sábado, 13 de noviembre de 2021

"La corrección política progresista...la Inquisición mediática del siglo XXI", por Óscar de Caso. “Que cante la portera y yo venderé las entradas”, dijo el tenor italiano en Rusia.

          Según la Enciclopedia Británica, la “corrección política” se define como: “un lenguaje que aspira a albergar la menor cantidad de ofensas, especialmente cuando se describen grupos identificados por marcadores externos como “raza”, “género”, “cultura” u “orientación sexual”.

 El fenómeno parece más bien la condensación de los tabúes dispersos del sinfín de grupúsculos tradicionalmente marginados en la sociedad occidental.  No se describe con conceptos objetivos, sino desde sensibilidades que utilizan lenguajes distintos.

           La controversia es el primer elemento descriptivo de la corrección política. Ésta se utiliza para decidir criterios editoriales, instruir a los trabajadores y castigar a los individuos disolventes.

          Los máximos defensores de la corrección política suelen ser personas con educación superior universitaria, a veces cursada en centros de élite inaccesibles para la mayoría, con acceso a los grandes medios de comunicación de masas y, en todo caso, habitantes privilegiados del Primer Mundo, a años luz de las desigualdades más horrendas del planeta; algo que invalida la tentación de definirla como una justicia emanada de los intereses de los débiles.

          Así ahora, mientras grandes grupos editoriales están buscando desesperadamente autores negros o transgénero para ofrecer una pátina de diversidad en sus catálogos, mientras Hollywood anuncia estándares de diversidad para valorar las películas que optarán a las estatuillas, parece que los miembros de minorías se enfrentan a problemas impensables para un hombre blanco en la entrevista de trabajo de un restaurante de pueblo cualquiera. Desde este punto de vista, ¿es poderosa la corrección política o no lo es en absoluto?

          La corrección política podría ser una síntesis entre el posestructuralismo y el calvinismo. Paso a desarrollarlo: el posestructuralismo es como una “invasión” de la política en todos los ámbitos humanos; el calvinismo defiende la autoridad de Dios sobre todas las cosas, la doble predestinación y la salvación solo por la fe.

          La corrección política ha conseguido hacerse muy poderosa en la industria del entretenimiento, la Universidad y los grandes medios de comunicación, donde el narcisismo tribal es una de las modas del momento. Toda reivindicación que pase por ser la de una minoría, aunque se trate de una falsa moneda, encuentra acomodo en los grandes medios y funciona como un reproche efectivo ante la industria cultural. 

Lo que vuelve a probar que la corrección política puede hacer mucho ruido, pero, si las empresas culturales no se someten a ella, no pasa nada, y la polémica puede hasta favorecer las ventas. Las grandes multinacionales están encantadas con la corrección política de los mensajes de la izquierda que no les afecta en los más mínimo y que a su vez les permite parecer muy “comprometidas” en su publicidad.

          Existe otro elemento de la corrección política: ese lenguaje cosmético y esa actitud ostentosamente culpable se han convertido en un código propio de las élites culturales. 

Una marca de distinción ajena al habla del populacho, con la que los progresistas blancos de clase alta han logrado lo que parecía imposible, mostrarse ante los ojos de las minorías de las que se aprovechan simbólicamente como una tribu aliada. 

El objetivo a largo plazo de la corrección política podrá ser la reeducación de las masas, sí, pero en la práctica y en el presente funciona como un elemento de distinción de clase.

          Los patrocinadores de la corrección política asumen que las canciones, chistes, libros y hasta las señales de tráfico tienen un efecto directo y claro sobre la mentalidad de la gente y, por tanto, que se puede “curar” el racismo, el machismo o la homofobia, limpiar el pecado del mundo, aplicando una lejía moral a la comunicación.

          Finalizaré el escrito con un chascarrillo: Si asumiéramos los códigos de corrección política volvería a estar de actualidad el viejo chiste soviético en el que un tenor italiano viaja a Leningrado para interpretar al Duque de Mantua y se encuentra con que quieren que cobre lo mismo que la portera. El divo responde con tranquilidad: “Pues que cante la portera y yo venderé las entradas”.

POSDATA.- Este escrito es un resumen muy reducido del criterio de mi admirado periodista Juan Soto Ivars, contenido en su libro “La casa del ahorcado”. 

Del poeta catalán Joan Margarit (1938-2021), hoy rescato el poema “Libertad”. Tengo poco que explicar, solo leerlo con atención.

Es la razón de nuestra vida, 

 dijimos, estudiantes soñadores. 

 La razón de los viejos, matizamos ahora, 

su única y escéptica esperanza.  

La libertad es un extraño viaje. 

Son las plazas de toros con las sillas

sobre la arena en las primeras elecciones. 

Es el peligro que, de madrugada, 

nos acecha en el metro, 

 son los periódicos al fin de la jornada. 

 La libertad es hacer el amor en los parques.  

Es el alba de un día de huelga general. 

Es morir libre. Son las guerras médicas.  

Las palabras República y Civil.  

Un rey saliendo en tren hacia el exilio. 

La libertad es una librería. 

 Ir indocumentado. 

 Las canciones prohibidas. 

Una forma de amor, la libertad.

Canción de George Moustaki  dedicada a los que salieron de Afganistan, Siria e Irak... en busca de un futuro mejor en la vieja Europa y que engañados por el señor Putin vagan ahora como espectros entre las fronteras de Bielorrusia y Polonia sin manta y con poco pan que llevarse a la boca..... ¡A nadie que le pase!

https://www.youtube.com/watch?v=-SKLpm42jj0








 

 

 

    

          

          

3 comentarios:

  1. A veces el lenguaje inclusivo resulta que es separador de lo que se intenta unir.
    Depende de cómo se use. Si digo señoras y señores alguien lo puede entender como separación en dos partes de los humanos, que parece que son una parte conjunta.
    Y muchas veces ese inclusivismo se percibe como divisor.
    Depende de quién lo dice, de quién lo oye y de cómo se dice. Si hay intención inclusiva o excluyente.

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  2. A veces el lenguaje inclusivo resulta que es separador de lo que se intenta unir.
    Depende de cómo se use. Si digo señoras y señores alguien lo puede entender como separación en dos partes de los humanos, que parece que son una parte conjunta.
    Y muchas veces ese inclusivismo se percibe como divisor.
    Depende de quién lo dice, de quién lo oye y de cómo se dice. Si hay intención inclusiva o excluyente.

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  3. Mucho texto para llorar porque no te dejan seguir haciendo chistes de maricones y de mujeres en la cocina, Manolo.

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