Como dicen los Celtas Cortos en su canción, hoy es “20 de abril”, no del 90, sino del 2020, pero es increíble cómo las canciones pueden ser el reflejo de una sociedad, un siglo después de su publicación. “Estaba aquí solo. Me había puesto a recordar. Me entró la melancolía. Y te tenía que hablar”… “Hoy no queda casi nadie de los de antes. Y los que hay, han cambiado. Han cambiado, sí”…
Considero a Jordi Évole uno de los grandes periodistas que tenemos en nuestro país en estos momentos, y eso que en su época con Buenafuente y su papel del “follonero” no me terminaba de convencer. Pero fui enganchándome a él, periodísticamente hablando, con “Salvados” y no me está defraudando con su programa actual “Lo de évole”.
Si la vida nos ha cambiado por completo como decían los Celtas Cortos, el formato televisivo también ha tenido que sufrir modificaciones para seguir, en unos casos entreteniendo, en otros, como servicios de información para la ciudadanía, y al igual que muchos ciudadanos de a pie, a muchos periodistas les ha tocado quedarse en casa y seguir comunicando desde algún rincón de su morada.
Me gusta ver en directo el programa, siempre y cuando las obligaciones de madre me lo permiten. Ayer pude engancharme al programa casi al final del mismo, y ver la entrevista con el gran Sabina, quién llevaba desde 1988 preguntándose ¿quién me ha robado el mes de abril? Y ahora ya lo ha descubierto, “el Coronavirus”.
Y si, COVID-19 nos ha robado marzo, abril y posiblemente el mes de mayo. Nos ha robado el tiempo de disfrutar con los seres queridos, nos ha robado la economía, nuestros planes de futuro, la vida de “28.852 personas, 399 en las últimas 24 horas”, la salud de “200.210 contagiados, entre ellos 31.053 sanitarios”, pero no ha podido con la fuerza y las ganas de luchar de “80.587 recuperados”, (“El País”. 12:04 horas), y tampoco podrá con la moral del pueblo español que seguirá haciéndole frente y cuando todo esto pase ayudará a levantar el país para que al igual que el ave fénix renace de sus cenizas, España vuelva a ser reconstruida.
En esa idea de reconstrucción del país se encuentran, ahora mismo, sumergidos todos, o casi todos, los representantes políticos. Soy una apasionada de la política y una gran defensora del papel que puede jugar la política para cambiar el mundo, pero eso sí, siempre hacia un mundo más justo e igualitario.
Desde el minuto uno tuve claro que para salir de la pandemia reforzados como país era necesario que todas las formaciones políticas remaran juntas en el mismo barco, independientemente de si el compañero de asiento tenía un modelo de vida muy diferente al del otro.
Y por ello, me he llevado una gran alegría, cuando después de la reunión mantenida por el Presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Pablo Casado, he visto en prensa el siguiente titular: “ el PP estará en la Mesa de Reconstrucción, que se reconvierte en Comisión Parlamentaria” (“Público”).
Analizando dicho cambio creo que es incluso más acertado, porque una Comisión Parlamentaria legitima a todos los partidos políticos, también a los que se denominan independentistas a estar sentados en ella. Porque el Parlamento representa al pueblo, y el pueblo español, como hemos podido comprobar si tenemos en cuenta que en las últimas Elecciones nacionales 16 partidos políticos obtuvieron representación parlamentaria, es heterogéneo.
Todavía queda mucho camino por andar, pero el simple hecho de saber que todos los bolígrafos que deben marcar las pautas de reconstrucción de nuestro país estarán todos disponibles y con tinta, ya es un gran paso, aunque esa disponibilidad conlleve lógicamente que se necesiten muchas horas de dialogo y trabajo, y es que si Roma no se hizo en un día, España tampoco volverá a ser la que era de la noche a la mañana.
La pandemia está sacando lo mejor y lo peor de la sociedad. En el primer apartado podríamos mostrar, a modo de ejemplo, el gran gesto que ha tenido la empresa “Chocolates Valor” con sus empleados: “sube un 20% el sueldo a sus empleados y dona 300.000 euros contra el coronavirus” (“Cadena Ser”). En el segundo apartado, el siguiente titular “Riders, las mulas involuntarias de droga durante el confinamiento”.
En dicho artículo cuentan como uno de los chicos que trabaja para la empresa Glovo “recogió una bolsa en casa de un joven de unos 18 o 19 años. Dentro, un paquete bien embalado que, según él, no parecía sospecho. Paró su moto en un control policial, abrieron el paquete y en el bolsillo del pantalón encontraron dos o tres piedras de hachís. Aunque intentó explicar a los agentes que no era suyo y les dio las direcciones de origen y de destino, fue detenido por un delito de tráfico de drogas. Pasó cinco horas en comisaría y cobró 8,48 euros”. (“El País”).
Otra noticia para mal que me ha sorprendido, en el día de hoy, y más teniendo en cuenta que aunque “España ha hecho casi un millón de test, pero aún se necesitan más” (“El País”), es la que me he encontrado en ese mismo periódico que decía “Tests de coronavirus clandestinos en farmacias de 24 horas: “Pase por aquí, son 25 euros”. Algo que según ha recordado el Colegio Oficial de Farmacéuticos: “las farmacias tienen prohibido realizar test rápidos de coronavirus a sus clientes o a sus trabajadores, aunque el número sea pequeño” y han asegurado que “denunciará a las farmacias que lo hagan”.
En mi planteamiento de intentar quitarme lo mínimo las gafas del positivismo durante el Estado de Alarma, quiero pensar que los malos son los menos, y los buenos ejemplos los más, en una sociedad como la nuestra que lleva treinta y siete días confinada en sus hogares, convirtiendo sus habitáculos en ficticios espacios al aire libre, como la cabaña que surgió ayer en nuestro salón donde con tres sillas, dos mantas y unos cuantos cojines imaginamos que andábamos de Pascuas en el monte, y en una población que está luchando día a día para revertir la situación que la pandemia del COVID-19, a nivel mundial.
Feliz última tarde de las Pascuas de 2020, y aunque hayan sido muy diferentes a como las habíamos planeado, en el fondo han sido especiales. Al igual que los niños, como leí ayer en un post, “no recordarán el virus como una enfermedad, recordarán este tiempo como el mejor momento que pasaron junto a su mamá y papa”, los jóvenes y los adultos recordaremos este tiempo de Estado de Alarma como aquel en el que nos convertimos en ermitaños para dar vida a nuestros compatriotas y dejar sin alas al bicho. Así que una semana más, quedémonos en casa.
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