domingo, 19 de julio de 2020

"Apuntes para la historia medieval del Castillo de Caudete", por Francisco J. Domenech Mira y Francisco G. Marco Sastre.

    (El presente artículo lo escribieron hace 25 años dos estudiosos de la historia de Caudete: Francisco Domenech Mira y Francisco Marco Sastre. Se publicó en el Programa de Fiestas y se lo dedicaron a José Botella y Rafael Sáez Herrero "dos amigos entusiastas del Castillo y de todos los rincones de Caudete. El artículo sirvió de acicate para que cuatro años después se iniciaran una serie de actuaciones que rescataron a nuestro Castillo de su abandono.

    Se realizaron por fases, entre los años 2.000 y 2004. Todavía quedan muchas intervenciones por realizar, sobre todo en el interior de la fortaleza. A fecha de hoy, tenemos dos cuestiones pendientes. Una, la propiedad, para no tener que andar realizando "convenios" con la Iglesia a la hora de realizar alguna actuación. 

   La otra está relacionada con la catalogación: toda obra medieval, como esta, se considera BIC. Pero nos falta la aportación de una serie de documentación que nos permitiría, entre otras ventajas, poder acceder a ayudas económicas de todo tipo: de Europa o la correspondiente al 1,5 % del PEM de la obras del Estado en nuestro término, a través de Patrimonio.

   No se si es por olvido o desidia. Lo cierto es que, a fecha de hoy, según me informa Antonio Conejero,todavía no hemos remitido al organismo que lo tramita, la documentación necesaria para "registrar" el Castillo como BIC que, repito, nos permitirá acceder a toda serie de ayudas relacionadas con los BIC.

Esto es lo que nos cuenta Mira y  Marco Sastre en 1995:    

 Situado sobre una pequeña prominencia de la ladera meridional del Cerro de Las Peñicas-San Matías, el Castillo de Caudete se eleva hasta los 575 m de altitud sobe el nivel del mar, cota superior en 18 metros a la media de la población, desde donde se domina una ancha panorámica sobe la franja occidental de la comarca del Alto Vinalopó y la Villa, que se extiende a sus faldas en suave desnivel. 

   Presumible núcleo organizador del primitivo caserío medieval, presenta una gran similitud de forma y factura con los castillos de la cuenca del Vinalopó que se levantaron a fines del siglo XII y principios del siglo XIII, flanqueando una fluida vía de comunicación interior que conecta las tierras valencianas con el río Segura y constituye la salida natural más corta al mar desde el interior de la Meseta.

Las fortalezas de esta comarca “en su mayoría se caracterizan por tener un pequeño recinto amurallado y en él una torre principal” (R. Aznar Ruiz, 1985: 6-7). Esta torre, que en el Castillo de Caudete no se ha mantenido, suele ser de planta cuadrada y se realiza con la técnica musulmana del tapial, conforme denuncian las marcas (o mechinales) que los largueros han dejado en el muro de Poniente. 

Los tapiales solían tener idéntica medida, esto es, unos 0’90 m de alto por 1’34 m de largo, variando su espesor según fuera la altura de la torre. Su posición defensiva en la fortaleza de Caudete deve radicar en el carácter aislado del edificio respecto del fortín, así como en la solidez y fábrica de sus muros, en su altura y, sobre todo, en la rambla que ciñe sus paredes por el Norte discurriendo por las actuales calles de La Abadía y Maestro F. Serrano, que la hacía difícilmente expugnable por este sector.

En la fachada occidental se extendía una amplia explanada (que está en el origen de la actual Plaza de San Cristóbal y Calle de Madrid), lugar donde convergen los antiguos caminos de Valencia (por Fuente la Higuera y Játiva), Madrid (por Almansa y Montealegre), Murcia (por Yecla) y Onteniente – Biar – Alcoy –Alicante (por Villena), a partir de la cual se desarrollaron las primeras calles del casco urbano bajomedieval de Caudete. 

Por último, mencionar que esta torre por su altura relativa y su situación en el Cerro se comunica visualmente con las otras torres de los castillos de la comarca. Desde su elevación se controla Torre de Bogarra (situada a unos 3’5 km al Sureste), punto desde el cual a su vez es sencillo establecer conexión con las fortalezas del Castellar, Salvatierra, el Castillo de la Atalaya de Villena y, más lejos, Biar.

ESTADO DE CONSERVACIÓN

    Las ruinas del Castillo limitan con tres calles: al Norte, con la Calle del Castillo; al Sur, con la Calle General Lassala; y en dirección Oeste-Noroeste, con la Calle de D. Miguel Martínez. El resto del solar linda con el ábside y la Sacristía de la Iglesia Arciprestal de Santa Catalina. V. y M., y con un huerto propiedad de la vivienda n.º 14 de la Calle Santísimo Sacramento. La edificación, que es de planta poligonal, está formada por elevados y gruesos muros de tapial, y ocupa una superficie próxima a los 1.700 m cuadrados.

 Su estado actual es ruinoso; al menos en los últimos cincuenta años no ha sufrido ninguna obra de mejora o restauración que afiance su estructura arquitectónica. Tampoco, que sepamos, se ha llevado a cabo en el perímetro o el recinto amurallado cata o prospección arqueológica. En cambio, sí tenemos constancia del ataque de furtivos, contingencia que hoy evita en parte el único acceso practica den la nave de la sacristía de la Iglesia Arciprestal. 

    De acuerdo con la Modificación de las Normas Subsidiarias y Complementarias del Planeamiento (BOP de 31 de diciembre de 1993) el inmueble está considerado Espacio Comunitario Protegido (ECP); asimismo, figura en el Sistema Local de Espacios Libres (SLEL) dentro del conjunto del Suelo Urbano del Municipio.

    Esa calificación urbanística es insuficiente por el carácter y la intensidad de las agresiones que en la actualidad padece la estructura arquitectónica del edificio. Diversos agentes naturales (lluvias, heladas, viento o incluso movimientos sísmicos) han provocado el desprendimiento de algún merlón o el arrastre y la consiguiente caída de grandes trozos de piedra y mortero o tapial sobre las viviendas colindantes. 

   Más a menudo, el abandono y la incuria han hecho desaparecer, por derrumbe o demolición, la totalidad de los elementos arquitectónicos del recinto que, acumulados hasta la altura del almenaje, ejercen presión en sentido de dentro hacia afuera sobre las paredes y amenazan, según denuncian las grietas y hendiduras cada vez más profundas que atraviesan verticalmente las columnas de las fachadas meridional y Oeste-Noroeste, con resquebrajar el perímetro de la muralla.

Sin embargo, la agresión más mediata y nociva -también la más evitable para el conjunto arquitectónico- procede de a proliferación indiscriminada de construcciones, reparaciones o parcheos poco cuidadosos con el entorno de las viviendas que circuyan desde fecha incierta el perímetro amurallado del Castillo. 

El aprovechamiento máximo de los materiales de construcción (entre otros: mampostería, sillares, tapial, maderas…), y los recursos de espacio d las dependencias de la fortaleza (el cementerio de la Iglesia parroquial se ubicó hasta principios del siglo en el recinto interior) han sido constantes desde que el edificio perdiera su funcionalidad estratégica y defensiva. Por lo pronto, en la fachada septentrional puede observarse cómo dos viviendas emplean una parte de la cortina o lienzo en la muralla como pared medianera de las fincas. 

    Otras veces, una vivienda se ha apoderado del espacio primitivo ocupado por una muralla y sobre él, se ha levantado otra edificación de ladrillo visto, revestido o no con una capa de yeso de burda factura. Por último, los merlones macizos de mampostería y tapial que coronan los muros son el soporte inverosímil para antenas de TV o el cableado eléctrico o telefónico de las viviendas que contornan el montano de Las Peñicas –San Matías. 

El resultado de estas y otras actuaciones –que ahorrarnos la indignación del lector- ha sido y es una alteración grave y paulatina del complejo arquitectónico y arqueológico del Castillo, y acentúa, a riesgo de resultar agoreros, la cada vez más problemática pervivencia del maltrecho Patrimonio Cultural de Caudete.

EL AMURALLAMIENTO

   El Castillo conserva aún tres partes de la antigua muralla: solamente el lado de Levante se ha perdido en su totalidad. Debido a las condiciones estratégicas y de topografía que perfilan el asentamiento de la fortaleza, el recorrido de los lienzos de la cerca presenta una marcada tendencia hacia la forma elíptica. 

   Próximo a los muros, ya en el interior del recinto fortificado, pueden observarse los restos semienterrados de lo que pudo ser el adarve que rodeaba los baluartes del fortín, cuya funcionalidad habría de permitir la libre circulación de los defensores. Sin embargo, la acumulación actual de materiales de relleno y el derrumbe de muros y techumbre impiden apreciar mayor número de detalle del recinto interior.

 El adarve de la fortaleza estaba seguramente protegido del exterior por un parapeto liso que alternaba los macizos con los vanos. Las partes macizas del almenaje, que solían amparar y proteger de las armas arrojadizas a los defensores, coronaban muros y torres.

    El flanco meridional conserva aún una hilera de once merlones cuadrangulares revestidos de mortero: en la fachada Oeste-Noroeste, su número se reduce a apenas cinco, algunos de ellos reforzados con tapiales modernos para evitar su caída sobre las techumbres de las viviendas de este sector.

     El amurallamiento del Castillo parece haber estado primitivamente limitado por cuatro cubos de semicirculares de tapial insertos en la obra, de la que eran elementos principales de refuerzo y flanqueamiento: todos ellos eran de mayor altura que el almenaje y de la misma fábrica que las cortinas. Don D. Bernardo de Espinalt y García, en 1778, en su Atlante Español o Descripción general geográfica, cronológica e histórica de España, aseguraba que el Castillo, por entonces, ya arruinado “en algún tiempo fue Fortaleza de mucha importancia, según demuestra la grandeza de cuatro Baluartes y Murallas dobles, que aún se conservan en parte al lado de Poniente”.

 

Idéntico parecer sostenía en 1808 el célebre viajero francés Alexandre-Louis-Joseph, Conde de Laborde, quien en su Itineraire descriptif de l’Espagne et tableau elementaire des differentes branches de l’administration et de l’industrie de ce royaume hablando de nuestra localidad dice: “Caudete, villa situada al pie de la montaña de Santa Ana, en que aún se ven cuatro fortines del antiguo castillo”.

    Por testimonios fotográficos se sabe que en la década de los años cincuenta de este siglo el cubo de la fachada Noroeste estaba aún almenado: a la altura del adarve se ingresaría a los únicos habitáculos existentes en los cubos, macizos desde su base. 

   Es presumible que el ingreso al recinto principal estuviera orientado al Este y emplazado junto al cubo de este lado de la muralla, lugar en que se puede apreciar un tramo de peldaños enlosados que corresponden a una escalera de acceso que debía correr adosada al lienzo y que comunicaba con la poterna de entrada. 

   En la cortina Sureste, haciendo un cuerpo con el montículo de tierra y escombros que dejó su derribo, se observa asimismo que el núcleo del muro es de tapial, reforzado exteriormente con un basamento de mampostería de piedra caliza o arenisca. Aunque en la actualidad ha desaparecido totalmente, este núcleo de antiguo tapial de basta factura se deja adivinar en el enlace de la muralla con que fue el flanco de Levante.

La cortina del Sur presenta en su cara externa un chapeado de mampostería, siendo el núcleo de este muro también de tapial, según se denuncia en las áreas donde se ha derruido parte de la fábrica. El reforzamiento defensivo de las cortinas con chapeados de piedra, común por otra parte a los castillos de la comarca, se generaliza a partir de la segunda mitad del siglo XIV.

  La utilización de la pólvora supone una verdadera revolución en las técnicas de fortificación y trae consigo la aparición de nuevos materiales y elementos defensivos característicos como las troneras, aberturas angostas practicadas al exterior que permitían el disparo de arcabucería.

En la cortina del Suroeste se hallan los restos de otra torre, en la actualidad también derribada hasta la base, que flanquea los muros de este lado de la fortaleza. Este Torreón presenta un refuerzo o alambor de fuerte inclinación sobre la base del muro cuyo propósito era proporcionarle mayor consistencia contra zapa y mina. 

    Es posible que este espolón estuviera también presente en los restantes cubos. Mayor altura conserva el torreón del vértice Noroeste de la muralla, que aloja una edificación de planta cuadrada, hoy derruida, que se eleva unos dos metros por encima del almenaje y que por su posición – enfrentada al acceso del recinto principal- podría haber sido una torre barbacana destinada a proteger otras puertas o torres laterales de la fortaleza, duplicando y reforzando la defensa de este flanco.

    Los muros -cortinas de este sector son de la misma fabrica que lo cubos de los lados Sur y Oeste, y presentan también refuerzan alambonados que apenas son visibles por el empuje de los tabiques de las viviendas que comprimen esta parte del recinto.

Nos es desconocida la existencia de antemuro o de construcción o e construcción exterior que rodeara o protegiese la muralla exterior. F. Verdeja Páez, en su Descripción general de España e islas dependientes de ella (Madrid, 1827) afirmaba que Caudete a principios del siglo XIX conservaba todavía “restos de sus antiguas fortificaciones”, mientras que D. Sebastián Miñano y Bedoya concretaba más el dato en su Diccionario geográfico estadístico de España y Portugal (Madrid, 1826-1829) y añadía que “fue pueblo murado y aún se conservan restos de sus baluartes.

    Ciertamente, el callejero antiguo de Caudete conserva topónimos que permiten delimitar el perímetro murado de la villa medieval. Así, la Calle de La Abadía (antigua La Rambla) se ajusta al límite septentrional del Castillo hasta la altura de la Plaza de la Iglesia, desde donde el contorno del caserío antiguo queda señalado por la Avenida de la Virgen de Gracia (la llama Calle del Muro) que, después de dos manzanas, da un giro de noventa grados hasta la confluencia con las Calles de la Zafra y Juan López y sigue en línea recta en dirección a lo que se continúa denominando “Puerta de la Villa”.

 El límite meridional de lo que pudo ser el recinto amurallado está constituido por la Calle del Deán Martínez (antigua Calle Ancha), que, trazada también en un amplio arco, sube otros doscientos metros y comunica el extremo Suroccidental del Castillo con la “Puerta de la Villa”. El área acotada comprende un perímetro cercano a los setecientos metros y se caracteriza por la estrechez y el trazado tortuoso de su callejero, con azucaques y arcos (hoy todos desaparecidos), aspectos típicos de los planos urbanos hispanoárabes.

Los límites extremos del recinto murado: La Abadía, Avda. de la Virgen de Gracia, “Puerta de la Villa” parecen claros; también el de la Calle Deán Martínez, por ser continuación del contorno que perfila la antigua Calle del Muro y por su amplitud que contrasta, por ejemplo, con la de la Calle Estrecha, que corre en paralelo a ella y es muestra de la norma urbanística del área descrita. 

Todo, además, nos lleva a pensar en la ubicación extramuros de la primera. Precisamente este sector urbano de Caudete, donde se encuentra el Castillo, la Iglesia Arciprestal de Santa Catalina V. y M., la Lonja y la Manzana de viviendas que ocupa el solar de la primitiva Casa Consistorial de la Villa (actual Calle de Gerardo Matés), se conoce con el nombre de “la Villa”, topónimo alusivo a su condición de núcleo primigenio.

Asimismo, se deduce que el perímetro murado se pudo haber reforzado la defensa de la fortaleza, contaba con al menos tres accesos principales, heredados de tres puertas medievales: la “Puerta de la Villa”, sobre el Camino de Villena; la “Puerta de Valencia”, entre las actuales Plaza de la Iglesia y el tramo rectilíneo que conduce a Madrid y Valencia – Calle Mayor, Plaza del Carmen, S. Antonio Abad- hasta la Plaza de San Cristóbal y Calle de Madrid

Precisamente allí, en los arrabales extramuros de la Villa, en 1586, los Carmelitas de la Antigua y Real Observancia levantaron el Convento y Monasterio de Nuestra Señora del Carmen. Por último, la “Puerta de Murcia”, en la confluencia del Castillo y la Calle del Deán Martínez, sobre el antiguo Camino de Yecla, cierra el perímetro acotado.

NOTICIAS HISTÓRICAS SOBRE EL CASTILLO DE CAUDETE

    Desde el punto de vista arquitectónico, el tipo de construcción más antigua que hemos detectado del Castillo parece ser el núcleo de las murallas Meridional y de Poniente. Su fábrica y la disposición del tapial es inequívocamente de tradición almohade, por lo que cabe situarlo a finales del siglo XII, principios del XIII, coincidiendo cronológicamente con las escasas noticias aportadas por las fuentes musulmanas sobre el lugar de Al-Qabdag (<lat. Caput Aquae “Cabeza de agua”), étimo árabe de Alcaudete o Cabdet de las crónicas medievales cristianas.

   Entre las primeras, solo el geógrafo hispanoárabe Al-Udri (1002-1085), al hacer la enumeración de los Iqlim o unidades comarcales agrícolas de la Cora o provincia de Tudmir, afirma la existencia de dos Bqsa, uno llamado “de la fortaleza” y el otro Bqsra, sin más especificaciones, que M.ª Jesús Ruviera (1989:37) identifica con “el Bogarra de Caudete en el Valle de Villena”. Esto explicaría que Al-Dabbi llamase Bqsea, es decir, Bogarra el lugar que Al-Himyari llama Villena, tal vez porque en el siglo XI fuese episódicamente más importante la población agrícola de la zona de Caudete, ya que era Iqlim en Al-Udri.

Con la llegada de los cristianos, las fuentes historiográficas resultan más abundantes y precisas. La Crónica de Jaime I informa que, poco después de ganarse Valencia en 1239, Don Ramón Folch, vizconde de Narbona, obtuvo licencia del rey para efectuar una razzia sobre el reino de Murcia, y unido a otro contingente aragonés que comanda Artal de Alagón, llegó hasta la comarca de Villena, a la que combaten sin éxito, y luego a Sax, pero se retiró pronto a Valencia (Zurita, III. XXXV).

    Meses después el propio Jaime I también llevó a cabo una entrada por tierras de Murcia, Villena y Sax (Crónica, VI, c.290-295). Asimismo, consta que en 1240 el infante Don Fernando, con aragoneses, fue a combatir a Villena, retirándose en julio ante la reacción musulmana (Zurita, III. XXXVI). Fue poco después cuando los calatravos de Alzañiz con sus caballeros y almogávares lograron ganar Villena, Sax y Salinas y obtuvieron “dels moros los Capdets e Bugarra”.

La intromisión castellana en Játiva, Enguera y Mogente, y la ocupación aragonesa de Villena, Sax, Salinas, Caudete y Bogarra, contrarias ambas al espíritu del pacto de Cazola (1179) por el que se establecían los respectivos límites de expansión, provocaron un conflicto que a punto estuvo de generar en guerra abierta.

 No es necesario advertir que tal tensión hubo de repercutir inmediatamente en las localidades próximas de Castilla con Aragón. En Almizra tuvo lugar el histórico encuentro de 1244, en el que Don Alfonso y don Jaime solventaron sus diferencias, se devolvieron las plazas indebidamente ocupadas y establecieron unos límites duraderos que, en esencia, respondían a las orientaciones de Cazola

     Con la devolución a Castilla de Caudete, Villena y Sax, volvió la tranquilidad a esta frontera. Así, el todavía príncipe Don Alfonso desde Murcia en 12 de mayo de 1244 dona y otorga por heredad a Sancho Sánchez de Mazuelo y a todos los suyos la villa y el Castillo de Caudete, cercano a Bogarra, y la torre de Pexín, que estaba entre Yecla y Chinchilla. 

Ya antes, también desde Murcia el 5 de julio de 1243, el mismo Sánchez de Mazuelo y su hermano Joan Alfonso habían obtenido de Don Alfonso la tenencia del Castillo de las Peñas de San Pedro (Albacete), que anteriormente había pertenecido al Concejo de Alcaraz

El 4 de agosto de 1253, el Maestre de Santiago Don Pelay Pérez Correa, deseoso de cerrar el paso de Alcaraz a sus dependencias de Tobara, que la Villa la había adquirido al Rey Sabio en 1244, celebraba en Uclés un convenio con Sánchez de Mazuelo y su mujer doña María Gonzálvez, y cedía a éste la villa de ella, a cambio de algunos lugares de cuya tenencia y posesión disfrutaban. Entre estos lugares se cita “Alcabdet, el castiello con todos sus términos e pertenecías”. El convenio de cesión no se llegó a cumplir. 

Tres años más tarde, en carta otorgada en Segovia, a 13 de agosto de 1256, Sánchez e Mazuelo vende a don Gregorio, tenente del castillo de Almanza, y a su mujer doña Giralda de Santa Fe la fortaleza y la villa de Caudete y la torre de Pexín, con licencia obtenida del rey Alfonso X. Hemos podido averiguar también que don Gregorio trató en la década de los 70 de poblar la villa y el castillo de Caudete con arreglo a los fueros, franquicias y libertades de Chinchilla otorgados por Sancho IV.

En poder de don Gregorio o de sus herederos debía hallarse la villa de Caudete cuando se produjo en 1296 la invasión del reino de Murcia por Jaime II. Caudete quedó incorporado a la Corona de Aragón en virtud de la sentencia arbitral de Torrellas de 8 de agosto de 1304.

    Se estableció en el pacto que “sy otros castillos avía otro rico amne e órdenes e eglesias e cavalleros dentro los dichos términos, que finquen e sean de aquéllos quanto a la propiedad, mas que Villena e aquellos castillos que son dentro los dichos términos sean de la juridición e del sennorío del rey de Aragón”. A. Merino Álvarez (1915:132-133), basándose en noticias consignadas en Zurita y Cascales, sostiene que por la mencionada de Torrellas el caballero aragonés Ato de Lisón, dueño del castillo de Aguilar u Oxixar, recibió la villa y el castillo de Caudete en compensación de aquella pérdida. 

“Continúo con la misma Jofre de Lisón y después García Jofre de Lisón, quien vendió al fin Caudete al Monarca aragonés y se vino a Murcia, donde fue alcaide del castillo de Monteagudo”. Nada hemos podido averiguar sobre lo que afirma el historiador murciano. Pero sabemos que el 23 de septiembre Fernando IV de Castilla ordena a Joan García de Lisón, hijo de don Gregorio, señor de Caudete y vasallo de don Juan Manual, que prestase pleito-homenaje a Jaume II, cosa que hasta entonces no había hecho y que había provocado la aireada protesta del aragonés en virtud de la cláusula del pacto por las que se absolvía a “los sennores de castiellos de toda naturaleza e deudo e fe de que fueren tenidos” (CODOM, II. 1965:15).

 Posteriormente, Joan García debió entablar mejores relaciones con Jaime II, porque el 8 de agosto de 1311 actuaba como mensajero de su nuevo Rey acerca de don Juan Manuel, de quien se vuelve a decir feudatario en otro documento de 1 de febrero de 1328. Antes, el Señor de Alcaudete, cuando firma la carta puebla de la Villa el 6 de marzo de 1305, dice ser también alcaide del castillo de Villena.

Sabemos sin embargo que en 1329 Joan García de Lisón ya había muerto y que le había sucedido su hijo Pero Eximeno de Alcaudete, quien, por carta firmada en Manises el 10 de julio de 1329, prestaba homenaje de fidelidad a Alfonso IV por el lugar y el Castillo de Caudete. 

   En esta ocasión el Benigno confirmó los privilegios concedidos a la villa por los anteriores reyes de Castilla. Eximero de Alcaudete fue uno de los mensajeros enviados por don Juan Manuel al rey Pedro IV para recibir la carta por la que el aragonés concedía a don Juan el Ducado de Villena. 

El anuncio de esta merced regia está fechado en Zaragoza el 17 de mayo de 1336. Pedro el Ceremonioso, esta vez desde Valencia, volvía a confirmar los privilegios de la villa y el Castillo de Caudete a García Jofre de Lisón, hermano de Pero Eximeno y sucesor suyo en el señorío. 

Es seguro que este Garcí Jofre era vecino de Villena en 1345 y, que por su condición de hidalgo, estaba exento del pago de pechos ordenados por don Juan Manuel en 1339. García Jofre figura, además, como testigo en el pleito-homenaje prestado a don Juan Manuel y a su hijo don Fernando por los procuradores de las poblaciones que poseía en el Reino de Murcia, reunidos en Villena el 1 de marzo de 1341.

El 13 de octubre de 1359, durante la Guerra con Castilla, García Jofre, al que se sigue nombrando señor de Alcaudete, recibe la orden del Rey de reforzar la defensa de la Villa y el Castillo para prevenir las incursiones de las tropas de Pedro I de Castilla en este sector.

 Por último, el 20 de agosto de 1360 se sabe también que el Ceremonioso envía un mensajero a Valencia para pedir a la Generalitat que proveyera fondos con que pagar el salario de los alcaides de los castillos de Caudete y Crevillente y de los ballesteros que allí tenía. Heredero de García Jofre de Lisón, primero de este nombre, debió ser otro Joan García de Lisón, clérigo de la Orden de Santiago. Martín I, al parecer, pretendió despojarse de su heredad sobre la villa y el castillo de Caudete. 

Sin embargo, por carta fechada en Segorbe el 22 de noviembre de 1401, le restituye la propiedad de sus bienes y le confirman los fueros, franquicias y libertades que el lugar disfrutara anteriormente al acto de enajenación del señorío. García Jofre vive todavía el 22 de agosto de 1416, cuando arrienda a censo de un año un molino harinero de su propiedad a Antonio Maestre y a Ana María, su mujer, vecinos de Caudete, conforme testimonia el notario Miguel Darmelles.

Por deudas contraídas con Bernat Despuig, habitante de Játiva, el 24 de noviembre de 1422 fueron subastados los bienes de García Jofre de Lisón, heredero de Juan García y último de los Lisón en el señorío de Caudete. 

    Considerando “com los dits vila e Castells de Captdet eren e son situats em la frontera de auquest Regne e prop de les viles de Ontiyent e de Biar, que son Claus de aqueste Regne”, en representación del Baile General del Reino de Valencia, que administraba el patrimonio real en la circunscripción, interviene en la compra Joan Rotlán, lugarteniente de la Corte de la Gobernación de Játiva. 

Cuatro días más tarde, el 28 de noviembre, Rotlán acuerda los capítulos que necesariamente se deben ofrecer entre la Corona catalano-aragonesa y el Concejo de la Villa. Entre ellos, figura el compromiso solemne de “no poder ser alientas ni separats de la dita Real Corono, (…) e que aço sia tengut jurar lo dit Senyor e servar perpetualment”. 

    También se consideraron propiedad del soberano, y por tanto objeto de arriendo y pecho, el Castillo y “los bancals e terres que son prop del Castell de la dita vila, en los quals ha certes plantes dóliveres e la heretat appellada Oliba e lo morabatí, molí, fforn, carnecería, pes, ort del Senyor e los sdeveniments de la dita vila”. Dichos bienes raíces e inmuebles, gabelas e impuestos serán en los sucesivo administrados por el Baile de la Villa, oficio de designación directa por la Corona, que además, llevaba consigo la tenencia y alcaldía de la fortaleza de Caudete.

Para el periodo 1423-1427 que hemos logrado documentar al completo, el nombre del baile y alcaide de la villa y el castillo es Joan Falquó, a quien nombra micer Joan Merader, Baile General del reino de Valencia, para el desempeño de los oficios el 27 de noviembre de 1422. 

   Falquó, al que también se le encomiendan las bailías de Onteniente y Biar, cuya administración sobre las rentas reales en Caudete estuvo llena de sombras contables, percibe un salario anual estable por sendos oficios de hasta trescientos sueldos de reales de Valencia, que e habría de librar de los censos, impuesto y regalías que los caudetanos debían entregar a la Corona cada año.

Fue el 28 de septiembre de 1427 cuando Alfonso V decide agregar “castrum et villam predictorum del Captdet” en perpetuidad al Patrimonio Real, declaranda en su privilegio, otorgado en Valencia, que ni él ni sus sucesores lo enajenarán de la Corona catalano-aragonesa. 

Dicha decisión será confirmado el 21 de agosto de 1442, según un traslado del citado privilegio que es signado por el Concejo de Caudete apenas estaba abastecida de armas, víveres y pertrechos con motivo del conflicto entre Aragón y Castilla. 

En el mes de mayo, Alfonso V y su hermano y el Lugarteniente General en el reino de Valencia, el infante don Juan de Navarra, entran en territorio castellano, pero la suerte no les acompaña, y solo la intercesión de la reina María, mujer del Magnánimo y hermana de Juan II de Castilla, permite una salida honrosa a los aragoneses, que aunque no de buen grado firman tretas en el mes de julio. 

 Mientras tanto, las noticias que llegan a Valencia de la parte de Ayora, Onteniente, Buñol y otros lugares fronterizos son alarmantes; tanto, que en el curso del conflicto el 11 de septiembre de ese año sabemos que Joan Rotlán, Lugarteniende de la Gobernación dellà la fin de Xuquer, recibe la comisión del batle Joan Falcó para acudir a levantar el cerco a que estaba sometida la Villa y el Castillo de Caudete.

 Rotlán trae consigo huestes de Játiva, Onteniente y otras villas valencianas de la comarca. Al cabo de quince días, el 26 de septiembre, Falcó vuelve a reclutar nuevas tropas – veintidós ballesteros al mando del capitán Jacme Molina – que sustituyeran a las pérdidas ocasionadas a causa de una epidemia de peste que diezmaba a los defensores. Al mismo tiempo, Falcó decide comprar una ballesta de martinete a dos castellanos que se la llevaron cuando el cerco era más estrecho. 

La guarnición estuvo por espacio de 24 días. Por orden de la Generalitat del reino de Valencia, el 12 de noviembre de ese año, el clavario Lluis Blanch entrega a Pascual Conqua ciento cincuenta libras para pagar el sueldo de los ballesteros de las fortalezas de Biar y Caudete. Asimismo, se ordena la fabricación de una bombarda nueva, tarea que se encarga al vecino de Onteniente Bernardo Cirera. 

    Ese mismo año, en octubre, se procede a nombrar alcaide de la fortaleza con un sueldo de cien libras al capitán Sancho de Algarra, quien entrega al Maetre Racional un inventario con los bienes y pertrechos que en ese momento contaba para la defensa de la plaza fuerte.

   Algarra consigna y relaciona, entre otras armas, dos ballestas de tomo, un torno de ballesta, un cajón de dardos, una bombarda que arroja proyectiles de 3,5 libras de peso, ochos escudos, una ballesta de martinete y una bombarda de mano.

    Por sendas cartas de 25 y 29 de julio de 1430, respectivamente, en rey Juan II de Castilla comunica al Concejo de Villena la firma de treguas por cinco años con Aragón y Navarra, y anuncia el envío de su escribano de cámara Ferrado Díaz de Ávila con los capítulos acordados con don Alfonso y Don Juan y que la villa de Villena había de jurar para guarda y cumplimiento de las prenunciadas treguas. 

En los mencionados acuerdos, se estipulaba por parte castellana el pago de indemnizaciones de guerra por los daños, cuantiosísimos, que las tropas habían ocasionado en el lugar de Caudete. Por último, se anunciaba cómo habían de ser restituidos al final de las treguas la Villa y el Castillo, que don Alfonso seguramente debía haber entregado virtud de lo pactado.

Por lo que conocemos, Caudete fue recuperado el 5 de noviembre de 1436. Al día siguiente, don Juan de Navarra, Lugarteniente General del reino de Valencia, en ausencia del Magnánimo, confirma dos cartas de privilegio, una dada en Pamplona el 22 de octubre de ese año, por la que se concedía la alcaldía del castillo de Caudete a Jofre de Borja, caballero, y otra, de igual fecha, mediante la cual notificaba al Baile General la citada concesión y ordenaba que se observara lo contenido en ella. Sin embargo, en abril de 1437 se procedía a nombrar alcaide y baile de Caudete a Bernardo Cabatero.

La Villa y el Castillo de Caudete, que disfrutaban del privilegio de no poder ser separados ni alienados de la Corona, fueron entregados a mosén Jacme Ferrer, camarero del rey don Juan de Navarra, por la suma de tres mil florines de oro de Aragón

No sentó bien la enajenación de los tres estamentos, que en Cortes celebradas en Valencia el 15 de marzo de 1443 bajo la presidencia de doña María, reina de Aragón y Sicilia, primero, y de don Juan de Navarra, Lugarteniente General del reino, después, manifestaron, entre otras cosas, que el rey Alfonso V, ausente en Nápoles, había efectuado la referida venta quebrando los fueros del Reino, y que “lo dit Senyor no membrant-se del dit privilegi hauria alienat de fet, mes no de dret, la dita vila et Castell en Jacme Ferrer, ciutadá de Xátiva, cambrer de aquel”, por lo que el Brazo Real entendía que la “alienació nul·la o no és de alguna efficàcia e valor” (I. Gironés Guillem: 1991:136-137).

El llamado “fet de Capdet” no se volvió a tratar hasta la nueva sesión de Corte de 20 de diciembre de 1445, violentando el interés que mostraba la Villa Real de Onteniente para que el asunto se resolviera favorablemente, lo que le valió que la reina regente doña María, desde Zaragoza, el 26 de junio de 1442, remitiera a su Consejo una breve carta de agradecimiento por su intervención en la defensa de la villa vecina. 

      Finalmente, se acordó por parte del Lugarteniente General don Juan de Navarra la venta de la Villa y el Castillo de Caudete al Concejo de Onteniente por igual suma que había pagado Jacme Ferrer, y solo en caso de que fuese urgente la necesidad de dineros de la Corona. Se argumentó que “la dita vila de Captdet es situada dins en la frontera de Castella, la qual axí per los termens de aquella com a la xovint én mols congoxada e maltratada per los del regne de Castella, en tant que si aquella no és cuidada per alguna gent poderosa que haguessem cara de aquella, poría venir en gran destrucción e dampnació e perdiment dels térmens de quella com de totes diez los catellans se farten de ocupar los termes de aquella” (I. Gironés Guillem: 1991:137).

La agregación a la villa de Onteniente, “la qual és molt vehina de la vila de Capdet, e assats poderosa ab lo forse de la cual la dita vila de Capdet porà ésser deffesa e conservada al servey del Senyor Rey”, se hizo efectiva el 1 de julio de 1446 y la confirmó de nuevo el Magnánimo el 13 de julio desde Castronovo, en el reino de Nápoles,

     Asimismo, Alfonso V reservó la carta de gracia para que la Villa y el Castillo de Caudete tuvieran facultad para separarse de Onteniente, siempre que reintegraran la totalidad del precio pagado en cuatro veces a su antiguo propietario Jacme Ferrer. 

La Corona se adjudicaba un plazo de dos meses para aprobar, ratificar y confirmar la venta, que finalmente se hizo efectiva el día 2 de agosto de 1446. Quince días más tarde, el 17 de agosto, se testimonia el pago de las dos primeras ápocas correspondientes a la suma total de tres mil trescientos florines que se habían de entregar a Ferrer, en concepto de amortización de sus derechos sobre Caudete y la torre de Bogarra (I. Gironés Guillem: 1991:148-150). 

No volvemos a tener noticias del asunto hasta el 8 de junio de 1458 en que se documenta la amortización por parte del Consejo de Onteniente de las pagas restantes que se debían aún al camarero de don Juan de Navarra, Jaume Ferrer, pasando definitivamente a su jurisdicción “castro et villa de Capdet et turri de Bugarra in codem regno Valencie” (I. Gironés Guillem: 1991:150-152). 

Por último, del 7 de noviembre de 1458 data un traslado de carta de Joan II por la que confirma las provisiones y privilegios de otra anterior de 4 de septiembre a la villa de Onteniente sobre las posesiones adquiridas en nuestra localidad (I. Gironés Guillem: 1991:153-155).

    Entretanto, el 3 de junio de 1454 la alcaldía del Castillo de Caudete es asignada a Salvador Olives, baile de Onteniente, oficio que desempeñará hasta 1457. El 21 de noviembre de 1458, ante Joan Avellán, baile y alcaide de la fortaleza de Caudete, se presentó una carta de privilegio por la que mosén Berenguer Mercader, Baile General del reino, concedía por orden del rey don Juan II la escribanía del lugar a Pere Marí. 

Finalmente, el 30 de mayo de 1467, desde Valencia, el mismo Baile General, pide a las autoridades de Onteniente que en el mes de agosto envíen sus representantes a la Corte de la Bailía para aclarar las diferencias pendientes con Caudete.

    Don Juan II de Aragón restituyó a la Corona la Villa y la fortaleza de Caudete el 12 e agosto de 1470 comprándola de nuevo al Concejo de Onteniente, en virtud de un acuerdo de las Cortes del reino de Valencia el 28 de mayo de ese mismo año. A petición de los caudetanos, don Fernando, entonces sólo príncipe de Castilla y León y rey de Sicilia, acuerda suspender a los de Villena en el uso de las franquicias de que gozaban en el reino de Valencia.

     El fondo de la suspensión del privilegio no era otro que el complejo contencioso que enfrentaba a ambos lugares por el usufructo y la jurisdicción sobre el término de los Alhorines. Se apeló por parte de Villena de este desafuero, y el mismo Príncipe, por carta fechada en Valencia el 4 de noviembre de 1472, ordena a Berenguer Mercader, Baile General del reino de Valencia, y a Joan Puig, baile de la ciudad de Játiva, que guarden las franquezas anteriores a los vecinos de Villena, al propio tiempo que encomienda el arbitraje del pleito de términos a Francisco de Malferit, lugarteniente de la Gobernación, a mosén Gaspar Fabra, baile de la villa de Caudete, y a mosén Pedro Pacheco, alcaide de la villa de Villena (J.M. Soler García: 1974:334-335). 

Cuatro años después de la fecha de la carta, en enero de 1476, los de Villena se sublevan contra el marques don Pedro Pacheco por causa de los cristianos nuevos que vivían bajo su protección. Para sofocar la revuelta se nombra al capitán Gaspar Fabra, que había sido puesto al servicio de los jóvenes príncipes por el rey don Juan II, y somete a la villa a un fuerte asedio que culmina el 23 de enero de 1476. El 20 de febrero se firma una capitulación entre los villenenses y el capitán Fabra.

 El 31 de marzo, don Fernando y doña Isabel, desde Medina del Campo, nombran a Gaspar Fabra Capitán y Justicia Mayor en Villena y en las otras villas o lugares de la frontera en donde residieses. EL 1 de abril confirman, también desde Medina del Campo, todos los privilegios, mercedes y franquicias otorgados a Villena.

  Por último, el 20 de mayo del mismo año, esta vez desde Valladolid, vuelven a confirmar a Villena sus privilegios y los capítulos que Fabra había jurado y prometido en su nombre (J.M. Soler García: 1974:105).

Hasta el 1 de marzo de 1480 en que se produce la capitulación definitiva de D. Diego López Pacheco (J.M. Soler García: 1974:105-112), la frontera meridional del reino de Valencia con el Marquesado de Villena fue escenario de frecuentes encuentros armados, con motivo del conflicto sucesorio de Castilla.

 Poco se conoce del papel activo que desempeño la fortaleza de Caudete durante ese periodo, seguramente sometida como otras de la comarca a los desastres de una guerra que agotó sus escasas reservas materiales y humanas. 

    Con los nuevos tiempos, la situación de la Villa y el Castillo de Caudete apenas varía. Por lo pronto, e l11 de noviembre de 1491 don Fernando de Aragón concede a Jaume García el cargo vitalicio de baile y alcaide de Caudete, por fallecimiento de Gaspar Fabra quien, mientras vivió, según se dice en el privilegio, “teneret et possideret alcaydiam et baiuliam castri et loco de Caudete in regno Valenti”.

Sin embargo, el Rey Católico, por carta fechada en 23 de diciembre de 1500, comunica al Baile General del reino de Valencia la gracia que acaba de conceder a Guillem March, camarero que fue del Príncipe don Miguel, su nieto ya fallecido, sobre las rentas reales que poseía en Caudete. La mencionada donación, que provoca una valiente pero respetuosa del funcionario real, se ratifica en otro privilegio de 16 de enero de 1501.

   Las franquicias y mercedes a Guillem March se amplían, y así el 27 de octubre de 1502, desde Zaragoza, concede también a un heredero de March y a éste al privilegio de ser asistidos por el baile y escribano de la Vila siempre que quieran realizar construcciones y mejoras en casas, molinos, castillo, escribanía o carnicería.

 En una nueva provisión de 12 de abril de 1505 se autorizan a Guillem March, arrendador de las rentas de la Villa de Caudete, a que de los impuestos y gabelas reales se pagase lo que aún se debía a Jaume García, antiguo baile y alcaide, desde 1491 hasta su renuncia a los mencionados oficios, y se ordena al Maestre Racional don Diego de Torres a que admita dichos pagos en las cuestas del arrendador.

 Anterior, fue el privilegio que Fernando II firmó en la ciudad de Toro el 22 de febrero de 1505, porque concedía con carácter vitalicio a Guillem March y a un heredero suyo la bailía del Castillo y el lugar de Caudete, que había quedado vacante por renuncia de Fernando de Santángel, procurador de Jaume García, quien le autoriza en documento firmado en Valencia el 17 de diciembre de ese año. 

Por último, en Zaragoza el 30 de septiembre de 1518, la reina regente doña Juana y el joven Rey Carlos I, vuelven a confirmar los privilegios y franquezas de que Guillem March y un hijo habían sido dotados por Fernando II. Guillem March otorga testamento en 1530, y desde ese momento hasta 1560, en que tomará posesión el caballero valenciano D. Pedro de Quintana, le sucede su hijo Alfonso March en los oficios y arriendo de la Villa y el Castillo de Caudete.

Caudete, abril-mayo de 1995.

Bibliografía:

Aznar Ruiz, R. Els Castells del Vinalopó. Valencia. Generalitat. 1995

CODOM. Colección de Documentos para la Historia del Reino de Murcia- Ed. Juan Torres Fontes. II. Murcia. Alfonso X. 1969

Gironés Guillem, I. Els pergamins d’Ontiyent. Ontiyent. Ayuntament. 1991

Merino Alvarez, A. Geografía histórica de la provincia de Murcia. Madrid. 1915

Rubiera, M.ª Jesús. Villena en las calzadas romana y árabe. Villena. Ayuntamiento. 1989

Soler García, J.M. Aportación al estudio del pleito de los Alhorines (en Primer Congreso de Historia del País Valenciano) III. Valencia. 1976

Soler García, J.M. La Relación de Villena de 1575. Alicante, I.E.A. 1974

 

ACTUACIONES EN EL CASTILLO DE CAUDETE 

1.- AÑO 2.000:

Proyecto básico y de ejecución de la restauración del castillo de Caudete.

(Ejecución: 2.000)

PROMOTOR: M.I. AYUNTAMIENTO DE CAUDETE

AUTORES:     PROA, s.cv.

            JOSE LUIS SIMON GARCIA. Doctor en Historia.

GABRIEL SEGURA HERRERO. Arqueólogo.

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Arquitecto

DIRECCIÓN FACULTATIVA:

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Arquitecto

FRANCISCO ROSIQUE VALIENTE. Arquitecto técnico.

2.- AÑO 2.001:

Proyecto básico y de ejecución de la restauración del castillo de Caudete. 2ª Fase.

(Ejecución: 2.001)

PROMOTOR: M.I. AYUNTAMIENTO DE CAUDETE

AUTORES:     PROA, s.cv.

            JOSE LUIS SIMON GARCIA. Doctor en Historia.

GABRIEL SEGURA HERRERO. Arqueólogo.

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Arquitecto

DIRECCIÓN FACULTATIVA:

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Arquitecto

FRANCISCO ROSIQUE VALIENTE. Arquitecto técnico. 

3.- AÑO 2.002:

Proyecto básico y de ejecución de la restauración del castillo de Caudete. 3ª Fase

(Ejecución: 2.002-2.003)

PROMOTOR: M.I. AYUNTAMIENTO DE CAUDETE

AUTORES:     PROA, s.cv.

            JOSE LUIS SIMON GARCIA. Doctor en Historia.

GABRIEL SEGURA HERRERO. Arqueólogo.

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Arquitecto

DIRECCIÓN FACULTATIVA:

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Arquitecto

FRANCISCO ROSIQUE VALIENTE. Arquitecto técnico.

(En esta fase se demolieron las viviendas que se apoyaban en la muralla)

4.- AÑO 2.003:

Proyecto básico y de ejecución de la restauración del castillo de Caudete. 4ª Fase

(Ejecución: 2.004)

PROMOTOR: M.I. AYUNTAMIENTO DE CAUDETE

AUTORES:     TPC, S.L. Trabajos de Patrimonio Cultural

            JOSE LUIS SIMON GARCIA. Doctor en Historia.

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Doctor Arquitecto

GABRIEL SEGURA HERRERO. Arqueólogo.

DIRECCIÓN FACULTATIVA:

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Doctor Arquitecto

FRANCISCO ROSIQUE VALIENTE. Arquitecto técnico. 

5.- AÑO 2.003:

Proyecto básico y de ejecución de la restauración del castillo de Caudete, Fase V: Acondicionamiento del Albaccar o Real del Castillo

(Ejecución: 2.004)

PROMOTOR: M.I. AYUNTAMIENTO DE CAUDETE

AUTOR:  JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Doctor Arquitecto

DIRECCIÓN FACULTATIVA:

JOAQUÍN GARCÍA SAEZ. Doctor Arquitecto

FRANCISCO ROSIQUE VALIENTE. Arquitecto técnico.








































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