sábado, 12 de febrero de 2022

"Caudete en la pandemia de 1918 y su exagerada mala fama", por Miguel Requena Marco. Artículo publicado en el segundo número de la Revista de estudios y divulgación histórica "Capdetania. Tierra de Fronteras".

"Caudete en la pandemia de 1918, y su exagerada mala fama".

Miguel Requena Marco.


Miguel Requena Marco, una de las personas más
 cultas de nuestro pueblo, nacio en
1944. Tras cursar los estudios Filosóficos y Teológicos con los
Franciscanos, se Licenció en Filología Hispánica en la UAB en
1974, donde después, en 1979, se Doctoró.

Tras un largo lectorado en una Universidad italiana (Padua) y
uno corto en otra alemana (Bochum), ejerció su labor docente en
la Escuela Universitaria de Traductores e Intérpretes de la
Universidad Autónoma de Barcelona, donde continuó tras
convertirse dicha Escuela en la Facultad de Traducción e
Interpretación, con algunas asignaturas en el Departamento de
Filología Española.


Sus trabajos para conseguir la Licenciatura y Doctorado giraron
en torno a las traducciones bíblicas medievales castellanas, que,
junto con la literatura castellana medieval y del Siglo de Oro, y,
en menor medida, la medieval latina, centraron sus intereses,
sobre lo que publicó algún artículo.
Como aficionado a la poesía, tiene escritos dos libritos de poemas:
"Aguas vivas" (Panda Edizioni, Padua,1987), y "Antonianas"
(Master Editore, Padua,1990).

    Preparó las Ediciones de estos dos textos: Lazarillo de Tormes
(Círculo de Lectores, Barcelona, 1988), y Episodios Caudetanos
Drama histórico en tres actos y en verso (Caudete, 1988).

Tradujo dos libros del latín, uno de prosa y otro de poemas: "La
Assidua. Vida primera de San Antonio" (Edizioni Messaggero,
Padua, 1984), y "Poesía goliárdica" (El Acantilado, Barcelona,
2003), con traducción métrica. Este libro fue el resultado de la
Ayuda a la Creación Literaria en la modalidad de Traducción del
Ministerio de Cultura en el año 1990.

Algunas traducciones métricas de poesía han aparecido en los
siguientes libros: La Poesía Española. Antología comentada. I:
De la Edad Media al Renacimiento (Círculo de Lectores,
Barcelona), con traducciones métricas de textos poéticos
castellanos medievales y de cantigas galaicoportuguesas, y Mil
años de poesía europea (Planeta, Barcelona, 2009), con algunas
traducciones métricas del latín, francés y altoalemán.

También ha participado en la edición de Don Quijote de la
Mancha (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2004, 2 vols.) como
colaborador y recopilador de los refranes) 

      Todos sabemos, un siglo después, la mala fama que adquirió Caudete por toda España, y aun ultra fronteras, en la pandemia de 1918, y que ha llegado intacta hasta nuestros días. Fama en gran parte injusta y magnificada.

     Esta pandemia, la más letal de la humanidad, probablemente se originó en Kansas (Estados Unidos de América) a primeros de marzo de 1918, y terminó en 1920 (otros candidatos de su origen son China y Francia, e incluso se ha especulado con un origen simultáneo en distintos continentes). En Europa habría comenzado con las tropas norteamericanas que llegaron a Francia para intervenir, ya al final, en la Primera Guerra Mundial

Los epidemiólogos creen que pudo infectar a unos 500 millones de personas, un tercio de la población mundial de entonces, y que mató a entre 50 y 100 millones de personas, es decir, a entre un 10 % y un 20 % de los infectados. No hay cifras precisas: hay quien calcula que la población mundial era de 1.800 millones, y que la morbilidad habría afectado a la mitad de la población o incluso a dos tercios de ella. La tasa de mortalidad en relación con la población mundial se hace oscilar entre el 2,5 y 6 %

Tuvo unas drásticas particularidades: su rapidez de contagio y virulencia, y el cebarse en gran medida en personas jóvenes y sanas, entre los 20 y los 40 años, diversamente del curso de las gripes, que atacaban especialmente a niños y ancianos. 

La primera ola, o de la primavera, fue benigna; la de otoño, o segunda ola, fue letal: se estima que la mitad de las víctimas se concentró entre mediados de septiembre y principios de diciembre de 1918, en que terminó. En enero de 1919 estalló en Australia una tercera ola, que volvió a Europa y Estados Unidos, y terminó en el verano de 1919. 

Era tan mortífera como la primera, pero al haber acabado la guerra en noviembre de 1918, ya no encontró tantas facilidades para su expansión, y se sospecha que la población ya había creado inmunidad, que sería la causa de su extinción (a pesar de todo, en 1920 aún hubo un pequeño rebrote). El nombre que se dio al virus de esta gripe es el de H1N1 (tipo A, con genes de origen aviar), un descendiente del cual aún provoca gripes en los cerdos.

 La gripe mata de dos formas: rápida y violentamente, con una neumonía vírica, o bien indirecta y más lentamente, destruyendo las defensas del cuerpo y permitiendo que las bacterias provoquen una neumonía bacteriana, que es lo normal. Pero esta pandemia mostró una virulencia extrema. 

Y lo que mataba a los jóvenes al poco de infectarse no era el virus, sino una descontrolada respuesta inmune. Las personas jóvenes más expuestas a morir eran las embarazadas. Casi la mitad de las muertes relacionadas con la pandemia fueron adultos de entre 20 y 40 años (con prevalencia de hombres sobre mujeres). 

Fue significativo el porcentaje de muertes en menores de 5 años, especialmente hasta los de dos, y con los numerosos abortos descendió el índice de la natalidad. Los síntomas no eran siempre los mismos, y en muchos de los infectados que sobrevivieron dejó graves y variadas secuelas, en muchos de por vida.

     El primer brote de esta pandemia se originó en mayo de 1918 en Madrid algunos días antes de los festejos de San Isidro, que se celebra el 15 de mayo, y, al igual que ocurrió en Caudete (en el segundo brote u ola), estas aglomeraciones festivas habrían contribuido a su difusión.

   El segundo brote, con cuadros gripales más graves y mayores complicaciones pulmonares, comienza a aparecer a finales de agosto. De Madrid se extendió rápidamente por ciudades y pueblos, y alcanzó su pico en octubre. 

Parece que estuvo presente antes en los cuarteles que en la población (y reclutas y soldados licenciados actuaron como propagadores, como asimismo en el primer brote), y se relaciona también con la vuelta de temporeros españoles y portugueses de Francia (y también con la repatriación de soldados portugueses que habían intervenido en la contienda bélica). 

Y hay otro elemento a tener en cuenta, que también afectó a Caudete: la celebración de fiestas patronales o ligadas al final de las cosechas a últimos de agosto y primeros de septiembre.

    Esta segunda ola atacó, además, con más fuerza, en los lugares no azotados por la primera ola, entre ellos Caudete (y las provincias de Albacete, Alicante y Valencia). El tercer brote tuvo lugar en la primavera de 1919.

Los primeros casos comienzan a aparecer en Caudete en la segunda mitad de agosto. Precisamente el 11 de este mes apareció en Caudete el primer número del semanario El Faro Caudetano, desde el que podemos ver cómo se vivió este azote en nuestra villa.

 Gracias a Joaquín Medina Íñiguez se han conservado los números del 1 a 14, con defecto del 6 y el 12 (aunque en malas y defectuosas fotocopias) de este semanario, de cuatro páginas (impreso en la imprenta de Antonio Molino, en Almansa)[1], que un reducido número de animosos jóvenes creó con ansias de perpetuarse en el tiempo, pero que, como otras publicaciones similares de paisanos interesados en el progreso de su pueblo, tuvo una vida efímera.

 También es de agradecer que Antonio Conejero Rodríguez, Presidente de la Asociación Cultural Amigos de la Historia Caudetana, los haya puesto en el blog de la Asociación que preside (http://amigosdelahistoriacaudetana.blogspot.com). 

Salió a la luz el primer número de esta publicación el 11 de agosto de191 8, y el número 14 apareció el 17 de noviembre del mismo año 1918, es decir, que abarcan el período de la pandemia que ese mismo año azotó tan despiadadamente a Caudete y que nos pueden servir como un testigo vivo en esos trágicos meses, que complementan la documentación que nos ofrecen las actas de la corporación municipal.

 El mismo Joaquín Medina Íñiguez, en su blog (https://blogjoaquinmedina.blogspot.com) publicó un reportaje sobre la vida de esta revista, con fecha de 28 de febrero de 2020, y, con fecha de 12 de abril de ese año y en el mismo blog, apareció un más largo artículo de Santiago Aguilar sobre la citada revista y la pandemia.

Ya en el número 1, casi al mismo tiempo que empezó a manifestarse en el pueblo la pandemia, se meten, aunque en tono humorístico, con la balsa del Moto (“balneario” de la Empresa de Aguas de Arriba) y el adyacente matadero público, crítica que se acentúa en el número 2 (“centro de putrefacción y de microbios que no son nada amigos de nuestra salud”), terminando con esta advertencia, que no por hacerse en estilo jocoso deja de tener una fuerte carga crítica: “Conque mucho cuidado con pasar por allí sin hacer antes el testamento; porque alguno irá pero no volverá”, que leído a posteriori parece encerrar un aciago presagio, sabido que después fue considerado este antihigiénico lugar como una poderosa causa de la infección.

Y en la sesión del Ayuntamiento del 25 de agosto, ya se apunta a la desaparición de esta balsa, como foco de infección:

El Sr. Martí Golf manifestó que la calle del Moto es una de las más castigadas por la epidemia reinante y que lo atribuye a las emanaciones insalubres de la balsa llamada también del Moto, por lo cual propuso que desaparezca esta por constituir un foco de infección y que al efecto se dirija oficio al Presidente del Heredamiento del Agua de Arriba. El Ayuntamiento acordó tomar en consideración la propuesta por el citado Sr. Concejal y que se proceda a instruir el expediente a fin de resolver en definitiva, previo informe de la Junta Municipal de Sanidad y demás trámites que correspondan. 

Y asimismo a la de la acequia descubierta de la calle de las Moreras:

También se acordó que, previos los informes y actuaciones correspondientes, se proceda a lo que haya lugar al efecto de que desaparezca la acequia descubierta que existe en la calle de las Moreras, por donde discurren las aguas del Heredamiento o Empresa llamada de Arriba, cuyo cauce, además de mal aspecto público que ofrece, suele convertirse en depósito de basuras, constituyendo un foco de infección, si que también lugar a propósito para ocultarse la gente de mal vivir y traicionera; por todo lo cual estima el Ayuntamiento que debe desaparecer sin demora.

En el número 3, con fecha de 25 de agosto, se resalta la carestía de los alimentos de primera necesidad, o subsistencias, cuyo precio se acentúa de año en año, volviendo la vida, especialmente la de los jornaleros, más difícil. Las Fiestas ya están cerca, y si en nuestros días, entre otras cosas, es la pólvora lo que crea dificultades para salir a disparar, en 1918 eran los pistones, “que por ningún lado se encuentran” y “cuestan muchísimo”. 

En el número 4 (1 de septiembre) se insiste en la carestía de la vida: “Cada día las circunstancias son más agrias y la situación va tomando incrementos más comprometedores, siendo la causa de esto la carestía de los artículos de primera necesidad, que se acentúa de una manera que por este camino solo Dios sabe dónde iremos a parar”. 

Y se continúa con un dato que ahora contrastaremos con otro diametralmente opuesto: “Estamos en agosto, Señores, mes de recolección de cereales, y sin embargo muchos días en Caudete no hay harina en ningún establecimiento, ni pan en ninguna panadería; pero estamos consintiendo que a diario, uno tras otro, vayan los carros cargados de harina de nuestros molinos a dar abasto a otros mercados, que para más, están fuera de la provincia: será sin duda porque en estos mercados se les pagará mejor y de este modo pueden hacer su negocio y enriquecerse antes”. 

Contrasta esto con la actuación de Caudete en el mes siguiente, durante los días de la pandemia, como podemos ver en esta noticia del periódico murciano El Tiempo (25.09.1918, p. 2): El Alcalde de Yecla dice al gober­nador que el alcalde de Caudete im­pide vuelvan las harinas resultantes de los trigos, pues los comerciantes y panaderos lo van a moler a mo­linos de aquel término. Tal prohibición crea graves con­flictos, por lo que ruego a V. S. in­terese del gobernador de Albacete ordene al referido Alcalde no dificul­te la salida de harinas”.

Y se aboga por la creación de una Cooperativa de consumos, ante lo que no vale la excusa de que para eso “se necesita un gran capital”, aduciéndose como ejemplo la Cooperativa de Carcagente, que, desde unos orígenes modestísimos, entonces era una de las más fuertes de España

 Se denuncia un fraude en el pienso para animales domésticos y aves de corral: “consiste en combinar serrín de maderas con salvado”, y se recuerda que “en la balsa del Moto hay mucha porquería”.

Precisamente aparece el número 5 el día 8 de septiembre, en el que ya está presente lo que se denomina gripe. Entresacamos estos párrafos del largo escrito “¡Higiene, Limpieza y Salubridad!”, que firma La Redacción:

De todos es sabido la epidemia que estamos sufriendo y el incremento que ha tomado en estos últimos días la dichosa enfermedad de moda; enfermedad que empezó de una manera casi poco menos que inapercibida y que excitaba la risa de casi todos nosotros, pero que hoy, debido sin duda alguna a la falta de higiene, se ha propagado de tal manera que compromete muy seriamente nuestra salud, pues son cientos los acosados por el dichoso Señorito.

No hace muchos días, el Alcalde de esta Villa, en nombre y por la Junta Local de Higiene y Salubridad, dictó un bando, por cierto muy plausible y acertado, encaminado a poner término, o por lo menos a evitar en lo posible el que la grippe dejase sentir sus efectos en esta población de la misma manera que lo había hecho en otras. 

Pero estamos observando, por desgracia nuestra, que nada de lo preceptuado en aquel bando se ha cumplido, y están burlándose a cada momento los vecinos de esta Villa no solamente de dicho bando, sino de las mismas autoridades.

Antes de haber publicado el bando de referencia, debía haber tomado la Junta de Sanidad otras medidas para hacer desaparecer los factores más importantes antihigiénicos de nuestro pueblo, que no solamente repugnan a la higiene, sino a la estética de la población: en la mayor parte de las fuentes cae el agua sucia y en malas condiciones para servir de potable, como natural consecuencia de que los depósitos y tubos que la conducen están sucios y mal acondicionados para este fin; se ha ordenado la limpieza cuando la epidemia ha llegado a su apogeo y, en una palabra, cuando el agua está haciendo muchísima falta. ¿Por qué no se hizo esta operación hace dos meses? Muy cerca y casi dentro de la población, existe el foco más importante de propagación de todas las enfermedades, y es la asquerosa y repugnante balsa del Moto.

Después de publicar dicho bando, se está sacando estiércol de la población a todas horas, se siguen lavando ropas de enfermos en los lavaderos públicos [...]. Existen en lo más céntrico de la población ciertas habitaciones que se han destinado a cuadras para animales domésticos, y como no tienen otra ventilación que las ventanas que dan a la calle, es indescriptible los malos olores que se desprenden, haciendo intransitables dichas calles.

Se termina este número así: “Resumen general: tres o cuatro muertos diarios y algún ciento de enfermos”. Como hemos visto, la propagación ha sido rapidísima, y, también como ha ocurrido ahora con la pandemia que padecemos, al principio se ha tomado la enfermedad con un poco de chunga. 

En el acta de la sesión del Ayuntamiento de 1 de octubre se da cuenta de un oficio del Presidente del Heredamiento del Agua de Arriba, en el que se decía que se había acordado proceder inmediatamente a la limpieza y saneamiento de la balsa del Moto en la forma que se le había ordenado, y construir una nueva balsa aguas arriba, como a un kilómetro del Lavadero y Matadero públicos.

El número 6 falta, desgraciadamente, y llegamos al 7 (de 29 de septiembre), cuando ya ha pasado lo crudo del azote. Pero sí se dice del número anterior que en él no se pretendía “culpar a nadie de lo ocurrido, puesto que ya decíamos que todos teníamos la culpa, y así es, según las opiniones más autorizadas; sino que nuestro propósito fue sencillamente poner de relieve el abandono oficial en que habíamos estado y poner de manifiesto que, para nosotros, no había habido medidas de ninguna clase para evitar en lo posible parte de la epidemia; en una palabra, que en el orden oficial no hemos tenido a nadie ni se ha hecho nada, y lo poco que se hizo, tarde, y por tanto, todos sabemos el resultado, puesto que ha terminado cuando Dios ha querido y no por ninguna medida de buen gobierno”. Son estas palabras muy duras, y pueden parecer algo injustas. La situación es de gravedad.

Pero también ha habido actos dignos de encomio: “Ahora bien, nosotros somos los primeros en reconocer (aparte de lo expuesto) que distinguidas personas de esta localidad, Autoridades y particulares, que no citamos aquí por no caer en la falta de omitir algunas, han hecho actos verdaderamente heroicos, han repartido limosnas, han expuesto su vida, quizá algunas veces, y, en fin, han realizado obras de caridad sin número, dignas de toda alabanza”.

Entre las personas a las que se debe reconocimiento no faltan los médicos: “Es de justicia reconocer los servicios que durante la pasada epidemia han prestado los cuatro Señores Médicos de esta población”, “cuatro héroes defensores de la salud pública y cumplidores de su deber”, y “como muestra de agradecimiento a que estos Señores se han hecho acreedores, debía organizarse una especie de gratificación en la que todos contribuyésemos”. 

En la sesión del Ayuntamiento de 29 de octubre se acordó gratificar a los médicos por sus servicios durante la pandemia, pero dejando para más adelante fijar su cuantía, que no se hará hasta la sesión del 2 de febrero del siguiente año, en la que “se acordó por unanimidad hacer constar que son acreedores de mayores recompensas, pero que, dada la angustiosa situación económica del Municipio, se gratifique con cien pesetas a cada uno de los cuatro Señores que habitualmente asistieron a los enfermos durante la citada epidemia, y que se gratifique también con veinte y cinco pesetas al Conserje del Cementerio por los servicios extraordinarios que entonces prestó”.

Veamos dos noticias de prensa que se reproducen en este número, con su comentario correspondiente, y otras dos del semanario: 

Leyendo la prensa

A.B.C.

Albacete 23.— El Gobernador, el Inspector de Sanidad y varios Médicos de la Beneficencia estuvieron en Caudete, donde hubo en este mes 180 defunciones con motivo de la grippe. Actualmente hay 300 atacados; cuatro médicos quedaron en el pueblo, y se les enviaron medicinas en abundancia y un completo material de desinfección.

Cabe pensar si el material de desinfección lo facturaron en pequeña velocidad y por tanto todavía no ha llegado, ni puede que llegue hasta Navidad, porque por aquí no se ve nada.

La Tribuna

El día 23 publica este importante diario un artículo del Inspector General de Sanidad, Doctor Taboada[2], en el que hace minuciosa relación de una visita girada a Caudete con motivo de la epidemia, y en uno de sus últimos párrafos dice: “Y para terminar: ¡Señor Ministro de la Gobernación! En Albacete existe un pueblo que se llama Caudete, el cual ha sido hasta ahora en España, el único diezmado por la epidemia actual”.

Esto es algo contradictorio con lo que personas de autorizada opinión y competente ilustración de esta localidad han llenado nuestros oídos constantemente, diciendo que en todos sitios morían lo mismo o más. Pues no es esto lo que, a nuestro parecer, dice nada menos que el Señor Inspector General de España.

Noticias

El Gobernador en Caudete

El sábado 21 del actual estuvo en esta población el Ilustrísimo Señor Gobernador Civil de la provincia, con motivo de hacer una visita oficial a este pueblo, invadido completamente de grippe. No sabemos quién motivaría este viaje; seguramente serían las voces de la Prensa, que con alguna exageración daba cuenta de lo ocurrido.

Acompañando a dicho Señor vinieron dos Señores Médicos a prestar auxilio a los de este pueblo. Después de permanecer unas cinco horas próximamente, regresó nuevamente a la capital, sin que sepamos el resultado práctico de la visita.

* * *

También el domingo 22 estuvo unas horas en esta villa el Inspector General de Sanidad a girar una visita. Aunque tarde, todo ha llegado, pues no ha quedado ningún órgano oficial sanitario sin visitar a Caudete, pero con todo eso no se ha evitado nada; pasó ya...

R. I. P.

Sobre la citada visita del Gobernador de Albacete y dos médicos, se dice lo siguiente en el acta de la sesión municipal del 24 de septiembre:

Se dio cuenta de que la epidemia de grippe seguía, aunque en progresión descendente, pues en el último día apenas se registran nuevas invasiones, aunque las defunciones eran de consideración; que a consecuencia de los últimos telegramas dirigidos, según consta en el acta de la anterior, visitó la población el Gobernador Civil con el Inspector Provincial de Sanidad y dos médicos de Albacete, que han prestado asistencia a los enfermos, muchos de los cuales son y han sido socorridos en metálico y en especies; que, reunida la Junta Municipal de Sanidad con asistencia del Gobernador, acordó el saneamiento de la balsa del Moto si es que no puede trasladarse a otro lugar en mejores condiciones y la desaparición del cauce del agua de Arriba existente en la calle de las Moreras, quedando enterada la corporación y conforme.

Además del nombre festivo de Señorito que ya hemos visto se le dio a esta pandemia en sus inicios en España, aquí se consignan en un artículo algunos otros, como “la canción del olvido, la cucaracha, el mosquito, etc.”. En algunos periódicos se comenzaba la información de la epidemia bajo el epígrafe El soldado de Nápoles (se la llamaba así porque se decía que la gripe era tan pegadiza como esta melodía; se dice también que se bautizó la pandemia con ese nombre por guasa, a raíz de que enfermó casi toda la rondalla que cantaba la canción-serenata “Soldado de Nápoles” en la zarzuela La canción del olvido cuando se representaba, con mucho éxito, en el teatro de la Zarzuela, en Madrid). Lo fuerte ha pasado, sí, pero el panorama que se vislumbra ahora es muy sombrío. 

De todos es conocida la situación de Caudete en cuanto se refiere a la parte económica: la mayor parte de los atacados han entrado y necesitan un convalecimiento relativamente largo, y, por consiguiente, en una porción de días no pueden trabajar. 

La clase obrera ha agotado los recursos con que contaba para parte del invierno (ahorros del verano, de siegas y de cosechas), otros que no tenían nada ahorrado, o han perecido víctimas de la miseria o han sostenido el ataque merced a la caridad de unas cuantas personas, empeñándose algunas en cantidades con las que hubiesen pasado parte del invierno, y, para mayor miseria, los frutos que existían en el campo, que resolvían para Caudete parte del problema económico, no se han vendido y se han perdido en el campo. Nadie, pues, puede negar que se prepara para Caudete otra epidemia, seguramente más peligrosa, que es la económica, el hambre, que quizá haga más estragos que la grippe.

Con el número 8 (6 de octubre) entramos en el meollo de la cuestión del descrédito del pueblo de Caudete y de sus causantes. Resulta que el semanario El Faro Caudetano ha sido denunciado por la autoridad municipal por sus duras palabras contra ella, y entre los caudetanos se ve como el principal culpable de esa mala fama. En sus palabras de defensa escritas por La Redacción en “¿Tiene El Faro la culpa?” se denuncia la verdadera causa de ese descrédito. Comienza así:

Cunde la opinión, entre gran parte de los vecinos de este pueblo, de que el hecho de haberse alarmado España entera por los sucesos de la pasada epidemia en Caudete, así como también el desprestigio que hemos sufrido ante los demás pueblos, se debe única y exclusivamente a El Faro Caudetano. En vista de que esta desacertada suposición ha tomado un incremento extraordinario en la opinión pública, nos vemos obligados a hacer esta aclaración para demostrar, una vez más, que esta redacción va guiada por otros derroteros más patrióticos de lo que se nos supone.

Actualmente, de todos es sabido que los productos agrícolas de Caudete, como patatas, tomates y otros frutos, en primer lugar no tienen entrada en ningún mercado de estos alrededores, y aun suponiendo que la tuviesen, no tienen venta ninguna, porque las gentes huyen de los vendedores al saber que son de Caudete, resultando de aquí que dichos frutos, que resolvían parte del problema económico, están perdiéndose en el campo miserablemente. 

No es esto solo precisamente, sino que hasta el mismo nombre de Caudete parece que signifique horror y desolación, y es escuchado, hasta por los oídos más desprestigiados, de una manera algo irónica y ridícula. Todo lo que ha sucedido en esta pasada epidemia era lo único que nos faltaba para completar el concepto que de nosotros tenían formado y dar la nota definitiva ante el mundo entero, de que Caudete no vive ni se desarrolla al compás de la civilización ni de los demás pueblos europeos. ¿Quién tiene la culpa de esto? Es lo que nos proponemos demostrar.

Y aquí es donde se señala la causa principal: 

Cuando la epidemia en Caudete estaba quizá en lo más fuerte, en un importante diario madrileño venía una noticia acerca de Caudete diciendo, entre otras barbaridades, que morían veinte cada día y que los carros abarrotados de cadáveres recorrían las calles de la población, todo lo cual sabemos de sobra que es mentira, y que esta noticia, al ser leída por nosotros, debió haber levantado un grito de protesta por parte de todos los caudetanos, y muy especialmente por parte de las Autoridades, para haber desmentido ese desprestigio que se hacía de Caudete con aquella noticia.

Mas como de aquello nadie hizo caso, ni ninguno se dio por ofendido (es más: hasta hubo quien se alegró de ver en el ridículo que nos estaban poniendo), al día siguiente todos los periódicos de Madrid copiaron la asquerosa noticia, y después siguieron a estos los de provincias, resultando que en el espacio de dos días España entera se dio por enterada de lo que en Caudete sucedía y de los horrores que, como es natural, cada cual se forjaría a su antojo, quedando de este modo movido el cieno, al que entonces no dábamos importancia, pero que hoy, como estamos tocando las consecuencias de todo aquello, ya se la damos y hasta se culpa a quien nada tiene que ver.

Si en Caudete hubiese habido un corazón de buenos sentimientos y hubiese previsto lo que nos iba a suceder [...] hubiera cogido la pluma [...] en primer lugar para desmentir la noticia que tanto desacreditaba a Caudete, y en segundo lugar para exponer ante el Ministro las necesidades de este pueblo, lo que en él sucedía y también el abandono a que estamos relegados por las autoridades de la provincia.

Como esto nadie lo hizo, sino que para más vergüenza y más indignación, al cabo de ocho o diez días, cuando todo el mundo se había enterado de lo que aquí pasaba, un caudetano, de los inteligentes de este pueblo, publicó en el Diario de Alicante unas cuartillas confirmando y ratificando las barbaridades que la Prensa había dicho, para más deshonra nuestra. 

Y sin embargo, a pesar del escandaloso artículo, que luego copió El Liberal, a ese que tanto nos rebajaba y desprestigiaba, y quizá el mayor culpable de lo que ahora nos sucede, se le aplaudió y elogió por los mismos caudetanos; en cambio, a nosotros, que hemos seguido otro camino más honrado, más decente, más patriótico y más digno, no solamente se nos aborrece, sino que se nos culpa y se nos demanda, Señores.

 ¿Os convencéis de quién tiene la culpa del descrédito de Caudete? Pues esos que se tienen por muy cultos son los mayores causantes, pero no El Faro, que tacha de poco dignos y poco patrióticos a los que nada menos que en la Prensa desprestigian a su pueblo.

Se cree de justicia reconocer la meritoria labor de los PP. Carmelitas como enfermeros y dispensadores de socorro material y espiritual día y noche durante la pandemia, como así la del capellán de Santa Ana en su distrito (este capellán fue D. Miguel Rey Ruiz, martirizado en Barcelona por caudetanos en la Guerra Civil). Víctima de la caridad fue el joven sacerdote carmelita P. Eliseo María Olivet Legares, de 27 años de edad y natural de Olot (Gerona), muerto el 23 de septiembre a los ocho días de contraer la enfermedad.

Sobre la denuncia contra El Faro Caudetano “presentada por el señor Alcalde, fundada en artículos ofensivos contra este y los concejales”, se dice en un artículo, firmado en nombre de la Redacción, que “si nosotros hemos cometido alguna falta en contra de la verdad y la justicia (cosa que pongo en duda), mucho mayor serán las cometidas por periódicos de Madrid y provincias, en los cuales se ha dicho, entre otras cosas, que en Caudete pasa un carro por las calles recogiendo difuntos, que aquí no había pan para los sanos, ni medicinas y asistencia para los enfermos, que en Caudete no había más que un abandono indescriptible en todos los órdenes y retrógrados del siglo trece". 

Todo esto, a nuestro parecer y en lenguaje vulgar, quiere decir que en Caudete no hay autoridades; que en Caudete no hay administración; que en Caudete no hay dignidad; que en Caudete no hay humanidad; que en Caudete no hay cultura; que en Caudete no hay ilustración; que en Caudete no hay... vergüenza. ¿Qué más puede decirse para oprobio de nuestro querido pueblo? ¿A qué mayor deshonra puede someterse ante España y el mundo entero?”.

 El número 9 (de 13 de octubre) aparece con “Una aclaración” de la Redacción: “En el número anterior anunciamos que El Faro estaba denunciado. No se le ha dado curso a la demanda por haberlo convenido así ambas partes antes de que se celebrara el juicio verbal.

   Tuvimos una entrevista o reunión con el señor Alcalde, el cual, demostrando, como siempre, su exceso de bondad y de modestia, nos hizo una ligera satisfacción, la que nosotros acogimos con mucho gusto, sirviéndonos de una prudente lección que jamás se borrará de nuestra memoria. 

Hizo constar que él nunca había denunciado El Faro con propósito de destruirle, pero sí para que hiciésemos una aclaración necesaria. En el sexto número, en el artículo titulado “La mayoría”, entre otras frases extrañas, copiando del documento a que allí nos referíamos, sin mirar su significado pusimos “siga el fraude”, y conste a todo el pueblo que nuestra intención no fue, ni mucho menos, usar esa palabra en su significado propio; téngase en cuenta, además, que no era nuestra, sino copiada de aquel documento; pero, aun con esta consideración, de haber meditado despacio su significado, no siendo nuestra no la hubiéramos usado”.

En relación con evitar el resurgir de la pandemia, en el suelto “Lo que se dice” se escribe que por el pueblo corre el rumor de “que en los pueblos vecinos, y particularmente en Yecla, la epidemia grippal está en todo su apogeo, son muchos los atacados y bastantes defunciones. 

Dicen, algo indignadas, las gentes, que cuando la epidemia estaba en Caudete, a ningún caudetano se le permitía el paso en ninguno de los pueblos comarcanos ni la venta de los productos que llevaban”, y que “ahora que la epidemia nosotros la hemos pasado, y la tienen ellos, entran y salen en Caudete, de todos esos pueblos, pero especialmente Yecla, cuando les da la gana, sin que nadie les prohíba el paso.

 Tengamos en cuenta que nos pudieran traer otra vez la epidemia, pues, según se dice, otros que venían de fuera la trajeron antes; pero, aun sin tener en cuenta esto, lo que la gente pide es que se les corresponda a ellos como antes lo han hecho con nosotros, no dejándoles entrar en nuestro pueblo y demostrarles que de nosotros nadie abusa ni se ríe”.

Y también en relación con evitar otra epidemia, ante la noticia de “presentarse en Madrid tres individuos de Francia con sus correspondientes patentes de Sanidad de la frontera, y, sin embargo, murieron, a las pocas horas, de cólera”, escribe P. Sánchez:Todos sabemos que en el Sur de Francia hay muchos obreros de Caudete, y hasta familias enteras, y que dentro de unos días, pasada la vendimia, gran parte de estas gentes regresarán a Caudete, y quién sabe si con ellos vendrá el cólera....

 .....Por eso es necesario que, ya que hemos pasado esta epidemia, tomemos lección tan oportuna como nos ha ofrecido a los caudetanos todo lo pasado en estos días; ahora que estamos a tiempo es cuando debemos prevenirnos para si algo, desgraciadamente, sucediese, que no nos coja desprovistos completamente de todo lo que en estos casos se requiere”, y propone que, “como medida preventiva y eficaz, sería muy conveniente habilitar cualquier edificio de los alrededores de la población para lazareto, y allí obligar a que permanezcan, por espacio de algunos días, a todos los inmigrantes de Francia, aunque traigan las patentes de sanidad; de este modo podrá evitarse seguramente el que otra epidemia nos invada”.

En el número 10 (de 20 de octubre) se insiste en el peligro que supone la llegada de trabajadores caudetanos desde Francia:Están todavía confirmándose los rumores de que en el Mediodía de Francia existen muchos casos de cólera y de otras enfermedades epidémicas. Regresan gran número de españoles residentes en la nación vecina transportando con ellos muchas de esas enfermedades. En la última semana han llegado a Caudete bastantes inmigrantes, y algunos de ellos enfermos, y nadie les ha prohibido el paso.... 

...¿Es que no tenemos bastante con lo sucedido? [...] ¿Por qué no se establece un lazareto para recluir en él a todos los inmigrantes?”. En el acta de la sesión del Ayuntamiento de 22 de octubre consta: “igualmente se dio lectura de un oficio del Sr. Cura Párroco de esta Villa sobre haber autorizado el Sr. Obispo de la Diócesis la cesión de la ermita de S. Antonio Abad para instalar un Hospital provisional de observación de enfermos procedentes de Francia, quedando enterado el Ayuntamiento y a lo acordado”.

Y se insiste también en resaltar la libertad con que entran en la Villa los yeclanos: “A diario están entrando en nuestro pueblo un número considerable de vecinos de Yecla, en donde se dice que la epidemia tiene caracteres horrorosos. Tampoco se les ha dicho una palabra, y van a nuestras casas quién sabe si sembrando otra nueva desgracia. En cambio, no está muy lejos cuando ellos no nos dejaban a nosotros ni siquiera pisar en su pueblo”.

En el escrito “Por un bienhechor” se escribe: “Es este bienhechor un P. Carmelita, el más conocido de nosotros, el que podemos decir que es el consuelo de los enfermos, el P. de los desgraciados y necesitados, y el que por el tiempo que vive entre nosotros parece ser caudetano”, y se aboga por declarar Hijo Adoptivo de Caudete al P. Carmelo Pastor.

En el número 11 (del 27 de octubre) vienen dos gacetillas relacionadas con la pandemia. Dice una: “Los caudetanos tenemos el estómago muy ancho. Aquí todo cabe. Vienen de Francia, y sin reparar en nada, adentro. Regresan, los que huyeron de la epidemia, de sitios que ahora están infestados, y entran también. Es decir, que todos buscan a Caudete, pues piensan que en Caudete son unos distraídos y no se enteran de nada. Luego esto es la madriguera de todos”. 

Dice la otra: “Las escuelas no se han abierto, ni siquiera se pensará en ello, seguramente para evitar la reunión de los niños. Pero no tienen en cuenta que en Caudete existen unas cuantas escuelas de vicio, donde se reúnen niños, adolescentes y ancianos en mayor número y en casas que reúnen pocas o ningunas condiciones higiénicas que los salones destinados a escuela”

En la página anterior ya se habían definido las escuelas de vicio: “La escuela en Caudete es la casa de juego; la mesa del tapete verde, la pizarra; la baraja, el libro; el dueño del establecimiento, o, mejor dicho, el desertor del trabajo y vago de profesión, el maestro; y los jugadores, los viciosos, son los discípulos”.

Como el número 12 falta, pasamos al 13 (del 10 de noviembre). Se aboga, una vez más, por la supresión del impuesto de Consumos, que oprime “con sus garras al pobre, como se ha suprimido en otras partes, por ejemplo en Villena, y se saluda con satisfacción la próximo apertura de la Sociedad Agrícola “El Trabajo”, ya que El Faro Caudetano ha ido abogando por la necesidad de asociarse para conseguir beneficios a los más pobres y a los agricultores.

En el artículo “¡Escuela!”, se da cuenta de una gestión, que es apoyada, en pro de la apertura de las escuelas: “El viernes primero del mes actual, una comisión formada por varios jóvenes de esta localidad fue a visitar al Señor Alcalde, pidiéndole que si la Higiene no permitía, en las circunstancias actuales, aglomeración y reunión de gente, causa por la cual no se abrían las escuelas, tampoco y con más motivo debían permanecer abiertos los establecimientos recreativos, como cafés y tabernas. Y, por el contrario, que si estos podían continuar abiertos, con mucha más razón debían abrirse las escuelas”.

Añade el articulista esta consideración: “Es indudable que el no haber cerrado los cafés y tabernas, pero particularmente estas últimas, ha sido un medio más de propagación y de contagio en la pasada epidemia; porque allí se han reunido, en locales pequeños y mal acondicionados, cientos de personas, de las cuales unas estaban convaleciendo, otras tenían enfermos en casa, y muchas que no tenían nada se llevaron la enfermedad de allí”.

Y resalta una de las contestaciones dadas a la comisión: “Pero, claro, estos centros no pueden cerrarse, porque a las Autoridades, aunque lo saben que existen, no les consta, y, por lo tanto, como nadie los ha denunciado, no tienen motivos para mandar que se cierren. Esta fue una de las contestaciones que se dieron a la referida comisión”.

Veamos ahora el escrito al que se alude en el número 8 del semanario, en el que se ratificaban y confirmaban con tintes de exageración las barbaridades que habían sido publicadas por la prensa nacional. 

Apareció en la página primera del Diario de Alicante del 18 de septiembre, con el epígrafe “Lo que pasa en Caudete” (y aún coleaba en El Progreso del 7 de octubre, que lo tomó de la reproducción que al día siguiente hizo El Liberal, que lo adobó con el antetítulo “Un grito de horror”). Con las negras tintas con que se pinta Caudete, lo que se pretende es censurar las actitudes de las autoridades provinciales y nacionales.

Notemos que toda la provincia alicantina estaba enterada y prevenida contra el contagio epidémico desde Caudete, pues repetidamente da cuenta de las desgracias sobrevenidas a la familia Olmos-Escobar de Alicante, que había pasado las Fiestas de Septiembre en Caudete y habían regresado enfermos a Alicante: había muerto la madre, al día siguiente el hijo, de los que se publicaron las necrológicas el veinte de septiembre, y el padre estuvo enfermo de gravedad; y se remarcó la relación de los caudetanos con Alicante. 

Pero anotemos también que antes del día 18, fecha de la publicación de ese artículo, ya tenían el enemigo tan temido a las puertas de Alicante.

 El día 15 publicaba el salmantino El adelanto (p. 8): “Comunica el Alcalde de San Vicente, que se han declarado numerosos casos de tifus, cau­sando muchas defunciones”. 

También el día 15, con fecha del 14, publicaba el madrileño La Acción (p. 5) sobre Alicante: En el Regimiento de la Princesa ha habido algunos, pero todos de carácter benigno”, y también: Comunica el alcalde de San Vicente que se ha presentado en aquella, locali­dad el tifus exantemático, que produce tres o cuatro defunciones diarias”. Unos días después, los cadáveres ya serán muchos, como publica El Restaurador el día 19 (s.l., s.n.): En Caudete han habido algunas de­funciones". 

Parte de la población ha huido por miedo al contagio, y a continuación: “En el vecino pueblo de San Vicente el Alcalde ha pedido auxilio al Gobernador, pues en el cementerio hay muchos cadá­veres insepultos por falta de personal para enterrarlos”. Este es el artículo del Diario de Alicante del 18 de septiembre:

Lo que pasa en Caudete

Nuestros gobernantes son un modelo de reserva. En su boca jamás entran moscas. No dicen una palabra. Solamente hablan cuando es de absoluta necesidad y así, cuando tenemos guerra, se apresuran a decir francamente que no hay ejército ni marina ni municiones ni nada y, cuando tenemos epidemia, nos manifiestan de un modo lumínico que no tenemos ninguno de los elementos que pueden evitar, amenguar y dulcificar tales calamidades.

Porque es el caso, que ahí a las puertas de casa, en los linderos de nuestra provincia de Alicante, están sucediendo escenas dignas de los tiempos medioevales o de las aldeas marroquíes.

En un pueblo de unos ocho mil habi­tantes se mueren cerca de veinte diarios. Los cuatro médicos con que cuenta la po­blación, ni aun siendo unos héroes, como lo son, pueden atender a los enfermos; faltan medicamentos para los que están en la cama y pan para los que están levantados; los carros, cargados de cadáveres, atraviesan las calles sin precaución alguna; las gentes dedicadas al servicio doméstico han huido; no hay, por ­lo tanto, quien cuide a los enfermos... Aquello es la peste de Otranto con todas sus tintas sombrías y sus escenas macabras.

En esta situación se acude a las auto­ridades de Albacete y... el señor Delega­do de Sanidad manda un empleado a Caudete, el cual se da un paseo por la población y se marcha.

Van cartas al señor gobernador y ni contesta, y en Caudete no hay estufa de desinfección, no hay médicos bastantes, no hay las medicinas necesarias, no hay quien asista a los enfermos, no hay carros convenientes para conducir los cadáveres, no hay precauciones de desin­fección para los que entran y salen; Villena tiembla con sobrado motivo en la vecindad de ese foco horrible de enfer­medad y de muerte y más acá de Villena están Sax y Elda y Monóvar...

Las cosas están así desde hace un mes y no se adopta ninguna medida: Albace­te no da señales de vida y Caudete da señales de muerte.

¿No hay quien levante la voz? ¿No hay quien recuerde qué pasó el siglo trece con sus pestes que nadie estudiaba ni evitaba?

¿No se ha de mirar nunca a los pueblos más que a la hora de que den sus votos al diputado o su sangre al Ejército?

Lo que pasa en Caudete es una verda­dera vergüenza de España, de esa pro­vincia de Albacete, y de la Humanidad.

Eso sí, nuestros gobernantes se han hecho un modelo de reserva. No dicen nunca una palabra de lo que piensan ni de lo que hacen, sin duda por la pequeña razón de que no piensan nada ni hacen nada.

R. Verdejo.

El Diario de Madrid El Fígaro del 21 de septiembre (p. 17) proclama como un deber patriótico el luchar contra la pandemia. Dice así en su párrafo segundo del escrito “LUCHA CONTRA LA EPIDEMIA. Todos pueden contribuir a evitar la propagación del mal”: “Esta contribución personal a la lucha contra la infección debe ser interpretada como un ver­dadero deber de patriotismo por los españoles....

 ....No podemos presentar ante el mundo civilizado mayor prueba de incultura que nuestra pasivi­dad y nuestra impotencia frente al desarrollo de esta epidemia. Por el honor de nuestro nombre es preciso que el espantoso espectáculo de Caudete, de que habla la Prensa diaria, no se repita en ninguna otra región de España. Y esta tarea no puede confiarse a las autoridades más que en una pequeña parte; muy al contrario, entra por entero en los deberes de ciuda­danía”. 

EXAGERACIÓN MANIFIESTA 

No solo la doméstica publicación caudetana El Faro Caudetano pone de relieve el a todas luces exagerado cuadro de la epidemia en nuestra Villa, sino que, aunque con débil tono, también aparece en la prensa. La Correspondencia de España, con fecha de 22 de septiembre, decía así en la página 4:

En Albacete

Informes exagerados.

Albacete, 21. Los rumores acogidos por parte de la Prensa de Madrid acerca de la epidemia de gripe en Caudete son exage­rados.

Cuando se declaró oficialmente la enfermedad marchó a Caudete el inspector provin­cial de Sanidad, reunió a las autoridades y fueron adoptadas las procedentes medidas.

Hoy marcharon a Caudete el gobernador civil, el inspector de Sanidad y varios mé­dicos de Albacete.

La cifra de muertos en Caudete, con ser alta, también exagera. D. Jesús Sánchez, sin calificarla, registra la alta cifra que da la prensa madrileña: La Prensa madri­leña calculó en más de cuatrocientos el número de fallecidos en Caudete a causa de la terrible gripe” (Historia de Caudete y su Virgen de Gracia, p. 177).

Esta cifra que da La correspondencia de Valencia (23.09.1918, p. 1), cuando ya la fuerza de la epidemia ha bajado notablemente, coincide con la de otros periódicos:

Albacete:—-El gobernador, con el personal médico de la Inspección de Sanidad, marchó a Caudete, donde en lo que va de mes han ocurrido 180 defunciones y 300 atacados.

En El Fígaro de Madrid (17.09.1918, p. 9) se da la cifra de 70 muertes en una semana:

El «soldado de Nápoles», atrabi­liario

ALBACETE 16.—Se ha declara­do una epidemia gripal bastante maligna en varios pueblos de esta provincia, agudizándose en Almansa y Caudete.

En este último sitio han ocurrido más de 70 defunciones en la semana pasada.

En Almansa, el treinta por ciento de la población yace postrada en la cama. Los pueblos limítrofes están en inminente riesgo de contagio.

El inspector de Sanidad visitó la región atacada, adoptando urgentes medidas para evitar la propagación de la dolencia que ayer estuvo de «moda».

Sí aparece comprobado, como denunciaba El Faro Caudetano, que en Albacete no fueron diligentes en interesarse de verdad y enviar socorros ante la crítica situación de Caudete. En Albacete, residencia del Gobernador, se dan escuetamente las noticias, sin más. 

   En el acta de la sesión del Ayuntamiento de 17 de septiembre se lee: “En consideración al desarrollo de la epidemia sin que se hayan recibido los auxilios sanitarios reiteradamente reclamados, se acordó dirigir inmediatamente telegramas al Inspector Provincial de la Sanidad, al Gobernador Civil y al Ministro de la Gobernación haciéndoles saber la gravedad de las circunstancias epidémicas, la urgente necesidad de que auxilien con medios para combatir sus desastrosos resultados, especialmente la falta de médicos, pues los existentes en esta localidad no pueden prestar la asistencia debida al exorbitante número de enfermos”.

En este mismo día 17 publicaba La Correspondencia de España, p. 4:

EN ALICANTE

Pidiendo médicos.

Alicante. 17.—Hoy estuvo en el Gobierno Civil una Comisión venida de Caudete, pue­blo de la provincia de Albacete, lindante con Alicante, para pedir se envíen médicos y auxi­lios, por imposibilidad de recibirlos de la capital de su provincia.

El gobernador comunicó la visita a su co­lega de Albacete para ponerse de acuerdo.

Esta visita aparece también en otros periódicos, pero es en La Correspondencia de Valencia del día 19, en primera página, donde se añade el interesante dato de lo que, ante la gravedad de la situación, están dispuestos a hacer los caudetanos:

En la región

Una comisión de vecinos de Caudete habló con el gobernador, interesándole el envío de médicos a aquel pueblo. Están dispuestos a pagar sus servicios a precios verdaderamente fabulosos.

Se habla de millares de invasiones el día 21 en El Sol de Madrid (p. 3) en cuatro pueblos de Albacete:

ALBACETE 20 (2,15 t.).—La epi­demia gripal continúa haciendo es­tragos en los pueblos de Aýna, Molinicos, Ontur y Caudete. Las invasiones se cuentan por mi­llares.

Desde el día 15 fallecieron 180 atacados.

La causa del aumento de defuncio­nes en la provincia se debe, sobre todo, a la falta de asistencia mé­dica en los pueblos y a que las au­toridades no atienden las reclama­ciones del vecindario.

Hoy marcharon a Caudete el Gobernador Civil, el inspector provincial de Sanidad y un médico titular de Albacete.

Sobre el número de muertes causadas por la epidemia o no causadas por ella (pero quizás muchas relacionadas de alguna manera con el mal contagioso), apareció en la Revista de Fiestas del año 1984 un artículo muy interesante, titulado “Septiembre de 1918” y firmado por A. Bañón R., una persona que escudriña las muertes causadas por la pandemia en los registros de defunciones del archivo de la parroquia de Santa Catalina (quizás su autor sea el poeta Evaristo Bañón Medina, que fue su archivero muchos años). Dice así:

De este año fatídico conocido como el «de la epi­demia», en Caudete fue septiembre el que alcanzó la cota más alta. Fallecieron en este mes, de la gripe 147 personas que podemos clasificarlas así: niños 18, ni­ñas 6. Adultos: hombres 59, mujeres 64. El día 6 hubo 5 inhumaciones, lo mismo los días 7 y 8; el día 9, 3 y el día 10, 6. Los días 15, 17, 18 y 21, 31 en total y el día 30 solo 2. 

Sin embargo septiembre contó con 234 defunciones, de ellas 82 párvulos. De los días 6 al 10 fueron inhumados 26 adultos y 18 párvulos, es de­cir, que 87 murieron de distinta enfermedad, pero es fácil entender por el número, que por complicaciones e influencias epidémicas en su mayoría.

Completamos el cuadro con marzo, que fueron 8, mayo, junio y julio, 3, agosto 7, octubre 16, noviem­bre 2, y diciembre 1. La gripe de 1918 se llevó 184 caudetanos, pero la suma total fue de 158 pequeños y 269 adultos, una cifra de 427 que como indicamos más arri­ba, los más, debido al mismo mal contagioso.

De ese año hay inscritos 274 nacimientos y el año 1919 todavía murieron tres de la gripe, el último en ju­nio. El año 1917 nacieron 257 y fallecieron 101 adul­tos y 73 párvulos.

Por la amable colaboración del actual archivero del Archivo Parroquial de Santa Catalina Luis Torres Martínez, ofrecemos las siguientes detalladas estadísticas:

Defunciones de adultos en los años 1914-1919

(Libro 8 (Def-10) de defunciones. APSC)

Desde 1914 a 1917, años previos a la epidemia de gripe de 1918, apenas aparecen personas fallecidas en las que conste la causa de “gripe”. Sí que aparecen fallecimientos por bronquitis, bronconeumonía, neumonía y alguno con neumonía-gripe. En 1919 constan fallecimientos por bronconeumonía, catarro crónico de estómago, gripe, gripe intestinal, gripe torácica y bronquitis gripal.

Con estas aclaraciones, se contabilizan las siguientes defunciones:

En 1914, 78 (49 hombres y 29 mujeres). Por las citadas afecciones, 16 (12 hombres y 4 mujeres).

En 1915, 85 (45 hombres y 40 mujeres. Por las citadas afecciones, 11 (5 hombres y 6 mujeres).

En 1916, 88 (46 hombres y 42 mujeres). Por las citadas afecciones, 15 (10 hombres y 5 mujeres).

En 1917, 101 (54 hombres y 47 mujeres). Por las citadas afecciones, 16 (10 hombres y 6 mujeres).

En 1919, 77 (40 hombres y 37 mujeres). Por las citadas afecciones, 15 (10 hombres y 5 mujeres).

En 1918, 273* (137 hombres y 136 mujeres). Por las citadas afecciones, 165 (86 hombres y 79 mujeres); de estos, por gripe 140 (76 hombres y 64 mujeres).

*En el libro aparecen 269 por error de numeración, pues se repiten las cifras 242, 245, 246 y 247. 

Defunciones de adultos por meses en 1918

MES

Fallecidos

Hombres (de gripe)

Mujeres (de gripe)

Total de gripe

Enero

     9

    4                (1)

    5              (3)

        4

Febrero

   10

    7                (1)

    3              (1)

        2

Marzo

   14

    8                (2)

    6              (2)

        4

Abril

   11

    4                (0)

    7              (0)

        0

Mayo

     7

    3                (0)

    4              (2)

        2

Junio

     8

    5                (1)

    3              (0)

        1

Julio

     9

    4                (2)

    5              (0)

        2

Agosto

   17

    8                (2)

    9              (2)

        4

Sept.

 153

  72              (62)

  81            (63)

    125

Oct.

   22

  15              (10)

    7              (4)

      14

Nov.

    9

    5               (2)

    4              (0)

        2

Dic.

    4

    2               (1)

    2              (0)

        1

Totales

273

137             (84)

136            (77)

    161

Defunciones de adultos por las citadas afecciones y por otras causas en los meses de 1918

Por las citadas afecciones (inclusa la gripe)         Por otras causas

MES

Hombres

Mujeres

Total

Hombres

Mujeres

Total

Enero

        1

        3

    4

        3

        2

    5

Febrero

        2

        1

    3

        5

        2

    7

Marzo

        3

        2

    5

        5

        4

    9

Abril

        0

        0

    0

        4

        7

  11

Mayo

        0

        2

    2

        3

        2

    5

Junio

        1

        0

    1

        4

        3

    7

Julio

        2

        0

    2

        2

        5

    7

Agosto

        2

        2

    4

        6

        7

  13

Sept.

      62

      64

 126

      10

      17

  27

Oct.

      10

        4

  14

        5

        3

    8

Nov.

        2

        0

    2

        3

        4

    7

Dic.

        1

        1

    2

        1

        1

    2

Totales

      86

      79

 165

      51

      57

108

 

Como vemos, también en septiembre aumentan las muertes por otras causas.

Defunciones de párvulos en los años 1914-1919

(Libro 3 (Def-11) y 4 (Def-13) de defunciones de párvulos. APSC)

En los libros de párvulos (hasta los 6 años de edad), desde 1914 a 1917 aparecen fallecidos por afecciones bronquiales y pulmonares, bronquitis, bronquiolitis, neumonía y tosferina, pero no por gripe. En 1919 sí que aparecen fallecidos específicamente por gripe.

Con estas aclaraciones, se contabilizan las siguientes defunciones:

En 1914, 68 (39 niños y 29 niñas). Por las citadas afecciones, 14 (8 niños y 6 niñas).

En 1915, 119 (59 niños y 60 niñas). Por las citadas afecciones, 17 (12 niños y 5 niñas).

En los meses de marzo, abril y mayo de este año 2015 hay un brote virulento de sarampión que produce 22 defunciones (10 niños y 12 niñas).

Igualmente, a lo largo de este año se producen 34 fallecimientos por gastroenteritis (15 niños y 19 niñas).

En 1916, 66 (33 niños y 33 niñas). Por las citadas afecciones, 13 (7 niños y 6 niñas).

En 1917, 73 (36 niños y 37 niñas). Por las citadas afecciones, 11 (5 niños y 6 niñas).

En 1919, 97 (53 niños y 44 niñas). Por las citadas afecciones, 23 (13 niños y 10 niñas); de estos, por gripe 5 (2 niños y 3 niñas).

En 1918, 158 (89 niños y 69 niñas). Por las citadas afecciones, 63 (38 niños y 25 niñas); de estos, por gripe 28 (17 niños y 11 niñas).

Defunciones de párvulos (de gripe) por meses en 1918

MES

Fallecidos

Niños (de gripe)

Niñas (de gripe)

Total de gripe

Enero

    1

   1        (0)

   0         (0)

        0

Febrero

    3

   2        (0)

   1         (0)

        0

Marzo

  12

   7        (1)

   5         (0)

        1

Abril

    5

   3        (0)

   2         (0)

        0

Mayo

    4

   2        (0)

   2         (0)

        0

Junio

    4

   4        (0)

   0         (0)

        0

Julio

    8

   4        (0)

   4         (0)

        0

Agosto

  17

   6        (1)

 11         (2)

        3

Sept.

  82

 44      (13)

 38         (9)

      22

Oct.

  10

   8        (1)

   2         (0)

        1

Nov.

    5

   4        (1)

   1         (0)

        1

Dic.

    7

   3        (0)

   4         (0)

        0

Totales

158

 88      (17)

 70       (11)

      28

Defunciones de párvulos por las citadas afecciones y por otras causas en los meses de 1918

                             Por las citadas afecciones                Por otras causas

MES

     Niños

     Niñas

Total

     Niños

     Niñas

Total

Enero

        0

        0

    0

        1

        0

    1

Febrero

        1

        0

    1

        1

        1

    2

Marzo

        4

        4

    8

        3

        1

    4

Abril

        1

        0

    1

        2

        2

    4

Mayo

        0

        0

    0

        2

        2

    4

Junio

        0

        0

    0

        4

        0

    4

Julio

        1

        0

    1

        3

        4

    7

Agosto

        2

        3

    5

        4

        8

  12

Sept.

      24

      13

  37

      20

      25

  45

Oct.

        2

        1

    3

        6

        1

    7

Nov.

        2

        1

    3

        2

        0

    2

Dic.

        1

        3

    4

        2

        1

    3

Totales

      38

      25

  63

      50

      45

  95

Se puede observar que en el mes de septiembre aumentan significativamente no solo las muertes por las afecciones que pueden estar de algún modo relacionadas con la pandemia de gripe, sino las provocadas por otras causas.

El número de muertes ascendió en este año fatídico a 431 (273 adultos y 158 párvulos), de las que consta que 189 (161 adultos y 28 párvulos) fueron a causa de la gripe.

  Ni que decir tiene que las complicaciones causadas por la gripe serían causa también de otras muertes. Pero es claro que no todas son achacables a la pandemia. Vemos así que el número de muertes que se suele achacar a la pandemia es exagerado. Prácticamente coincide con el número total de muertes. 

Si sumamos la sobremortalidad de 1918 en relación con la mortalidad de 1917 y la sobremortalidad de 1918 con la mortalidad del año siguiente y sacamos la media, nos resulta que la mortalidad por exceso fue en 1918 en Caudete de 257 muertes (184 adultos y 73 párvulos). Si Caudete tenía cerca de 8.000 habitantes, podemos decir que la gripe pudo llevarse el 3,2 % de su población.

 Es un porcentaje muy alto comparado con el 1,2 % que se estima para España (según distintos cómputos, el número de víctimas de la pandemia ha oscilado desde algo menos de 200.000 a 270.000). 

La ciudad con más alta tasa de mortalidad del promedio nacional fue Zamora, con el 3 %. Para Europa habría sido del 1,1 %. Gran Bretaña, como Estados Unidos, solo habría perdido alrededor del 0,5 % de su población, y Dinamarca el 0,4 %.

Como, ante la situación de pánico general, se habían suspendido el toque de campanas para el Viático y los entierros con responso, se acordó celebrar el 25 de febrero del siguiente año 1919 un solemne funeral por todos los fallecidos durante la epidemia en Santa Catalina, no sin disputa entre los carmelitas y el clero secular, en que hubo de intervenir el Obispo. 

*     *     *     *     *

Desgraciadamente, el duro azote de la segunda ola de la pandemia gripal se dejó ver a las claras precisamente en los días de las Fiestas. En esos días se adquiere en el pueblo clara conciencia de lo que supone la terrible enfermedad contagiosa.

 En las Fiestas comienzan a menudear muertes, y muertes de personas vigorosas, que habían sido contagiadas en los días anteriores (aunque el tiempo de incubación es muy breve). 

Ya en el segundo día de las Fiestas, el día 8, la gente ve la necesidad de implorar el remedio del cielo. Si hubiera azotado así la enfermedad unos días antes, también la gente (no solo las autoridades municipales) habría querido no celebrar las Fiestas

Ejemplos no faltaban de situaciones semejantes, en las que las Fiestas patronales se habían celebrado muy parcamente o se habían suprimido.

Así ocurre en 1885, con celebración muy reducida, como consta en el acta de la Mayordomía de Nuestra Señora de Gracia de primero de septiembre:

En la villa de Caudete, a primero de setiembre de mil ochocientos ochenta y cinco: Reunidos el corto número de mayordomos ecsistentes en la localidad, por haberse ausentado los demás, efecto de la invasión del cólera morbo, en la sacristía de la iglesia parroquial bajo la presidencia del Sr. Cura D. José Hernández, se manifestó por éste que el objeto de la celebración de la junta lo era para determinar qué se hacía en los días en que debían celebrarse las fiestas a Ntra. Sra. a causa de las graves circunstancias por que se estaba atravesando. Oído lo espuesto por el Sr. Presidente, los pocos señores asistentes acordaron que, por las razones que acababan de darse, las fiestas a nuestra amantísima Patrona no podían ejecutarse con la pompa y solemnidad con que se venían haciendo, y en su virtud creían como más prudente, ya que otra cosa no podía ser. Y para no dejar de solemnizar cuando menos el día ocho, se cantara a la Virgen una misa con la lucidez que fuera posible, y en la tarde se le haga procesión general.

Y en 1854 se suprimen, como se recoge en el acta de la misma Mayordomía con fecha de 20 de agosto, pero con vistas a solo posponerla, si se daban las circunstancias:

Reunida la Mayordomía de Ntra. Sra. de Gracia en virtud de citación practicada ante díem, y mandada hacer por su Presidente D. Sebastián Beltrán, cura propio y vicario foráneo de la misma, representada con cuatro individuos, dos del Rvdo. Clero y los otros dos del Iltre. Ayuntamiento de esta referida Villa, se hizo presente que el objeto de esta reunión lo era para determi­nar lo que debía de hacerse en las próximas fiestas de septiembre, mediante a estar atacada de cólera morbo asiático la capital y varios pueblos de la provincia de Alicante, limítrofe a esta Villa; y después de discutido el asun­to con el interés que se requiere en circunstancias tan críticas, se acordó por unanimidad: Que el día veinte y tres de los corrientes por su tarde se traiga a Ntra. Patrona María Santísima de Gracia de roga­tiva a esta Villa, y se tenga hasta que desaparezca el azote de esta enfermedad; que no se hagan las fiestas de septiembre que se acostumbran todos los años, con objeto de que no haya reunión de gentes de varios pueblos; para lo que se avisará a los oradores y músicos esta resolución, manifestándoles que luego que varíen las circunstancias del cólera y se determine hacer la función, se les avisará.

En el acta de 9 de enero del año siguiente 1855 se propone celebrarlas en febrero:

Reunida la Mayordomía de Ntra. Sra. de Gracia en la sacristía de la iglesia parroquial de la misma, previa citación mandada hacer por D. Sebastián Beltrán, cura propio y vicario foráneo de la misma, por dicho Sr. se hizo presente a la Mayordomía como el día siete de los corrientes se había cantado el Te Deum en acción de gracias al Todo Poderoso en la Villa de Yecla por la desaparición del cólera morbo de dicha Villa, por cuya razón le parecía tiempo oportuno de poder hacer en esta Villa las fiestas anuales que se celebran en los días siete, ocho y nueve de setiembre y que se suspendieron por las críticas circunstancias que nos rodeaban de estar invadida la provincia de Alicante por el cólera morbo en aquella fecha y que luego fue invadiendo tan terrible enfermedad la de Valencia, Murcia y muchos pueblos de la de Albacete.

Tomada en consideración por la Mayordomía la proposición hecha por el Sr. Presidente, teniendo esta los más vivos deseos de hacer a Ntra. Sra. de Gracia las fiestas de costumbre, y nunca con más justo motivo que en esta ocasión, puesto que estamos convencidos de que si bien es cierto ha sido invadida esta Villa por el cólera, también lo es que por la poderosa protección de nuestra Patrona María Santísima de Gracia apenas se ha dejado sentir tan cruel enfermedad en esta Villa, en su consecuencia acordó: Que para los días dos, tres y cuatro del próximo mes de febrero se celebren dichas fiestas a Ntra. Sra.

Es decir, que la Mayordomía propone que las fiestas patronales de la Virgen de Gracia se celebren juntamente con las de San Blas, que entonces tenían más relieve que ahora. 

Y en el acta del 28 de mayo ya se hacen planes para repetir las Fiestas en septiembre, si bien ven en lontananza el nubarrón del cólera, que puede impedirlas este año, como las impidió el año anterior:

La música de capilla se contratará la de Onteniente por el mismo estipendio que en el año corriente cuando se hicieron las fiestas a Ntra. Sra. por haberlas suspendido en el año anterior, y al maestro de fuegos artificiales, por los fuegos de costumbre se le darán dos mil reales para que pueda hacer estos con todo lucimiento.

 Y con respecto a llevar a Ntra. Sra. a su ermita determinó la Mayordomía se suspenda su llevada hasta el día diez y siete de junio próximo, en atención a haberse reproducido el cólera morbo en la Villa y Corte de Madrid, en cuyo intermedio puede desaparecer, y en caso contrario se acordará lo más conveniente. 

Y, efectivamente, ese nubarrón del cólera hizo que no se celebraran las Fiestas a la Virgen de Gracia dos veces en este año de 1855.

Un caso algo semejante al de Caudete es el del pueblo abulense de Becedas. Como no se habían registrado casos de gripe (en Caudete muy pocos), el primero de septiembre quisieron celebrar su festividad, y a los tres o cuatro días había 800 infectados

Los vecinos lo atribuyeron a la carne del toro que habían sacrificado para la fiesta. Pero parece que la causa fue por contagio de los vecinos del pueblo salmantino de Béjar que acudieron a esa fiesta, en el cual ya campaba la gripe. 

*     *     *     *     *

La segunda ola de la pandemia azotó repentina y gravemente a Caudete, y Caudete no estaba preparado para ello, como no estaban preparados en otras partes donde la pandemia hizo acto de presencia de la misma manera, como en Filadelfia, una de las ciudades más atacadas por la pandemia en Estados Unidos de América: “incluso en Filadelfia —ciudad moderna donde las hubiera—, los sacerdotes iban por las calles en carretas tiradas por caballos, llamando a las puertas cerradas a cal y canto para que la gente sacara a sus muertos”.[3]

Más adelante, escribe el mismo autor sobre la misma ciudad (apartado 19):

Pero el aspecto más aterrador de la epidemia eran los cadáveres apilados. Los encargados de las funerarias, que también enfermaron, estaban sobrepasados. No tenían sitio para los cuerpos. Los enterradores estaban enfermos o se negaban a enterrar a víctimas de la gripe. El director de la cárcel ofreció a los presos para que cavaran las sepulturas, pero retiró la oferta porque no quedaban guardias sanos para vigilarlos. 

Sin sepultureros no era posible enterrar a los muertos. Las funerarias estaban desbordadas: los ataúdes se apilaban en las salas o en las zonas de vivienda (muchos empresarios de pompas fúnebres vivían encima de sus negocios).

Se acabaron los ataúdes. En poco tiempo, los que quedaban disponibles adquirieron precios prohibitivos. [...]

Clifford Adams recordaba "los cuerpos apilados [...]. Apilados, esperando que los enterrasen [...]. No podían enterrarlos". Cada vez se apilaban más, en las casas, en los porches.

La morgue de la ciudad tenía espacio para treinta y seis cadáveres. Metieron doscientos. El hedor era horrible. Tenían abiertas puertas y ventanas. No cabían más cuerpos. Cuando moría, la gente se quedaba en casa, donde hubiera muerto, como hubiera muerto. A veces les salía de la nariz o la boca un líquido sanguinolento. Las familias los cubrían con hielo, pero aun así comenzaban a pudrirse y a heder.

 Los edificios de pisos no tenían porche, y solo algunos contaban con escalera de incendios. Las familias cerraban las habitaciones donde hubiera un cadáver, pero cerrar una puerta no le hace a uno olvidar que allí detrás está el horror. En gran parte de la ciudad, una ciudad donde la escasez de vivienda era más acusada que en Nueva York, mucha gente no tenía una habitación donde dejar un cadáver y cerrar la puerta. 

Los envolvían en sábanas, los arrinconaban en el suelo y a veces se quedaban allí durante días. El horror iba aumentando con el paso de las horas, la gente estaba demasiado enferma para cocinar, para asearse, para apartar un cadáver de la cama. Y muchos enfermos yacían junto a los muertos, que se quedaban allí varios días mientras los vivos, horrorizados, quizás acababan acostumbrándose a aquello.

Los servicios de atención a los enfermos se ven desbordados (apartado 28):

Hacían falta enfermeras. Desesperadamente. De un estudio realizado en cincuenta y cinco enfermos de gripe que no fueron hospitalizados se desprendía que ni siquiera uno de ellos había recibido la visita de un médico o una enfermera. Diez de esos cincuenta y cinco murieron.

[...]

El arzobispo dio permiso a las monjas para que fueran a ayudar a los hospitales, incluidos los hospitales judíos, y les permitió contravenir las reglas de sus respectivas órdenes, como pasar la noche fuera del convento o romper el voto de silencio. Pero nada sirvió de alivio.

Muchos de los que antes se habían presentado voluntarios ahora se retiraban. El trabajo era demasiado desagradable, demasiado arduo, o habían caído enfermos. O estaban demasiado asustados. Todos los días publicaban los periódicos alguna llamada nueva y desesperada para pedir voluntarios.

Solo el día 10 de octubre la epidemia mató a 759 personas en Filadelfia. Antes del brote las muertes totales, independientemente de su causa (todas las enfermedades, accidentes, asesinatos y suicidios), ascendían a 485 por semana.

[...]

No es que hiciera falta gente que proporcionase cuidados médicos, hacía falta gente que proporcionase cuidados, sin más. Había familias enteras enfermas, sin nadie que hiciera la comida.

Y se insiste en la dramática situación que se vivía en esta misma ciudad del estado de Pensilvania (apartado 28):

Los cadáveres eran el recordatorio de la muerte y llevaban el terror y el sufrimiento a la gente; cubiertos de hielo, esperaban a temperaturas típicas del veranillo de San Martín. Su presencia era constante, un horror que desmoralizaba a la ciudad y del que los ciudadanos no podían escapar. Finalmente, la ciudad decidió atajar el problema.

Krusen envió a la policía para que sacara de las casas a los difuntos que llevaran en ellas más de un día; los apilaban en los coches policiales. Pero no podían hacer nada con los moribundos, ni acercarse a ellos: los agentes llevaban mascarillas y la gente se apartaba de ellos, pero las mascarillas no protegían contra el virus, y a mediados de octubre ya habían muerto treinta y tres policías. Les seguirían muchos más. [...]

Cavaron tumbas. Al principio eran los familiares de los fallecidos los que cogían la pala y cavaban con la cara llena de lágrimas, sudor y tierra, porque las funerarias no trabajaban. El informe anual oficial del Ayuntamiento indica que «las funerarias no lograban encontrar personal dispuesto a manipular los cuerpos, debido al estado de descomposición en el que se encontraban». [...]

Pepper y Martin ofrecían diez dólares diarios a cualquiera que estuviera dispuesto a tocar un cadáver. Pero se vio que aquello tampoco funcionaba, y los cuerpos seguían apilándose. Los seminaristas se ofrecieron como enterradores voluntarios, pero tampoco eran suficientes. [...]

Los cuerpos que se apilaban en hogares y funerarias podían, por fin, encontrar sepultura. Para recogerlos, el arzobispo Denis Dougherty, que ocupaba el cargo desde hacía solo unas semanas y se convertiría luego en el primer cardenal de la archidiócesis, empezó a enviar a los curas a retirar los cadáveres de las casas. Así se unieron a la policía y a otros cuantos que estaban haciendo el mismo trabajo.

A veces recogían a los cadáveres con camiones. «Pedían a la gente que dejara a los muertos en el porche de la casa, metidos en una caja de madera», recuerda Harriet Ferrell. «Llegaban en un camión abierto que recorría el vecindario y se llevaba los cuerpos. No había sitio donde ponerlos. No cabían».

En otras ocasiones recogían los cuerpos con carretas. Selma Epp, cuyo hermano Daniel fue uno de los difuntos, dijo: «Metían a la gente en carretas tiradas por caballos; mi tía los veía pasar. A él le metieron en una de ellas... Nadie tenía fuerzas para protestar. No había ataúdes. Los envolvían en una tela como de arpillera y los metían en la carreta, uno encima de otro. Había muchísimos. Así se los iban llevando".

Nadie soportaba mirar cómo los camiones y las carretas se llevaban los cuerpos, cuerpos envueltos en arpillera que se apilaban sobre otros, igualmente envueltos, con los brazos y las piernas sobresaliendo; cuerpos con destino a un cementerio donde encontrarían sepultura en una fosa común... Nadie podía oír el lamento de las plañideras ni la llamada de los que recogían a los muertos sin pensar en otra peste. La de la Edad Media. 

CAUSAS DE LA MALA FAMA DE CAUDETE EN ESTA EPIDEMIA 

En Caudete la epidemia comenzó pronto y se desarrolló rápidamente, a lo que influiría el maléfico foco de la balsa del Moto (que según un diario[4] tenía metro y medio de cieno). A ello se unió la celebración de las Fiestas precisamente cuando la epidemia había comenzado a hacer estragos.

 El mismo día 8 varios vecinos “ruegan a la Mayordomía acuerde hacer una rogativa o novena a Ntra. Sra. de Gracia para que termine la epidemia de grippe”, rezan las actas de la Mayordomía de la Virgen de Gracia, y en la procesión de este día se disparó muy poco, ya que muchas personas pedían que no se disparara cerca de casas donde había enfermos. Este mismo día tuvo sesión el Ayuntamiento:

Se dio cuenta de los acuerdos tomados por la Junta Municipal de Sanidad en la tarde del día seis del actual, previa declaración de que en este pueblo existe una epidemia de Grippe de graves caracteres y funestos resultados, por lo cual el Ayuntamiento acordó la inmediata ejecución de los indicados acuerdos, así como también que salgan diariamente cuatro Comisiones formadas por un Concejal, un Sacerdote y un Auxiliar de la Guardia Municipal, que se designarán por el Sr. Cura Párroco y Alcalde, a fin de levantar el espíritu público socorriendo las más apremiantes necesidades y procurando el mayor aseo de las casas al efecto de evitar en lo posible que tome mayores proporciones dicha epidemia, obligando al vecindario al más puntual y estricto cumplimiento de las disposiciones contenidas en el bando que la Alcaldía publicó el día 28 de agosto último. 

Todo ello hizo que la epidemia en Caudete adquiriera relevancia no solamente entre los pueblos de la comarca, sino a nivel nacional por la magnificación de la prensa, y, abonado ya el terreno, especialmente por un artículo llamativamente exagerado en un periódico alicantino, que rápidamente fue reproducido en la prensa nacional. 

Como de Albacete tardaban en contestar y en mandar ayuda, en los periódicos de Alicante se dio cuenta de las peticiones de ayuda de Caudete a sus autoridades, y, además, en Alicante fue muy conocido el caso de la familia Olmos-Escobar.

 En muchos periódicos nacionales y de provincias se publicaron numerosas noticias que daban cuenta de la evolución de la epidemia en nuestro municipio. Como la virulencia de esta epidemia levantó un grande revuelo en la prensa nacional, hizo que el Inspector General de Sanidad, D. Manuel Martín Salazar, enviara a visitar Caudete al Inspector Municipal de Sanidad e Higiene de Madrid, Dr. D. Mario Sánchez Taboada, quien escribió un artículo muy divulgado sobre esta visita (que por su interés damos en apéndice), el cual describe, de primera mano, la situación en Caudete y hace al ministro de la Gobernación una petición de ayuda urgente para Caudete.

 Y en Caudete, como comentaba El Faro Caudetano, no hubo intento de salir al paso para contrarrestar las exageraciones de la prensa nacional. Si en Caudete la epidemia no se hubiera desarrollado tan rápidamente y hubiera tenido el mismo ritmo que en los pueblos vecinos, no se hubiera llevado tan grande mala fama. 

Cuando aquí decayó la pandemia, irrumpió con vigor en ellos. También una viñeta, publicada en el Diario madrileño "El Fígaro" el 25 de septiembre, contribuyó también a la mala fama de Caudete con su macabra expresividad, representando a "El soldado de Nápoles" (metáfora en España de la gripe española). 

FUERTE GOLPE PARA CAUDETE 

El PIB bajó en España un 6 %, ya que la gripe afectó a la gente en edad de trabajar (la producción quedó paralizada en algunos lugares, y en 1919 hubo una oleada huelguística). Esta epidemia supuso un duro golpe también para la economía de Caudete. 

Decía D. Jesús Sánchez en la página 172 de su ya citada Historia de Caudete: La guerra de 1914-1918, fue, en general, muy beneficiosa para Caudete, por cuanto los productos de su agricultura adquirieron gran precio y el pueblo volvió a conocer una gran prosperidad”. 

Estos años de prosperidad tampoco dejaron de tener una parte negativa en la población: «los años de la Gran Guerra fueron una especie de “edad de plata” para el empresariado, que se combinó con una importante pérdida de poder adquisitivo resultante de una creciente inflación, de un 22  % anual durante los años de la guerra. En este marco, la escasez, el desabastecimiento y la miseria condujeron a que este período de auge económico fuese también una época de crisis y escasez para un sector mayoritario de la población española».[5]

No solamente sufrió la Villa el zarpazo de la epidemia en muchas familias; como hemos visto, las cosechas se echaron a perder en el campo por no poder venderse, con el agravante de merma de jornales para su recolección.

Y así, en la sesión de 2 de febrero de 2019, al considerarse la baja en la recaudación de los impuestos, entre las tres causas que se enumeran figura en primer lugar “la epidemia de grippe que durante bastante tiempo azotó a este pueblo, durante la cual se paralizó la vida económica del mismo”.

También aparecen otros nubarrones en el horizonte. En el Acta de la sesión municipal del 29 de octubre 1918, el Ayuntamiento se alza para conjurar una amenaza contra lo que había supuesto una importante fuente de ingresos para la población: Ante la noticia del proyecto de aumento del impuesto sobre los alcoholes, que estima el Ayuntamiento causaría la ruina de la agricultura de este pueblo, acordose protestar contra dicho proyecto ante el Excmo. Sr. Ministro de Hacienda

   Y en el acta del 10 de diciembre hace acto de presencia otra amenaza que supondrá la ruina de los viñedos de Caudete: “Enterado el Ayuntamiento de un oficio del Ingeniero Jefe del Servicio Agronómico participando la existencia del insecto Filoxera en los viñedos de este término y que conviene la reconstitución por medio de cepas americanas, así como también las podas largas para obtener el mayor producto posible en aquellos antes que sean destruidos por el nombrado insecto, acordose dar publicidad para que todos los interesados tengan conocimiento del resultado del reconocimiento hecho por el citado funcionario”.

Y pronto se abate otra calamidad sobre el municipio: a la “pertinaz sequía” (así en el libro de actas de la Mayordomía, por la que se pidieron rogativas), se añadió en abril del año siguiente una helada que paralizó el trabajo del campo. Así se expone la situación creada en el acta de la sesión del Ayuntamiento del 11 de mayo de 1919:

El Sr. Alcalde expuso a la consideración del Ayuntamiento que a consecuencia de las heladas sufridas en este término municipal el día 30 de abril último, los propietarios se hallaban retraídos en las faenas agrícolas, motivando una lamentable crisis en la clase jornalera, que se halla necesitada hasta el extremo de que constantemente piden limosna por falta de trabajo, cuya situación se hace insostenible, ya que el Ayuntamiento carece de medios para conjurar la referida crisis obrera, y por consiguiente estimaba de urgente y de indispensable necesidad excitar a los dueños de fincas para que, procediendo al trabajo inmediato de estas, den colocación a los jornaleros que se hallan parados; 

 Mas, no perdiendo de vista que con la pérdida total de los productos de la vid en el año agrícola corriente como consecuencia de aquellas heladas, ha de agravarse más la situación del proletariado en las estaciones de otoño e invierno próximas, consideraba también como medida previsora la de gestionar en Madrid la aprobación del proyecto de carretera de Villena a Caudete, cuyo expediente se halla en tramitación, a fin de que, aprobado que sea, se ejecuten por administración las obras de dicha proyectada vía pública, a cuyo efecto había entablado negociaciones con algunos Sres. representantes de la citada ciudad para que, previa la resolución del Ayuntamiento, fuera una Comisión a Madrid a exponer los mencionados hechos y conseguir la ejecución de las indicadas obras.

A pesar de las gestiones del Ayuntamiento en Madrid, a una con Villena, y en Albacete, con el apoyo del Diputado a Cortes por este Distrito Sr. Marqués de la Calzada, lo de la carretera iba para largo (de hecho, como dice D. Jesús Sánchez en la Historia de Caudete, tuvo realización en tiempos de la patriarcal dictadura del General Primo de Rivera).

A pesar de que el Heredamiento del Agua de Arriba hizo un embalse o Balsa Nueva del Moto como un quilómetro más arriba de la vieja, esta persistió muchos años, y también el Matadero adyacente hasta que se hizo el nuevo de San Antón en 1928

También el nuevo Lavadero de San Antón sustituyó al antiguo del Moto. Y por lo que respecta a las obras del saneamiento y cubrición de la acequia de la calle de las Moreras, identificado como otro foco de infección, a pesar de los perentorios apremios del Ayuntamiento al Heredamiento del Agua de Arriba, aún andaban sin realizarse en mayo de 1920.

La situación de parálisis en que queda Caudete tras la pandemia y helada, y el advenimiento, después, de la filoxera, aumentan el chorro que ya corría de la emigración. La epidemia de gripe de 1918 adquiere proporciones de auténtica catástrofe demográfica, afectando a una población de­bilitada que se desenvolvía en muy precarias condiciones labora­les y nivel de vida. 

Mientras, muchos jornaleros se vieron forza­dos a emigrar a la búsqueda de mejores condiciones de trabajo, en especial a aquellas localidades del valle del Vinalopó que habían desarrollado una economía de transformación industrial”.[6] «Los jornaleros que no emigraron se dedicaron a la explotación anárquica de los montes del término, realizando roturaciones y sacando las denominadas "rochas", al mismo tiempo que se continuaba con la construcción de cuevas».[7]

Como esta pandemia se produjo a finales de la primera gran conflagración mundial, en 1918, en la que España se mantuvo neutral y no ejerció censura sobre el número de contagios y muertes en su población, al contrario de las naciones beligerantes, cargó con el sambenito de que a esta epidemia se la llamara gripe española o dama española, a pesar de no haberse iniciado en su suelo (en inglés, Spanish influenza o Spanish flu). También Caudete tuvo su sambenito. 

Aparte de los tintes exagerados, contribuyó a que Caudete fuese considerado un paradigma macabro de esta pandemia del siglo XX en España, pero principalmente en los pueblos y comarcas vecinos, el que esta se disparara tan rápidamente en la Villa, y precisamente tan a su comienzo en la zona (si esto hubiera ocurrido al compás de los pueblos vecinos, no hubiera atraído tanto la atención).

 Y el no rebatir pronta y enérgicamente las escandalosas exageraciones, hizo que ese falso retrato quedara fijado en la prensa y en el recuerdo de los vecinos, y que esos tintes de exageración no hayan desaparecido de la consciencia común caudetana, amalgamados con el hondo dolor que causó este malhadado flagelo (todo esto acompañado de un número exagerado de víctimas)

En la página 177 de su conocida Historia de Caudete y su Virgen de Gracia, dice D. Jesús Sánchez que esta epidemia gripal hizotristemente célebre el nombre de nuestro pueblo en todo el ámbito nacional y aun en el extranjero”. Y tales fueron los tintes de exageración con que se pintó su paso por Caudete, que esta gripe, que se llamó falsamente española en muchos países extranjeros, estuvo en un tris de que, al menos en nuestra región, la llamaran caudetana.

APÉNDICE

Enviado por el Inspector General de Sanidad, hizo una corta visita a Caudete el Dr. Taboada, Inspector Municipal de Sanidad e Hi­giene de Madrid el 22 de septiembre de 1918. Por provenir de una personalidad médica tan importante, y por dar una visión objetiva de lo que vio y experimentó en esa visita, vamos a dar el artículo que publicó al día siguiente en el periódico La Tribuna. Sobre Caudete ya se habían publicado “noticias alarmantes”, como testifica el diario madrileño La Acción del 22 de septiembre, en su página 3:

El doctor Taboada a Caudete

Anoche salió para Caudete (Albacete) el inspector municipal de Sanidad e Hi­giene doctor don Mario Sánchez Ta­boada.

Antes de partir para dicho pueblo ce­lebró una detenida conferencia con el inspector general de Sanidad, doctor Mar­tín Salazar, quien le dio instrucciones acerca de las medidas que debían adop­tarse en aquel pueblo, en vista de las no­ticias alarmantes que se han recibido estos días del estado sanitario de aquel pueblo.

El Gobernador Civil sale muy malparado, y muy bien el alcalde de Caudete, que incluso ayudaba a amortajar a muchos fallecidos (previsiblemente ya había pasado la enfermedad gripal, pues el 25 de agosto la Corporación Municipal le concedió ausentarse de la localidad durante un mes “con el fin de que restablezca su salud”). 

También apareció el escrito del Dr. Taboada, titulado “Una visita a Caudete”, en la publicación trimensual España Médica, con fecha 1 de octubre, págs. 2 y 3, de donde lo tomamos. 

UNA VISITA A CAUDETE

Las cifras de mortalidad dadas por la Prensa son exactas.—Causas de la difusión de la enfermedad.—Un alcalde caritativo y un gobernador indiferente.—Notas clínicas.— Palabras del Dr. Martín Salazar 

Llegué a Caudete de madrugada, recorriendo la distancia que media entre la estación y el pueblo, bien acondicionado, por cierto, en una excelente tartana.

El tartanero me recibió afablemente. Me sorprendió algún tanto esta amabilidad, acostumbrado a las groserías y salvajadas de nuestros madrileños aurigas «de alquila».

El silencio más absoluto reinó al comienzo de nuestro camino. Tan solo era interrumpido por una pertinaz e incesante tos de tipo espasmódico, que aquejaba al que me conducía.

—¿También has tenido tú el mal reinante, muchacho? —le pregunté.

—Sería yo una excepción entonces, mi amo; pero ya estoy mejor, y sepa que mi casa ha sido de las menos castigadas, pues tan solo ha muerto un cuñado.

—¿Y es cierto que ha fallecido tanta gente?

—Más tal vez que la que por ahí se figuran.

Comprendí bien pronto que mi viaje podía ser bien aprovechado para el fin que llevaba.

A la entrada del pueblo, y a costa de un buen madrugón, me esperaban el alcalde de Caudete, D. Gabriel Estañ; el secretario de la Alcaldía, don José García Coquinat; el inspector municipal de Sanidad, Dr. Lassala, y el médico titular D. Emilio Martínez.

Fuimos directamente a la Alcaldía. El pueblo me causaba por su exterior grato aspecto. Las calles limpias, y casi todas las fachadas de las casas ostentaban señales de un reciente revoco.

Esto será por la cuestión sanitaria, pensé; pero pronto pude convencerme de que no obedecía a ello tal origen. Se debía a que habían sido hace poco las fiestas del pueblo. Las casas, por dentro, denotaban gran suciedad y abandono.

Y váyase lo uno por lo otro.

—La epidemia ha sido, y aún continúa siendo, aunque con menos intensidad, verdaderamente mortífera. En poco más de quince días, y hasta la fecha, van ocurridas 186 defunciones, siendo la edad de los atacados, principalmente, de quince a cuarenta años, entre estos, en mayor número, el sexo femenino, y especialmente las mujeres embarazadas, en casi todas las cuales se ha producido el aborto o el parto prematuro. Los primeros casos —siguiéronme diciendo tan inteligentes compañeros— ocurrieron en la última decena de Agosto y primeros días del mes de Septiembre, sin que fueran acompañados de terminación tan funesta. Pero después de las fiestas, y debido con seguridad a la aglomeración que siempre existe con este motivo, tomó prontamente tal incremento y mortalidad.

—¿Pero esos festejos —les interrumpí— no pudieron ser suspendidos?

—Precisamente, y a eso vamos. La Junta de Sanidad municipal tomó el acuerdo en tal sentido, pero una parte del pueblo se opuso tan tenazmente a su suspensión, que, en evitación de una alteración de orden público, las autoridades hubieron de acceder a su celebración.

—Con lo cual —les respondí—, sí se logró no hubiera la referida alteración; en cambio, se cometió un verdadero hecho punible en contra de la sanidad pública.

—Harto castigados se encuentran, pues a los pocos días de ellas empezaron a ingresar en el cementerio, diariamente, de unos quince a veinte cadáveres, como término medio. En cuanto a nosotros, le diremos que ha habido día de efectuar cerca de trescientas visitas cada uno, y hemos prestado los auxilios facultativos, encontrándonos igualmente atacados, si bien, por fortuna, con menor intensidad, afligiendo, además, a uno de nosotros (don Emilio Martínez) la irreparable desgracia tenida en la familia, y producida por la muerte de una de sus hijas, bellísima criatura de once años.

—¿Y las autoridades de la provincia, no hacían nada? —pregunté por dos veces, ante el mutismo de ellos al iniciar esta pregunta.

—No podemos ni debemos decir nada, nada, acerca de este asunto. Hemos carecido y carecemos de medios, y no ha venido nadie hasta el día de ayer.

Y ahora deseamos sepa usted otro conflicto que se avecina, cual es el del hambre. Gran número de los atacados han entrado en una convalecencia relativamente larga, y como son jornaleros y gente del campo, carecen por completo de recursos para su manutención. El alcalde, activísimo como tal, y con una caridad inagotable, socorre todos los días a los más necesitados...; pero los fondos del Municipio se acabarán, y entonces no sabemos lo que pasará con estos infelices; y eso que el Ayuntamiento de Caudete, con el fin de evitar los consabidos abusos de los acaparadores en estas tristes circunstancias, ha comprado por su cuenta carnes, aves y huevos, con objeto de beneficiar al vecindario.

Lo mismo que nuestro Concejo madrileño —pensaba yo. 

* * * * *

Como el tiempo que había de permanecer yo en Caudete era muy corto, les rogué me llevasen a visitar a algunos enfermos afectos de la epidemia.

Mientras tanto, los doctores Lassala y Martínez me fueron comunicando que, a su juicio, la infección, clínicamente, debía diagnosticarse como gripe, la cual revestía diferentes localizaciones, dando a los pocos días sintomatología en relación al órgano o aparato afectado; sin embargo, las complicaciones más frecuentemente presentadas eran las que hacían relación con el tipo llamado abdominal, asemejándose en mucho con el cuadro de la fiebre tifoidea.

Empezamos a entrar en las casas de los infecciosos. Rara era la calle en la cual no se oían los lamentos de deudos y allegados de los fallecidos en la noche o en el amanecer del día que me ocupo.

Observé a varios enfermos. Algunos, manifiestamente con tipo griposo, con algias generalizadas, cefalea supraorbitaria con ligera participación de las mucosas. Pero otros, con notable hipertermia (40 grados), lengua achocolatada, encías fuliginosas y un estado estuporoso tal, que no pude por menos de recordar en aquellos instantes el cuadro clínico de los tíficos que durante epidemias pasadas fueron asistidos por nosotros en el Hospital de San Juan de Dios.

¿Era gripe afectando una forma tífica? Mi modesta personalidad no puede ni debe alardear de seguridad en el diagnóstico. Tal vez, y debido a mis escasos conocimientos, los hubiera conceptuado en dicho momento como enfermos genuinamente tíficos.

Lo que sí me causó verdadero asombro fue el que en algunos domicilios, y en montón, confundidos, alternaban personas sanas y enfermas; y como mi gesto quizás no pudiera disimular la sorpresa, mi compañero Emilio Martínez se anticipó a decirme:

—Presumo el comentario que va usted a dirigirme por lo que ve; pero, ¿qué quiere usted que le diga? Caudete es un pueblo en donde hay todavía bastante elemento inculto e ignorante, que teme más a las supersticiones, maldiciones ocultas, pestes enviadas como castigo, etc., etc., que se fía en los consejos que la higiene moderna puntualiza.

Con estas palabras me dio a conocer lo bastante, y enmudecí.

Al pasar por la puerta de la iglesia, daba la casualidad que el vecindario salía de oír la misa. Era domingo. Y causaba verdadero espanto el contemplar que todos, pero todos, los fieles ostentaban trajes o emblemas de luto, detalle muy significativo para poder apreciar de lo pasado en Caudete.

* * * * *

El tiempo transcurría, y yo tenía necesidad de no perder el correo para Madrid. Me despidieron mis acompañantes de modo cariñoso e inmerecido.

Monté en la tartana, en la cual marchaba hacia la estación una familia acomodada de Caudete, que se ausentaba en previsión de ser víctima del azote reinante.

Sin ellos darse cuenta, en las pocas palabras que cruzamos, sirvieron para completar mi información.

Por ellas pude comprobar, aunque de ello no dudé por un momento, las afirmaciones de mis compañeros, haciéndome saber que las autoridades de la provincia habían tenido al pueblo en el mayor de los abandonos; que, a pesar de los reiterados oficios y telegramas dirigidos por los facultativos al gobernador, este había demostrado la indiferencia más absoluta respecto a su censurable silencio, presentándose por fin después de diez días en compañía del inspector provincial de Sanidad, obedeciendo tal vez su presencia a las justas recriminaciones de un periódico local; y como demostración de lo que manifestaban mis acompañantes, alegaron el significativo hecho de que a la llegada del gobernador a Caudete, a excepción del alcalde, ningún elemento oficial salió a recibirle. Que el pueblo está satisfecho en demasía de su alcalde, por los socorros otorgados a los necesitados, habiendo dado el conmovedor ejemplo de ayudar a amortajar a muchos de los fallecidos.

¡Y han sido tantos!

* * * * *

Para terminar.

¡Señor ministro de la Gobernación! En Albacete existe un pueblo que se llama Caudete, el cual ha sido hasta ahora, en España, el único diezmado por la epidemia actual.

Que una vez, al parecer, en decrecimiento la epidemia, se aproxime quizás otra plaga, que si bien no es de naturaleza infectocontagiosa, es de efectos fisiológicos verdaderamente siniestros, como es el hambre que durante la larga convalecencia ha de sufrir la numerosa gente pobre que la ha padecido, pues el Municipio toca en sus fondos a su fin.

Que se ha realizado una incuria y abandono grande por parte del gobernador civil de la provincia, como lo prueban los datos que se me han participado y dejo anteriormente apuntados.

Y que como el germen de la actual epidemia, aunque no encontrado, parece ser, y aunque en estado de latencia, guardar su acción virulenta durante largo tiempo, se hace preciso el picar y blanquear todas las casas de Caudete en donde hayan existido atacados, mandar estufas de desinfección y practicar los debidos análisis de las aguas potables, pues a otra agudización del expresado mal, quedará borrado, a no dudar, del mapa de España el pueblo de Caudete.

* * * * *

Constantemente resuenan en mis oídos las palabras que en una de las varias conversaciones sostenidas con uno de los maestros de la epidemiología contemporánea, Dr. Martín Salazar, me ha reiterado en varias ocasiones.

La sanidad de una nación solamente se logra a fuerza de dinero, y España se preocupa, por desgracia, muy poco de tan clamoroso asunto.

¿Qué diría, pues, el ilustre Martín Salazar si hubiese comprobado personalmente la situación y los medios con que ha contado y cuenta el pueblo de Caudete?

Dr. Taboada.

BIBLIOGRAFÍA

   BARRY, John M.: La gran gripe: La pandemia más mortal de la historia. Traducción de Amelia Pérez de Villar. Capitán Swing, 2020.

DOMÉNECH MIRA, F. J.: “La Villa de Caudete durante la Segunda República. I: Fuentes para su estudio”, Revista de Abenzoares, N.º 6, Caudete, 1999-2000, pp. 47-81.

El Faro Caudetano. Semanario de Caudete. Números de 1918.

   FRANK, Elliot: La pandemia de Gripe Española: La pandemia más mortal de la historia y cómo cambió el mundo. Traducción de Diego Ignacio Ramos. Venit Publisher, 2021.

FUENTES CODERA, Maximiliano y Carolina GARCÍA SANZ: "España y la Gran Guerra: un análisis historiográfico a la luz del centenario", Índice Histórico Español, 128, 2015, pp. 97-131.

Libro 3 de defunciones de párvulos. Def-11. Archivo Parroquial de Santa Catalina.

Libro 4 de defunciones de párvulos. Def-13. Archivo Parroquial de Santa Catalina.

Libro 8 de defunciones. Def-10. Archivo Parroquial de Santa Catalina.

Libros de Actas de la Mayordomía de Ntra. Sra. de Gracia.

Libros de Actas del Ayuntamiento de Caudete.

Periódicos varios nacionales y regionales.

PONCE CONEJERO, Álvaro: “Las cuevas de Caudete constituyen un gran patrimonio arquitectónico y cultural”, Revista de Moros y Cristianos, Caudete, 1994, s.p. 

PORRAS GALLO, María Isabel: La gripe española, 1918-1919. La pandemia que cambió nuestras vidas y retó a la medicina y los profesionales sanitarios españoles. La Catarata, Madrid, 2020.

SÁNCHEZ DÍAZ, Jesús: Historia de Caudete y su Virgen de Gracia. Gráficas Gutenberg, Alicante, 1956.

SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Antonio: Historia de la imprenta en Albacete y provincia. Albacete, 2009.

SPINNEY, Laura: El jinete pálido. 1918: La epidemia que cambió el mundo. Traducción de Yolanda Fontal. Edit. Crítica, 2018.


[1] SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Antonio: Historia de la imprenta en Albacete y provincia. Albacete, 2009, p. 365.

[2] El Doctor Taboada no era “Inspector General de Sanidad”, sino Inspector Municipal de Sanidad e Hi­giene de Madrid.

[3] BARRY, John M.: La gran gripe: La pandemia más mortal de la historia. Prólogo.

[4] El Sol, de Madrid (24.9.1918, p. 4): “Ha regresado de Caudete el gobernador civil de la provincia. Se confirmó que la causa de la infección que allí se padece es una balsa que está situada en el centro de la población, y donde se depositan los despojos. / Es imposible hacerla desaparecer, por destinarse sus aguas a los riegos de las huertas. / El gobernador ha ordenado que se limpie inmediatamente. Tiene metro y medio de cieno”. 

[5] FUENTES CODERA, Maximiliano y Carolina GARCÍA SANZ: "España y la Gran Guerra: un análisis historiográfico a la luz del centenario", Índice Histórico Español, 128, 2015, pp. 114-115.

[6] DOMÉNECH MIRA, F.J.: “La Villa de Caudete durante la Segunda República. I: Fuentes para su estudio”, Revista de Abenzoares, N.º 6, Caudete, 1999-2000, p. 57.

[7] PONCE CONEJERO, Álvaro: “Las cuevas de Caudete constituyen un gran patrimonio arquitectónico y cultural”, Revista de Fiestas, 1994, s.p. 






























3 comentarios:

  1. Soberbio, excelente, interesante, entretenido y documentado artículo. Felicidades sinceras y millón de gracias Chimo.

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  2. Yo me espero a que salga la película...
    Bueno , en serio, un gran artículo, no solo en tamaño, sino por la gran cantidad de información. Gracias Chimo por este artículo tan interesante .

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  3. Gracias a Miguel y a Chimo por este trabajo, muy currado.

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