miércoles, 4 de agosto de 2021

"Estamos obligados a que las nuevas y necesarias utopías se hagan realidad", por Óscar de Caso. “Remover los obstáculos que hacen imposible las utopías no es otra cosa que las tareas revolucionarias".

        Porque como reza la RAE, Utopía es: plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación. Gran parte de la gente piensa y afirma que utopía es algo que no está al alcance de nuestra mano, algo idealizado, etéreo; objetivo que tan solo se puede pensar en el imaginario propio; casi una pérdida de identidad y, por último, lo más lamentable, lo asimilan a un esfuerzo vano y estéril.

           Hay otra parte de la sociedad, cada vez más numerosa, que se esfuerza y que necesita que sea una realidad social, y que se cumpla; una forma de cambiar, y que se cumpla; una evidencia innegable, y que se cumpla.

          Si buscamos en el historial obrero (y estamos obligados), fácilmente nos encontraremos que la jornada laboral de ocho horas, el descanso semanal, la higiene y seguridad en el trabajo, el despido improcedente, la baja por enfermedad, las vacaciones pagadas, los comités de empresa, los sindicatos y media docena más de utopías que en su momento y contexto eran impensables, y que ahora son de obligado cumplimiento; esto último, entre comillas. 

No se trata de una mirada melancólica al pasado, sino de una respuesta audaz a la altura de las crisis de la Gran Recesión de 2008 y la Gran Pandemia de 2020.

          Ni en aquel tiempo ni en la actualidad existen impedimentos físicos o científicos para poder llevar a cabo las utopías. Si tenemos el coraje, la fuerza de voluntad y un desprendimiento casi total de egoísmo si pensamos en el “nos”, más que en el “yo”; conseguiremos parecidos logros a los que obtuvieron nuestros antepasados.

          Con esta maldita y desgraciada moda neoliberal que se ha instaurado (y que trata de hacerse fuerte cada día más), y que ha conseguido poner fin al estado de bienestar que obreros y patronal acordaron, cediendo ambas partes en sus pretensiones, al finalizar la Segunda Guerra Mundial y que todos hemos conocido como Estado de Bienestar.

    Ahora puede ser el momento, cuando quede atrás esta terrible enfermedad, de volverse a plantear nuevas utopías, necesarias para amplias capas de la población que se han maltratado con estas pandemias y recesiones. Para poder lograrlo, tanto en el aspecto político, cultural o social tendremos que hacer, mirando otra vez la historia: otra revolución.

          Alejen de su pensamiento revolucionario, benditos lectores, cualquier tipo de autoritarismo, comunismo, vandalismo y cualquier otro ismo similar; no se me asusten. La tercera acepción del término revolución según la RAE es: “cambio rápido y profundo en cualquier cosa”.

      A ella me ajusto cuando escribo revolución. No hace falta aspirar a un Estado socialista, o comunista o anarquista…, puede que llegue en su momento, hay que pedir que la utopía sea la plena realización de los derechos humanos para más de 7.000 millones de habitantes que tiene el planeta. Revolución, y sangrienta, es la que han hecho estos oligarcas neoliberales, llevando a la precariedad y al hambre a millones de familias indefensas.

          Concluiré el escrito de hoy con unas procedentes palabras de don Julio Anguita: “Remover los obstáculos que hacen imposible las utopías no es otra cosa que las tareas revolucionarias. Somos utópicos a fuerza de ser realistas, sensatos y portadores del mayor sentido común”.

Para el escrito de hoy lo más procedente también es escuchar la canción del señor Serrat titulada “Utopía”.

Se echó al monte la utopía

perseguida por lebreles que se criaron

en sus rodillas

y que, al no poder seguir su paso, la traicionaron;

y hoy, funcionarios

del negociado de sueños dentro de un orden

son partidarios

de capar al cochino para que engorde.

¡Ay! Utopía,

cabalgadura

que nos vuelve gigantes en miniatura.

¡Ay! ¡Ay! Utopía,

dulce como el pan nuestro

de cada día.

Quieren prender a la aurora

porque llena la cabeza de pajaritos;

embaucadora,

que encandila a los ilusos y a los benditos;

por hechicera,

que hace que el ciego vea y el mudo hable;

por subversiva,

de lo que está mandado, mande quien mande.

¡Ay! Utopía,

Incorregible,

que no tiene bastante con lo posible.

¡Ay! ¡Ay! Utopía

que levanta huracanes

de rebeldía. 

Quieren ponerle cadenas.

Pero, ¿quién es quién le pone puertas al monte?

No pases pena,

que antes que lleguen los perros, será un buen hombre

el que la encuentre

y la cuide hasta que lleguen mejores días.

Sin utopía

la vida sería un ensayo para la muerte.

¡Ay! Utopía,

cómo te quiero

porque les alborotas el gallinero.

¡Ay! ¡Ay! Utopía,

que alumbras los candiles

del nuevo día.

  

2 comentarios:

  1. Para no ser demasiado extenso. Uno mira el mapa e imagina a los países donde quisiera ir si pudiera. Donde vivir. No creo que ni el autor quisiera ir a otro que no fuera lo que dice neoliberal, de esos que aumentan el hambre, la precariedad y la muerte.
    La utopía no va por ellos sino por establecer un plan, objetivos, medios, plazos, etc. justamente donde de veras hay hambre y enfermedad. Esa debe de ser la utopía, que dice.

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  2. Bruno, puede ser en los países donde gobierna con mano dura los comunistas.

    Soy Arturo Pérez Reverte

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