sábado, 22 de agosto de 2020

"Socialdemocracia. No quiso, no supo, no pudo o quizás abusó", por Óscar de Caso. "Los sindicatos abusaron de su gran poder acumulado y aumentaron mucho la presión".


    En su origen, debido a que la gran mayoría de la clase obrera no contemplaba la revolución como método para alcanzar el poder, ya que el status de vida no era tan lamentable como pudiera parecer; se optó por el sistema democrático, es decir, penetrando en el sistema para en un futuro ganar las elecciones y poder nacionalizar los medios de producción.

          A pesar de que en los años veinte se estableció el sufragio universal (sólo para los hombres); la socialdemocracia observó que los votos de la clase obrera no eran los suficientes para alcanzar la victoria, lo que les obligó a echar mano de las clases medias y tratar de convencerlas de las alegrías del socialismo. Mientras tanto, tuvieron que aplazar su ideario y sumergirse en el modelo capitalista, y conseguir sobrepasarlo.

          Este aplazamiento de programa les pilló con un gran desconcierto al no saber gestionar desde dentro del capitalismo. Tan sólo anunciaban medidas socialistas ortodoxas como: nacionalizar los medios de producción, mejora de condiciones laborales y salariales, huelgas, seguro de enfermedad, etc.

         El primer gobierno socialista alemán e inglés en los años veinte quiso hacer ver que eran unos tipos responsables, moderados, e incluso austeros. Tuvieron la desgracia de que les sobrevino La Gran Depresión (1929), que  obligó a  ayudar al empleo con una política de expansión del Presidente Roosevelt y del economista Keynes que convirtió sus ideas en el catecismo de la socialdemocracia, obteniendo un próspero período de treinta años donde creció la actividad de una política social de demandas y unos servicios sociales que años más tarde denominaron Estado de Bienestar o los treinta gloriosos  donde aunaban la moderación salarial con políticas de inversión por parte de los empresarios, aumentando las exportaciones de manera sensible. 

   Fue de un sentido común admirable, tanto que, hasta cuando ejercían el poder los partidos conservadores se acercaban, muy próximos, al ideario Keynesiano.

          Se ha de observar, que en estos treinta gloriosos años nunca hubo mayoría socialdemócrata en el poder en Europa. Así mismo, debemos tener en cuenta que, en este período, los gastos sociales no fueron relevantes. ¿Qué motivo nos obliga a celebrar estos años como triunfo de la socialdemocracia?

  Acto seguido se lo escribo: la clase trabajadora poseyó un fuerte poder de negociación, logrando algo que, hoy por hoy, está pasando a ser una utopía: Alcanzar un equilibrio en la relación entre capital y trabajo, consiguiendo importantes logros de organización y negociación colectiva donde participaban los sindicatos junto a las asociaciones empresariales e incluso el gobierno.

         ¿Por qué se jodió este práctico y eficiente invento de relaciones laborales? Por lo de siempre, benditos lectores. Los sindicatos abusaron de su gran poder acumulado y aumentaron mucho la presión, apareciendo tensiones inflacionistas que hicieron pedazos la estructura productiva y económica que se había alcanzado entre capital y trabajo.

          Como de esos polvos aparecieron estos lodos, en 2018 los partidos socialdemócratas habían perdido 4 de cada 10 votantes con respecto a 1950. Es a mediados de los ochenta, con la incorporación de Grecia, Portugal y España, cuando se recupera, consiguiendo un notable resplandor de los partidos socialistas, con un apoyo medio del 36% en Europa

A partir de entonces, comienza un paulatino declive, “agonizando” con la Gran Recesión del 2008; momento en el que la afiliación a los sindicatos por parte de los trabajadores se haya en mínimos; salvándose de esta debacle los países nórdicos junto con Bélgica. Al reducirse la unión entre los trabajadores la capacidad de acción del grupo se diluye, y es junto a los avances tecnológicos y de organización del trabajo los que logran casi su difuminación.

          La globalización ha favorecido la baja presión fiscal a las grandes empresas que amenazan a sus empleados con deslocalizar las factorías y hacen competir a los estados a la baja en sus concesiones fiscales. Cuanto mejor se mueva el capital la capacidad de los trabajadores para defender sus intereses económicos es menor, con ello se logra que aumenten en mayor medida las rentas del capital más que las rentas del trabajo.

          Como es palpable, la clase media está desapareciendo debido a que los trabajos que éstos desarrollaban se están perdiendo; en consecuencia, al ser estas personas la base social de la socialdemocracia, ésta va desapareciendo con ellos. A este grupo de trabajadores se les ha llamado “los perdedores de la globalización” provocando esta pérdida el ascenso de aquellos que reciben el nombre de populistas.

          Si en un momento de delirio festivo se llegó a imaginar que la Unión Europea podría favorecer la socialdemocracia, la realidad nos ha proporcionado un tremendo y cruel “zasca”, ya que esa supuesta fantástica unión tan sólo ha sido monetaria y económica. El pequeño resultado favorable logrado ha sido por la competencia económica de los principios neoliberales. 

   El grave problema con que carga la izquierda contemporánea es que su sentido común se ha vuelto neoliberal, para ello el primer objetivo a cumplir por los socialdemócratas es deshacer ese terrible sentido común.

          Resumiendo, hay que ser un optimista enfermizo para imaginar que alternativa puede ofrecer la socialdemocracia actual a la terrible desigualdad entre ricos y pobres a la que nos obliga el neoliberalismo. 

          En el año 1989 Joan Manuel Serrat firma la canción que le debía a su ciudad natal. Le puso por título “Barcelona i jo” (Barcelona y yo) dentro del disco “Material Sensible".


A medida que llegan hombres

se hace grande la ciudad.

A medida que los pies le crecen

se le achica la cabeza.

A medida que crece olvida,

hinchada de vanidad,

que bajo el asfalto está la tierra

de los antepasados.

A medida que pierde la medida

va llenándose de prisioneros,

de robinsones de andar por casa,

náufragos en medio del barullo

que viven vidas pequeñas

en pequeños mundos de hormigón.

Así están las cosas entre

Barcelona y yo.

Mil perfumes y mil colores.

Mil caras tiene Barcelona.

La que Cerdà soñó,

la que malogró Porcioles,

la que devoran las ratas,

la que vuelan las palomas,

la que se remoja en la playa,

la que trepa por las colinas,

la que por San Juan se quema,

la que cuenta para bailar,

la que me vuelve la espalda

y la que me da la mano.

A medida que la camino

bajo los pliegues de su vestido

y le repaso las arrugas

con la puntita del dedo

me silban las esquinas

aquella vieja canción

que sólo sabemos la luna,

Barcelona y yo.

La quiero desnuda y entera

resbalando entre los dos ríos

con sus fantasías

y sus cicatrices.

La quiero con el entusiasmo

de un caloyo enamorado

porque está viva y porque se queja

mi ciudad. 

1 comentario:

  1. Si queremos que toda la producción se vaya a la mierda, nacionalicesmolas. Solo hay que re pasar la historia.

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