"Vox no es un partido fascista!", po Óscar de Caso. "Aunque reúne algunas de sus características le faltan varias de sus señas de identidad".

             Definitivamente, Vox no es un partido fascista. Aunque reúne algunas de sus características -el culto al líder, el ultranacionalismo, la estructura férreamente jerárquica- le faltan varias de sus señas de identidad: adora la parafernalia castrense, pero no tiene escuadras uniformadas o paramilitares (prohibidas, por otra parte, por la legislación española); ni utiliza la violencia como instrumento político (aunque justificaría el asalto de un grupo de ganaderos al Ayuntamiento de Lorca el 31de enero de 2012), ya que de hacerlo sus líderes acabarían en prisión, como los del partido neonazi griego Aurora Dorada. 

       Aunque se presenta como un movimiento antes que una organización política, y conjuga la llamada “guerra cultural” con la pugna electoral, no busca implantar un “orden nuevo” ni sustituir la religión por un credo laico como el fascismo clásico. Al contrario, pretende restaurar el “viejo orden” y la religión tradicional.

 Es decir, imponer al conjunto de la sociedad su propio código moral que proscribe el aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual, aunque no el divorcio, por razones obvias (el propio Abascal se divorció en 2010 de su primera esposa, con la que se había casado por lo civil, y volvió a contraer matrimonio en el verano de 2018, esta vez por la Iglesia).

          Vox si puede ser calificado de neofranquista: intenta blanquear la dictadura, equiparándola a la Segunda República, y comparte con el régimen de Franco el militarismo, el nacionalismo exacerbado y el integrismo católico. Sin embargo, más allá de algún guiño a las clases más humildes, su programa económico ultraliberal está en las antípodas de la fachada social y paternalista que tuvo el franquismo, herencia del nacionalsindicalismo de Falange.

          Finalmente, aunque hace bandera del antiglobalismo, defiende el proteccionismo al libre comercio y contrapone la soberanía de los Estados a la gobernanza multilateral. No tiene empacho en abrazar el globalismo cuando le interesa.

“Una amenaza que es global sólo puede recibir una respuesta global”, aunque aseguraba Abascal en 2021, para justificar su alianza con la ultraderecha latinoamericana frente a las “mafias narcoterroristas” del Foro de São Paulo y el grupo de Puebla.

          El calificativo que mejor define a Vox es, a mi juicio, el de reaccionario. Reaccionario en el sentido literal del término.

          Vox se alimenta del desconcierto de los varones ante una revolución feminista que no solo reclama la igualdad legal sino también la real –en el trabajo, en el hogar y en el sexo-, que subvierte los roles tradicionales y provoca en muchos hombres la resistencia a perder sus privilegios o a convertirse ahora ellos en los discriminados. 

También recoge el enojo de los damnificados por un ecologismo que ya no reparte flores y sonrisas sino multas y sanciones a quienes incumplan las restricciones en el uso de pesticidas y combustibles fósiles. Se nutre con los perdedores de una digitalización acelerada que deja en la cuneta a miles de trabajadores poco cualificados incapaces de adaptarse al ritmo de los avances tecnológicos.

          Ante los estragos causados por la revolución y globalización digital, Vox ofrece como pócima la nostalgia, un producto que nunca pasa de moda. Nostalgia del Estado como nación, de la sociedad cultural y religiosamente monocolor, de la “familia natural” basada en el matrimonio heterosexual.

POSDATA.- El escrito de hoy es una transcripción literal de parte del libro “Vox, S. A.” escrito por el periodista Miguel González.

          Dentro del libro de poemas “Inventario 4”, se encuentra el poema de hoy titulado “Las palabras”. La autoría le pertenece al señor Benedetti, don Mario.

          Para una mejor comprensión del poema, un servidor le ha puesto los signos de puntuación. Don Mario se servía muy poco de ellos.

No me gaste las palabras

no cambie el significado,

mire que lo que yo quiero

lo tengo bastante claro.

 

Si usted habla de progreso

nada más que por hablar,

mire que todos sabemos

que adelante no es atrás.

 

Si está contra la violencia

pero nos apunta bien,

si la violencia va y vuelve

no se me queje después.

 

Si usted pide garantías

sólo para su corral,

mire que el pueblo conoce

lo que hay que garantizar.

 

No me gaste las palabras,

no cambie el significado,

mire que lo que yo quiero

lo tengo bastante claro.

 

Si habla de paz pero tiene

costumbre de torturar,

mire que hay para ese vicio

una cura radical.

 

Si escribe Reforma Agraria

pero sólo en el papel,

mire que si el pueblo avanza

la tierra viene con él.

 

Si está entregando el país

y habla de soberanía,

quién va a dudar que usted es

soberana porquería.

 

No me gaste las palabras,

no cambie el significado,

mire que lo que yo quiero

lo tengo bastante claro.

 

No me ensucie las palabras,

no les quite su sabor,

y límpiese bien la boca

si dice revolución.