Las crisis son los momentos de los aprovechados y también de la
comunidad, del grupo, del colectivo, del Estado. Con sus peligros y sus
oportunidades. Si alguien piensa que no se va a utilizar la crisis para
experimentar nuevas líneas del capitalismo, no conoce el mundo en que vive: hay
que tener cuidado con las crisis porque vienen cargadas de promesas y de
maldiciones.
El Estado puede poner una vela a Dios y otra al Diablo. Es capaz de aplicar un Ingreso Mínimo Universal y de obligar a que los que más tienen, más contribuyan. Y también es capaz de dar cobijo a una rebelión de Generales, a conspiraciones de Jueces o a colocar una parte de su lógica fuera de todo control democrático en eso que vamos llamando Deep State (Estado hundido).
El Estado es capaz de lograr que un país entero se quede confinado en
casa durante meses, de señalar un objetivo contra el que dirigir una guerra, de
regalar las riquezas del país, de disparar contra el pueblo o de organizar el
llanto de toda una Nación.
Suspiramos porque
se descubra la vacuna contra la covid-19, pero nos olvidamos de que sería mucho
mejor evitar que existiera la covid-19. Es más fácil imaginar el fin de la
muerte por obesidad o diabetes a través de la medicación que el fin de las
causas que producen obesidad y diabetes a través de un cambio en las pautas de
consumo y trabajo.
Comprendemos
los argumentos, pero no sacamos ninguna conclusión con capacidad de mover las
cosas en otra dirección. No le haríamos nunca daño a un niño de Bangladés, pero
llevamos la camiseta que ha cosido; nunca golpearíamos a una mujer, pero no
vemos el reflejo idéntico entre la prostitución y la violación; nunca condenaríamos
al hambre a una familia, pero consumimos un pescado que agota los caladeros en
el Golfo de Guinea; compramos un mueble que deforesta el Amazonas; nos
olvidamos constantemente del compromiso de usar menos productos no reciclables,
usamos Amazon ignorando sus sótanos de deshumanización y cómo contribuyen a
llenar las ciudades de contaminación y atascos para que recibas sin moverte del
sillón tu paquete.
Sin embargo, con la covid-19, cárceles, prisiones, campos de refugiados, residencias de ancianos, hogares, púlpitos han regresado a la Edad Media. La covid-19 va a inaugurar una nueva etapa que empezaremos a ver después del confinamiento.
Pero, en el medio plazo (que pueden ser meses), ni los liberales con más
medallas van a poder defender que se llenen las calles de parados, de sin
techo, de hambrientos, ningún Gobierno va a aguantar el empuje de millones de
personas pidiendo soluciones, nadie va a tolerar ver cómo otra vez unos pocos
se benefician privatizando bienes esenciales para la vida.
Algún un día la historia nos dirá si una persona en Wuhan se comió un animal exótico, un murciélago o un pangolín contaminado por un virus de un murciélago, todos sacados de sus hábitats por culpa de los problemas de escasez de agua, de las hambrunas, de la deforestación, de la minería a cielo abierto, de la agricultura industrial, del urbanismo atroz que penetra más adentro.
Consecuencias que llegan a un mercado de animales vivos en una ciudad china, pero que están dictadas por el agrobussines o la venta de metales que cotizan en las bolsas de Nueva York o Londres.
Y entonces un ciudadano chino se come un murciélago o un pangolín contaminado por una lógica dictada por un inversor que desayuna cereales en el Soho de Londres. Un inversor que forma parte, como nosotros, de los verdaderos pacientes cero.
Todas las últimas
pandemias vienen de contagios animales –SIDA, SARS, vacas locas, gripe aviar,
Ébola-, y expresan un modelo alimentario sometido a la mercantilización de la
alimentación. La covid-19 mata a los pobres, enriquece a los ricos y condena a
los precarios. Contagia por igual, pero mata distinto.
El capitalismo, en su lógica inhumana, es culpable en el origen de la covid-19. Porque ha roto, por la presunción de un planeta ilimitado puesto al servicio de un consumismo ilimitado, las barreras naturales a estos virus, que llegan con más facilidad a los humanos.
Porque ha expulsado a la agricultura tradicional y conduce a pautas de consumo alejadas de patrones probados. Porque viene la covid-19 y en muchos lugares aún luchan contra el dengue y el zika. Dijeron que los recursos eran ilimitados y lo único ilimitado es la necesidad de tres cuartas partes de la humanidad. Y, ahora, la pandemia del coronavirus, que parece más importante porque afecta también a las clases medias.
Con la lógica
productivista del capitalismo, el medio ambiente no era algo con lo que
convivir, sino algo a dominar y someter. Pero hoy la naturaleza se ha empezado
a quejarse y su grito se oye en huracanes, tornados, sequías, calentamiento o
la silenciosa muerte de las abejas. La naturaleza se reacomoda y los seres
humanos pasamos a ser prescindibles, es decir, estamos al lado de los desechos.
POSDATA.- Todo lo anteriormente escrito es una
transcripción-resumen del libro escrito por el señor Juan Carlos Monedero
titulado “El paciente cero eras tú”.
A continuación,
les escribo un cuento persa recreado por Julio Cortázar:
Había en Bagdad un mercader que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al rato el criado regresó pálido y temeroso y dijo: “Señor, cuando estaba en la plaza del mercado, una mujer me hizo muecas entre la multitud y, cuando me volví, pude ver que era la Muerte. Me miró y me hizo un gesto de amenaza; por eso quiero que me prestes tu caballo para irme de la ciudad y escapar a mi sino. Me iré para Samarra y allí la Muerte no me encontrará”.
El mercader le prestó su caballo y el sirviente montó en él y le clavó las espuelas en los flancos huyendo a todo galope. Después el mercader se fue para la Plaza y vio entre la muchedumbre a la Muerte, a quien le preguntó: “¿Por qué amenazaste a mi criado cuando lo viste esta mañana?”. “No fue un gesto de amenaza”, le contestó, “sino un impulso de sorpresa. Me asombró verlo aquí en Bagdad, porque tengo una cita con él esta noche en Samarra”.
A ver, si citas el nombre del artista en Valencià, cita también su primer apellido en esta lengua y llámalo Baptista y no Bautista.
ResponderEliminarO bien lo llamas como Juan Bautista Humet en castellano o bien como Joan Baptista Humet en Valencià y no la pifia que has escrito.
Hola.
ResponderEliminarPues a mí me da igual como esté escrito su nombre. Soy español y conozco varios idiomas más o menos, entre ellos el català, que no valencià. Por lo menos así me dijeron en la Universitat que es de donde proviene el valenciano y el mallorquín, y su gramática y demás características lingüísticas. Luego cada variante tiene sus particularidades, pero según me enseñaron proceden del catalán estándar.
Dicho esto, muchas gracias al autor del artículo por recordarme o descubrirme a HUMET: he recuperado sus hermosas canciones, he sabido de su vida...Y creo que no tuvo ni ha tenido el reconocimiento debido. Buen cantante y compositor y,mejor aún, buena persona. Pues aquí dejo yo la letra de este tema, que parece hecho a propósito para estos momentos.
"HAY QUE VIVIR"
Habrá que hacernos a la idea
Que sube la marea
Y esto no da más de sí
Habrá que darnos por vencidos
Y echarnos al camino
Que no hay nortes por aquí
Al sueño americano
Se le han ido las manos
Y ya no tiene nada que ofrecer
Solo esperar y ver si cede
La gran bola de nieve
Que se levanta por doquier
¡Hay que vivir!, amigo mío
Antes que nada, hay que vivir
Y ya va haciendo frío
Hay que burlar ese futuro
Que empieza a hacerse muro en ti
Habrá que componer de nuevo
El pozo y el granero
Y aprender de nuevo a andar
Hacer del sol nuestro aliado
Pintar el horno ajado
Y volver a respirar
Quitarle centinelas
Al parque y a la escuela
Columpios y sonrisas volarán
Sentirse libre y suficiente
Al cierzo y al relente
Mientras se va dorando el pan
¡Hay que vivir!, amigo mío
Antes que nada, hay que vivir
Y ya va haciendo frío
Hay que burlar ese futuro
Que empieza a hacerse muro en ti
Habrá que demoler barreras
Crear nuevas maneras
Y alzar otra verdad
Desempolvar viejas creencias
Que hablaban en esencia
Sobre la simplicidad
Darles a nuestros hijos
El credo y el hechizo
Del alba y el rescoldo en el hogar
Y si aún nos queda algo de tiempo
Poner la cara al viento
Y aventurarnos a soñar
¡Hay que vivir!, amigo mío
Antes que nada, hay que vivir
Y ya va haciendo frío
Hay que burlar ese futuro
Que empieza a hacerse muro en ti
¡Hay que vivir!, amigo mío
Antes que nada, hay que vivir
Y ya va haciendo frío
Hay que burlar ese futuro
Que empieza a hacerse muro en ti-i-i
Me ha gustado tu exposición. ¡¡Excelente!! También la canción "Hay que vivir" que, además de una letra preciosa, tiene un ritmo muy alegre y pegadizo como todas sus canciones. Saludos, estimado Anónimo.
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