"Diario de un Estado de Alarma. Día 64", por Claudia Conejero. "La vida comercial empezará a aflorar a partir de mañana".

El reloj sigue avanzando y en unas horas daremos la despedida a un fin de semana que marca un antes y un después en nuestra vivencia del Estado de Alarma. Mañana pasaremos a la siguiente fase, la fase 1, y debido a que las normas van sujetas, en gran parte, a la evolución de la crisis sanitaria, a veces, como en la mañana de hoy, nos encontramos con cambios que desdicen a la información del diario anterior.

Hoy el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha mantenido, otra reunión telemática con los líderes autonómicos, y en ella les ha informado de los cambios que se llevaran a cabo, tras la publicación de una orden ministerial por parte del Ministerio de Sanidad, en las llamadas fase 0 y 1 de los municipios de menos de 10.000 habitantes, como es el nuestro. “Las franjas horarias de los núcleos de 10.000 habitantes decaerán y será de aplicación inmediata tras la publicación de una orden ministerial para todo el territorio” (“El País”) ha informado el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Por lo tanto, nosotros que tenemos según el INE, 9.963 habitantes, no tendremos hora para salir a pasear o hacer deporte, pero ojo, el tiempo y las condiciones de la realización de los mismos no cambian. Además de que habrá que añadirle, más dosis de precaución, cautela y responsabilidad individual y colectiva de la que ya veníamos echándole.

Conforme pasan las horas, crece mi incertidumbre sobre si seremos capaces de hacerlo mejor de lo que lo veníamos haciéndolo, ya no digo perfectamente, sino que me conformo con que lo hagamos mejor que hasta ahora. Si tenemos en cuenta lo acontecido hasta el momento, en cuanto a responsabilidad colectiva del conjunto de la población, si nos tienen que poner nota no sé yo si la media nos hace llegar al “5” en la fase 0.

Una vez más, las normas son muy claras, tan claras y sencillas que hasta un niño de 3 años ha conseguido entenderlas a la perfección. Julen, cuando sale a la calle con su padre y vuelve a casa, nada más entrar me dice “mamá, no he tocado nada. He saludo a la gente desde lejos y papá también se ha portado muy bien”. Si sale conmigo va casi todo el tiempo de mi mano o con las manos en los bolsillos para evitar tocar nada. Si corre lo hace cuando ve que no hay nadie con quien cruzarse. Lleva la mascarilla todo, o casi todo, el tiempo y se sorprende de que otros no la lleven.

No replica cuando le digo que se nos está acabando el tiempo de paseo y hay que volver a casa para que no nos riñan, y si algún amigo suyo más pequeño se quiere acercar a él le dice que no se puede que si no nos puede picar el bicho. Por ello, sigo sin entender que todavía nos encontremos con gente que no se ha enterado, o no se quiere enterar, porque ya no lo tengo yo tan claro, de las normas impuestas en el Estado de Alarma, cuyo objetivo principal es el de salvar vidas.

Después de 63 días, hoy será el último día que salgamos, a las 20:00 horas, al chaflán para aplaudir a los profesionales sanitarios que se encuentran en la primera línea de batalla, a todas las personas que han estado al frente de los servicios mínimos de la pandemia, a todos los valientes que han ganado o están ganándole la batalla al bicho, a los que nos hemos quedado en casa convertidos en vacunas o a los que hemos tenido que despedir desde la distancia.

Hoy será el último aplauso, que se podrá realizar desde los balcones o desde la calle si es que coincide con tu franja horaria de paseo. El mismo deberá ser como dice el mensaje que me ha llegado al móvil, “el más largo y sonoro que hayamos hecho” con el objeto de “darle un digno final a este homenaje”. Un homenaje ciudadano, espontaneo, que surgió a principios de la crisis sanitaria y que, día a tras día, se convirtió en una parte más de nuestra rutina de confinamiento. En casa Julen había asimilado que después de jugar, iban las palmas, y después la cena. Y cuando nos dejaron salir a la calle, tocaba el paseo, la ducha que forma parte del ritual de vuelta a casa, las palmas y la cena.

Cierto que la situación ha mejorado, aunque todavía seguimos sufriendo, y mucho, las consecuencias de la llegada de la COVID-19, pero ahora tocará seguir tributándole el homenaje, no ya desde los balcones de nuestros hogares, sino con un comportamiento cívico y responsable cuando salgamos a la calle, cumpliendo las medidas de seguridad y distanciamiento social para no darle alas al bicho, y por lo tanto, no darle más faena, de la que ya tienen los profesionales sanitarios.

Un personal sanitario que trabaja, sin descanso, para que los 231.350 contagiados confirmados por PCR, 421 nuevos positivos, 327 hospitalizados y 28 ingresados en la UCI, en las últimas 24 horas, acaben ganándole la batalla al bicho y pasen a la lista de recuperados, donde tenemos 149.576 curados, 2.719 en las últimas 24 horas. Y unos profesionales que ha sufrido y llorado con las 27.650 vidas que han visto escaparse sin poder hacer nada por ellas, 87 en las últimas 24 horas (“El País”. 16:00 horas). Las cifras siguen siendo muy duras, tan tristes como el tiempo que tenemos en el exterior para quienes somos de sol, pero hoy de todas ellas me quiero quedar con el número de fallecidos, el primero por debajo de la centena en dos meses. Siguen siendo demasiadas lágrimas derramadas, pero las mismas nos dicen que no se estará haciendo tan mal, que el mecanismo constitucional del Estado de Alarma funciona, aunque algunos quieran tildarlo de una “dictadura encubierta”.

Volviendo al tema de la reunión de los líderes autonómicos con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. En ella, aprovechan los líderes de cada Comunidad Autónomas para reclamar, pedir o exigir lo que consideren que es más beneficioso para su territorio teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos. Todos han coincidido en la necesidad de aumentar la obligatoriedad del uso de la mascarillas, que ahora mismo solo es obligatoria en el transporte público, y altamente recomendable para cuando no se pueda cumplir las medidas de distanciamiento social.

Pero en este país, como ya apunte el otro día, parece que si no vemos la palabra “obligación” o “prohibición” no llegamos a comprender el grado de magnitud de la misma. Así que, todo parece que, desde el Gobierno va a regular el uso de mascarillas en los lugares públicos. Esperemos que ahora las “mentes sensibles” no pongan el grito en el cielo, porque se nos obliga al uso de la mascarilla, alegando que es “otra coartación de nuestra libertad”.

A quienes coartaba yo la libertad, pero la sus bolsillos, es a todas esas personas, que han salido a la calle a realizar manifestaciones en plena pandemia sanitaria. El cabreo que me he pillado al ver las imágenes ha sido monumental. Repito que no porque considere que no están en su derecho a ejercer la libertad de expresión, todo lo contrario, creo que cada uno es libre de decir lo que le parezca oportuno, sino porque no cumplen las medidas de distanciamiento social.

Al verlos he sentido unas ganas tremenda de tener capacidad de obrar, suerte las suyas que solamente soy una ciudadana de a pie, que si no había hecho publicar una norma que impusiera que todas aquellas personas que, tras haber hecho acto de presencia en una concentración sin respetar las medidas impuestas desde la vigencia del Estado de Alarma, acudieran a los centros sanitarios por contagios de COVID-19, obviamente se les atendiera porque por suerte la sanidad es un derecho fundamental, por el momento, en nuestro país, pero que al recuperarse se les enviara la factura a su casa del coste que había supuesto salvarlos del COVID-19 por irresponsables.

No es difícil de entender, se quieren manifestar, háganlo, pero cumplan las medidas de distanciamiento. Sean patrióticos con su país y con el personal sanitario del mismo, y no le den más faena de la que ya tienen, por querer ser tan revolucionarios, sin darse cuenta que con su revolución en vez de levantar España, lo que van conseguir es hundirla todavía más.

Mañana, el tallo que comenzó a crecer en la fase 0 tendrá una flor, la de los comercios abiertos en su horario habitual, aunque con geles en sus mostradores, medidas de distanciamiento y pantallas de seguridad, y la de la vida en las terrazas, que deberán estar al 50% de su ocupación. Hasta mañana no sabremos si finalmente el Consistorio ha dado permiso a los bares y restaurantes para la ampliación de sus terrazas. Imagino que estarán estudiando si es viable eliminar aparcamientos para darles más espacio a las terrazas, porque si echamos un vistazo a la ubicación de los bares y restaurantes de nuestra localidad, pocos, excepto los de la zona de la Plaza del Carmen y del Paseo, si no me falla la memoria, no tienen posibilidad de ampliar si no utilizan aceras y espacios reservados para los vehículos.

A partir de mañana sabremos también si la gente está receptiva o no a los cambios que se producen con la nueva fase, si, como en otros sitios, se llenarán las terrazas, la vida comercial del municipio comenzará aflorar y hasta si las iglesias se volverán a llenar de sus feligreses o si estos preferirán seguir rezando en sus pequeños altares que han hecho en sus casas.

Si el no tener una franja horaria para salir colapsará nuestras calles o por el contrario se podrá discurrir por ellas sin problema, si seremos capaces de dar un paso más y acercarnos a ver a nuestros seres queridos, pero eso sí, por el momento, sin besos, ni abrazos, y manteniendo las distancias de seguridad. Pero todo eso será mañana, porque hoy nos queda por vivir la última tarde de la fase 0 del Estado de Alarma, la de las franjas horarias, las comidas para llevar, y el toque de queda a las 23 horas.

Hoy me despido con la frase de una de esas personas que nos ha dejado en pleno Estado de Alarma, aunque no por culpa de COVID-19, Un señor que consiguió, en estos tiempos de convulsión políticas, que hasta los que se encuentran al otro lado de su espectro político lo recordarán con frases como la de mi primo Israel, que ya os digo yo que de “izquierdas” tiene solamente las parte del cuerpo, “un señor que me enseño que se puede sobrevivir sin renunciar a principios y siendo íntegro hasta el final”. Ese señor es Julio Anguita y como él dijo un día “si hoy sufrimos las decisiones de ayer, pensemos hoy en mañana”. Así que todo el mundo a pensar que nuestras acciones de hoy podrán ser la libertad o el sufrimiento del mañana, dependiendo de la responsabilidad que a su ejecución le pongamos, y hagamos que el mañana se encuentre lleno de libertad y no de sufrimiento y tristeza.

Caudete, 17/05/2020 17:39 horas del sexagésimo cuarto día de “Estado de Alarma”

#yomequedoencasapensandoqueyaquedamenossilohacemosbien