sábado, 14 de marzo de 2020

"A propósito de las amnistías", por Óscar de Caso."Todos los que repudiaban la democracia se convirtieron en santos varones de las urnas"

           He tenido en cuenta al hacer el escrito de hoy dos asuntos: la actualidad que poseen los indultos o amnistías a propósito de la crítica situación que se tiene hoy  día en Cataluña, y la flojedad de memoria que padecen algunos ciudadanos de su historia reciente. 

Desarrollaré el tema de las amnistías más actuales, es decir, desde la Transición. Lo resumiré y escribiré tirando de biblioteca; y como ya es historia, hemos de suponer, benditos lectores, que la verdad de lo ocurrido casi se puede calificar de irrefutable.

          Como las primeras elecciones generales se encontraban a la vuelta de la esquina, había que resolver el problema de la excarcelación o amnistía de los presos políticos, ya que, sin ella, el sufragio sería una quimera.
          Se amnistió en diferentes etapas.
 La primera fue casi “tradicional”, pues se trataba de una medida de gracia por parte de la monarquía al acceder a la corona Juan Carlos I. Destaquemos una cosa curiosa y paradójica; con estas medidas de gracia se liberaban presos políticos, pero no se movía un dedo para abolir las normas que seguían dando lugar a las detenciones. 

Por un lado, se soltaban presos, pero, por el otro, se encarcelaba por la misma razón; en fin, un gran dislate.
          En julio del 1976 se legisló otra amnistía por la cual se excarcelaba a los “que no hubieran puesto en peligro la vida de nadie”. 

Al año siguiente se complementó con otras dos amnistías. Sólo quedaban privados de libertad los terroristas a los que el Gobierno no podía indultar por la presión de las pistolas de las Fuerzas Armadas.
Para conseguir su libertad, se recurrió a una argucia: la primera medida que tomaría el nuevo gobierno después de las elecciones generales, sería indultarlos; se creyó, ingenuamente, que liberando a los presos de ETA se llegaría a una normalización en el País Vasco y con ello el fin del terrorismo.

 ¡La cagaron! No sólo no se redujeron los atentados, sino que aumentaron, asesinando en 1978 a 68 personas, en 1979 mataron a 76 y al año siguiente fueron 91 las víctimas. Antes de amnistiarlos tenían que haber entregado las armas y rendirse sin condiciones.

          Escribamos sobre la letra pequeña de esa última amnistía: En ella se introdujo un apartado que incluía el indulto para los torturadores y corruptos que hubieran cometido estos delitos durante la dictadura, es decir, que liberaban de cargos a aquellos canallas y asesinos que no habían sido procesados nunca por estos delitos.

 Esta coartada es la que hoy utilizan los abogados de los criminales en la actualidad, para eludir la persecución de la Justicia Internacional. 
Todos aquellos que repudiaban la democracia, pasaron a convertirse en santos varones de las urnas. Estas situaciones forman parte de las innumerables taras de los que algunos denominaron la modélica Transición. Nos la dieron con queso, otra vez.
          La canción de hoy está ofrecida a Joaquín Ramón Martínez Sabina. Con ella le transmito el deseo para que recupere su ”mala salud de hierro”, y burle a la muerte nuevamente (tengo entendido que van siete).

 Para ello poseo uno de los fármacos más efectivos y deliciosos; sin visitar al matasanos, no conteniendo ninguna contraindicación y sin pasarse por la botica: ¡El señor Serrat! (¡acaso cabía alguna duda!).

          El ungüento se llama “Martínez”, se fabricó en el año 2012 y está contenido en la caja “Serrat y Sabina. La orquesta del Titanic”.
Estando Martínez castigado en clase
de rodillas y de cara a la pared,
vestida de luto por parte de madre,
lo alcanzó la muerte por primera vez.

Le dejó los mocos,
se llevó el pañuelo.
¿Qué falta le haría
otro ángel al cielo...?

Cansado de herirse con su propia mano
con su prima hermana decidió morir.
Dulce la agonía
y grande el desencanto
pero no por ello dejó de insistir

en catar las mieles
del fruto prohibido
aunque en adelante
pagó en efectivo.

La tercera muerte fue en extremo grave,
le dejó secuelas en el corazón.
Llegó por la espalda, de la mano suave,
con alevosía
y premeditación

de aquella que me amaba
y a quien tanto quiso.
Le quitó las llaves y lo echó del piso.

La cuarta reposa bajo los cascotes
de lo que fue un día el muro de Berlín.
Un quinto cadáver
se ahogó en el escote
turbulento de Juanito el andarín

etiqueta negra.
Y por quinta vuelta
le llamó la muerte
y él no abrió la puerta.

Una sexta muerte
le llegó cortada
en una papelina
primera edición.
No fue menos muerte por ser anunciada
ni fue menos grave por ser de salón.

Y aunque nadie daba un duro por el tipo,
Martínez tampoco entregó el equipo.

En persona, el propio “Ángel de la Muerte”
furioso y curioso a enfrentarlo fue
y para su sorpresa
se halló frente a frente
otro ángel caído, caído de pie.

Y su mala vida
y su burlada muerte
a rondar la luna se fueron los dos.

La vida cantando
ronca de aguardiente,
la muerte le hace
la segunda voz.


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