olvidarte
me recuerde tanto a ti
bajo un cielo cañí
y en un tren que va a ninguna parte.

El corazón mientras late
sueña con amanecer
abrazado a una mujer
que lo bese y lo rescate,
y aunque pierda la fe
nunca da por perdido el combate.

Mientras subo del abismo,
mientras el miedo se enfría,
mientras sólo soy yo mismo
de cara a la galería.

León atado a una noria,
Valiente a toro pasado,
fugitivo enamorado,
feliz sin pena ni gloria.

Mientras subo del abismo,
mientras el miedo se enfría,
mientras solo soy yo mismo
con ficha en la policía.

León atado a una noria,
Valiente a toro pasado,
fugitivo enamorado,
feliz sin pena ni gloria.

Feliz sin pena ni gloria







 

 

 

2 comentarios:

  1. Como no clasifica los tipos de mentira, el artículo está lleno de contradicciones o de medias verdades... o medias mentiras.
    Pero me asombro de la afirmación que hace de que los populistas mienten mas y son tragadas como si tal cosa. Parece que considera, si uno piensa con lógica, que la mentira es una virtud política.
    Los políticos dicen evasivas, ambigüedades, naderías, nada de nada, mentirijillas, mentiras y mentiras gordas. Y algunos están muy dotados para ello. Van probando lo que sus sectarios están dispuestos a tragar y, consecuentemente, les van arrojando pedruscos cada vez mas gordos a fin de anclarlos a la piedra.
    Claro es que los comentaristas han de avisar de todo eso y RECHAZAR todas esas prácticas. Que uno se trague trolas no le hace inocente. Toda la vida se ha mentido pero también toda la vida algunos se la han pasado defendiendo la verdad.
    Y, por aclarar algo, hay que tener en cuenta que los programas dirigidos al sentimiento, los buenistas de corazón y flojos de inteligencia y conocimientos, son mucho mas fáciles de adulterar que los sustentados por hechos.
    Uno no hace un pantano con sentimientos sino con hormigón. Si uno come tortilla es porque la gallina ha puesto un huevo.
    Eso de que digan lo que queremos oír está muy estudiado como "disonancia cognitiva". Si consiguen inculcar una idea a un hombre éste tenderá a aceptar todo lo que concuerde con ella y rechazará lo que no le concuerde. Sin analizar nada. La explicación es muy sencilla: una vez que a uno le han hecho tonto y se comporta como tal y de forma pública y duradera no hay nadie que le convenza de otras ideas. No va a aceptar de ningún modo que ha sido y es un tonto.
    Y ahora es un buen momento para pensar por qué les interesa sectarizar a la opinión pública. Eso no es una militancia discontinua sino un pensamiento fijo. El criterio antes que el conocimiento. Clientela fija como un drogadicto.

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  2. "Sabemos que nos mienten. Saben que nos mienten. Saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que saben que sabemos que nos mienten. Y aún así, siguen mintiendo". Alexander Solzhenitsyn

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