viernes, 23 de julio de 2021

"Gestionar en tiempos de pandemia. Segunda parte", por Óscar de Caso. "Hacen falta más prestaciones y mejor dirigidas para reducir de la pobreza, políticas por lo general ausentes en España".

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    Hay una gran diversidad en los modelos de gestión territorial de la salud, lo que permitiría comprobar si la descentralización es contraproducente o no para llevar a cabo una buena gestión sanitaria. Si el gasto sanitario es cuantioso, tendría lógica optimizar los recursos y no dispersar la inversión. Sin embargo, los estudios han demostrado que la descentralización en la gestión opera en un doble sentido. 

De un lado, se suele relacionar como un mejor ajuste entre la oferta y la demanda; pero también se tiende a vincular con un mayor gasto sanitario, lo que indica que asimismo hay inevitables pérdidas de eficiencia. Ahora bien, lo que parece claro es que todo depende del marco institucional en que dicha descentralización se desarrolle.

          Así pues, hay razones para pensar que la estructura más o menos centralizada es un factor menos decisivo para la gestión de la crisis que otras variables de corte sanitario. Lo idóneo para controlar el virus sería apelar a la unidad más pequeña posible, pero cuantas más sean estas, mayor será el coste de coordinación político-administrativo y mayor el riesgo de que, si se descontrola la infección, se expanda a otros territorios vecinos.

          En aquellos contextos en los que los ciudadanos se vieron más expuestos a información sobre problemas de coordinación entre el nivel Central y el Autonómico en la gestión de la crisis, tendieron a optar por preferir darle más poderes al primero. Con todo, lo que la crisis puso de relieve fue que algunos países todavía tenían los mecanismos de gobernanza federal sin articular.

          En otro orden de cosas, mientras que el Gobierno estatal español para ser reelegido, necesita ganar votos en todo el país, los Gobiernos Autonómicos dependen del electorado de su Autonomía. Por tanto, estos últimos tuvieron incentivos para reestablecer la actividad lo antes posible, con el fin de defender los intereses de sus empresarios y trabajadores locales. 

El Gobierno central, mientras tanto, debía a su vez coordinarlos mediante la incorporación, al menos en teoría, de una visión de conjunto. Así pues, también los equilibrios políticos en cada Administración hacían que la gestión de la crisis fuera más compleja, al menos en las fases previas a que terminara el estado de alarma.

           Según el país adoptaba unas fórmulas u otras. Por ejemplo, en Dinamarca, el Estado costeó el 75 por ciento del salario de los trabajadores, la empresa el cuarto restante y los trabajadores renunciaron a unos días de vacaciones. El Italia se dio una renta básica de 780 euros a todas las familias, pero hubo problemas para cubrir las demandas. En España se calcula que entre los ERTE y las prestaciones por desempleo se llegó a cubrir al 35 por ciento de la población ocupada del país. 

Por si fuera poco, las Administraciones públicas españolas suelen tener procedimientos poco ágiles en la tramitación de las ayudas y muy demandantes para el ciudadano. Por tanto, no es solo que la red tuviera agujeros, sino que su despegué fue lento. Debido a ello, los perdedores de la crisis provocada por la pandemia, en primera instancia, no fueron tan diferentes a la de 2008.

          Además, los Estados de bienestar del sur de Europa, y muy particular España se caracterizan por ser pocos redistributivos. La razón es que, al centrar sus políticas sobre todo en las cotizaciones (pensiones y desempleo), no llegan a los sectores más precarios y a los desempleados, especialmente al 20 por ciento con menos ingresos. 

Esto hace que la OCDE con frecuencia insista en que, en el sur de Europa, por la disfuncionalidad de su sistema de bienestar, se realicen más transferencias monetarias a los sectores más ricos que a los más pobres de la sociedad. De ahí que muchos expertos insistan en que hacen falta más prestaciones mucho mejor dirigidas para la reducción de la pobreza, políticas por lo general ausentes en España. 

Esto, por desgracia, dejaba a las familias como único contrafuerte para actuar a corto plazo, lo que, evidentemente, supone un fracaso en términos de movilidad social y de equidad.

          Ante la magnitud de la crisis, ante la heterogeneidad de los sectores perjudicados, comenzó a sobrevolar la pregunta en qué medida el shock de la pandemia podía ser el germen para desplazar el equilibrio político en otra dirección. 

 Al igual que la Segunda Guerra Mundial había servido, sobre sus cenizas, para construir las bases de los sistemas de bienestar, ¿podía pasar algo similar tras la pandemia?..... ¿serviría esta como plataforma de lanzamiento para las reformas pendientes? ....¿sería la primera piedra de un nuevo pacto social que estaba por reescribirse?

POSDATA.- Este escrito es un resumen bastante simplificado de los estudios y criterios del politólogo Pablo Simón (Arnedo 1985) sobre algunas decisiones que tomaron distintos gobiernos en su lucha contra el COVID-19, contenidos en su libro  “Política en tiempos de pandemia”. En él no ha querido señalar responsables sino verificar hechos y obtener conclusiones. 

     Del libro “Ciento volando de catorce” publicado en 2001 y escrito por Joaquín Sabina, hoy rescato el soneto titulado “Sotanas y coturnos” (calzado que cubría el pie y la pierna hasta la pantorrilla).

Mi infancia era un cuartel, una campana

y el babi de los padres salesianos

y el rosario ocho lunes por semana

y los sábados otra de romanos.

Marcado por sotanas y coturnos,

con sangre, para que la letra entrara,

párvulo fui de ardores taciturnos,

con tutores de mármol de Carrara.

Y el picón del brasero por las tardes,

y el acné y el catón y las primeras

hogueras a la vera de la nieve.

Y los adultos fieros y cobardes

y los tricornios por las carreteras

y escapar al cumplir los diecinueve.

 (Una bella cancion de Bautista Humet)


         

  

1 comentario:

  1. Si algo quedaba reservado para el Ministerio eran las pandemias. Y las pandemias no non una enfermedad común sino que afectan a la sociedad. Pero parece que nadie en el ministerio sabía lo que conoce cualquier veterinario que se topa con epizootias con bastante frecuencia. Se mata o se aísla a los animales. Eso es lo que se sabe sobre las pandemias de virus y que era una pandemia era sabido desde diciembre. Los chinos lo ocultaron todo menos los vídeos que llegaban y la construcción de récord de un hospital especializado. Cosas notables.
    Si el ministerio no sabía o no comprendía el asunto menos lo hacen las autonomías. Y lo normal es que en estos casos se centralice la información en un comité de expertos que exista y que sea el que dicte las medidas. Medidas que, ley mediante y faltante, se aplican en cada autonomía, cada barrio, cada familia, cada individuo, etc. a medida.
    Lo que sigue descentralizado son los medios, los médicos y los hospitales.
    Aparte está que ese ministerio, casi invisible, se tomó el trabajo de centralizar las compras específicas, otro asunto discutible. Como también lo es que realmente la UE hubiera establecido un único centro de mando técnico. Luego que cada gobierno adoptara el criterio político de aislamiento versus economía. Aparte del lío montado lo relevante era la mascarilla y el alejamiento personal contra el virus. Cosas ya sabidas.
    El asunto de las ayudas es otra cosa. Con un denominador común no confesado, no hay dinero. Lo que llevaría a otro debate.

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