(Muy pocos tienen el privilegio de conservan una memoria tan prodigiosa como Miguel Gíl Hernández, el hijo del Sacristan de Santa Catalina. Leyendo esta crónica de la subida a la Sierra Santa Bárbara podrán ustedes comprobarlo. Felicidades, querido amigo, por recordarnos tradiciones tan caudetanas.)
"La subida a la Sierra se hacía dos veces al año, a saber: el día tres de mayo, en que se celebraba la Exaltación de la Santa Cruz, y el día cuatro de diciembre, que era “el día de la Santa”, es decir, la festividad de Santa Bárbara.
La víspera de las dos subidas, después de comer nos reuníamos en la Placeta de las Almas, al final de la calle Madrid; allí vivía Manuel “Fantesías” con su mujer “la tía Aguedica”, y en la calle Madrid Pepe “el Junco” y su mujer María “la Paloma”.
En este punto de reunión empezaba la “fiesta”; allí acudíamos todos los que íbamos a subir, y los dos matrimonios preparaban las bestias (mulas) con los “serones” y las “aguaderas” para subir el condumio de la cena de esa noche y la comida del día siguiente.
Poco a poco iban llegando los invitados. Uno que no podía faltar era el cura, cada año uno, en compañía de mi padre, como sacristán, y yo como ayudante (luego subí yo solo algunos años). De los curas recuerdo a varios: el Padre Fr. Elías Bañón (“el P. Luquicas”), D. Juan Carpena Esteve, D. Genadio Casado Fuentes, D. José María Ibáñez Blázquez... Estuve subiendo a la Sierra desde los seis años hasta los veinte, dos veces por año…
De las personas que no faltaban nunca, recuerdo algunos: el Secretario del Ayuntamiento, las hijas de D. Manuel Carpena, los hijos de D. Pedro Sánchez “el de la Cera”, que vivía en la calle del Arco, en cuya casa fabricaba las velas que se consumían en la Virgen y en Santa Catalina (su hijo Luis montó la fábrica de aceitunas e inventó las “banderillas”), Miguel “el Correchero” y su hijo....
... El tío Miguel “Cocorro”, que vivía en la calle Nueva, “el “Gato” de la calle Madrid, Rafael “el Rojo”, retratista de Molina, Juan Parra Albertos, que un año subió con la Vespa y bajó por la senda con la misma con “el Rojo” el retratista enganchado detrás con un garrote para ayudarle en la bajada, una pareja de la Guardia Civil, Francisco “el de los Machicos”, el veterinario de la calle Mayor....
......Pepe “el Abuela”, que se casó con una Mollá y hacían ramos de flores, el tío Jaime “Cabila”, padre de Evaristo, y Juan Bañón con los cohetes y las tracas.
Y cómo olvidar a los santeros: “el tío Pelao” y su mujer con sus hijos Jesús y Pepe (y creo que también una hija). Vivían allí todo el año; se dedicaban al pastoreo y tenían unos terrenos donde sembraban cereales, que trillaban en la era que hay cerca de la cima y se hacían el pan en el horno.
Bajaban al pueblo para hacer la compra y volvían a subir en el mismo día. Jesús fue Guardia Rural en Caudete. Todas estas personas me han venido a la memoria mientras intentaba recordar todos los actos que se hacían. Seguro que si me estrujo más la cabeza, me saldrán otros.
LA SUBIDA.-
Subíamos por la senda y se hacían dos o tres paradas para tomar un refrigerio y coger fuerzas para seguir. María “la Paloma” subía toda la senda cantando (Es María la blanca Paloma, la Virgen de Gracia, en Caudete está); mi padre se agarraba al rabo de una mula para ayudarse a subir la cuesta (Santa Bárbara en un alto y Santa Ana en una cuesta, la Virgen de Gracia está, en el medio de la huerta).
Entre cantos, paradas y alegría, llegábamos a la cima, entrábamos en la Ermita, dábamos las gracias a la Santa por haber llegado bien, y cada uno hacía su trabajo: recolectar leña para hacer la hoguera, ir al nacimiento de la Tinajica a traer agua y beber recién salida de su nacimiento, y para que bebieran las caballerías, subíamos el agua en las aguaderas; mientras tanto, las mujeres preparaban la cena.
Una vez cenados, en la explanada se subastaban los cohetes; para cada uno había una subasta; cuando se terminaban los cohetes, se subastaba encender la hoguera (recuerdo con orgullo cuando mi padre pujó para que yo la encendiera).
Luego a dormir en la cambra, con la luz del candil para poder ver algo en las sombras; la cambra estaba dividida en dos partes: en la primera dormían los hombres, y en la segunda las mujeres. Las personas a las que les gustaba jugar a las cartas, se quedaban en el comedor hasta muy tarde jugando “al burro”.
Cuando salía el sol, se tocaba el alba y se hacia la misa a la Santa; después se iba en procesión hasta la Cruz cantando la letanía de los Santos; una vez en la Cruz, el cura bendecía todo el término de Caudete con agua bendita y se imploraba a Santa Bárbara para que nos librara del pedrisco y de las tormentas, y volvíamos a la ermita y se daba por terminado el culto.
Después, tiempo libre hasta la hora de la comida, que no tenía que ser muy tarde, porque teníamos que bajar al pueblo y no se tenía que hacer de noche.
Cada cual cogía sus cosas, se cargaban las caballerías y empezábamos la bajada igual que habíamos hecho la subida (cánticos, paradas, chirigotas), y, eso sí, con mucha alegría y hermandad.....
Y en la Placeta de las Almas nos despedíamos hasta la próxima vez.
Felicidades Miguel y Chimo por hacernos llegar estás entrañables historias y que son muy bonitas de leer.
ResponderEliminarSoy Diego Martín 😍😍😍
Muy buena crónica de aquellos años Miguel; me gusta la foto que estas con tu Catalina: es parte de la historia de Caudete con personas humildes y solidarias que en aquellos años tuvieron su protagonismo.
ResponderEliminarMuchos recuerdos de años posteriores en los que también participé el uno de Mayo de la subida a la Sierra. Gracias Chimo por esos recuerdos.
Soy Pepe El Requinto