sábado, 19 de febrero de 2022

"ZPE" (Zona de Procesamiento de Exportaciones). Despreciable eufemismo de fábricas en el Tercer MUndo donde se explotan a los trabajadores", por Óscar de Caso.

 
    
Estas fábricas están localizadas principalmente en Indonesia, China, Méjico, las Filipinas. Se localizan en sectores industrializados amurallados; las barreras que la rodean tienen un doble propósito: mantener a la multitud lejos de los costosos artículos que se fabrican dentro de ellas, y quizá, ante todo, proteger al país de los que sucede allí dentro. 

No se ven sus nombres ni sus logos desplegados en sus fachadas. Como si se tratara de un residuo tóxico que se halla concentrado en estas zonas. Los talleres carecen de ventanas, construidos con plástico barato y aluminio, unos pegados a otros.

          Estas zonas son de una economía libre de impuestos, independiente del Gobierno municipal y provincial, no pagan gravámenes de importación ni exportación; gobernados como un Estado Militar en miniatura, siempre dispuesto a suprimir el descontento laboral.

 Las ZPE no son espacios por donde transitan los artículos, sino donde se fabrican. La idea de estas “fábricas” la parieron en la década de los 80 en la India, que otorgó cinco años de exención fiscal a estos explotadores.

 Una de las muchas ironías de las ZPE es que lo único que logran los gobiernos de estos países con cada incentivo que otorgan a las multinacionales es reforzar el sentimiento de las empresas de ser turistas económicos y no inversores a largo plazo. La zona del mundo más poblada del mundo de ZPE (con diferencia) es China.

          La jornada laboral es todo lo larga que los patronos deseen. La gran mayoría de personal se compone de mujeres, siempre jóvenes. La gestión del personal es de corte militar. En estas zonas reina el miedo. Los Gobiernos temen perder sus fábricas extranjeras, las fábricas temen perder sus marcas clientes, y los obreros sus inseguros trabajos. Estas fábricas no están construidas sobre la tierra, sino en el aire.

          Si las fábricas no pagan impuestos ni crean infraestructuras locales y los artículos que producen se exportan, ¿por qué estos países siguen esforzándose en atraerlas dentro de sus fronteras? Su estúpida y fullera razón es la teoría del goteo: con el tiempo, los ridículos salarios (alrededor de 87 centavos de dólar por hora) permitirán lograr el desarrollo sostenible de la economía local.

           En algunos de estos países, la idea de ofrecer incentivos y exenciones a los inversionistas, que debía abandonarse gradualmente a medida que las empresas extranjeras se homologaran con la economía nacional, ha producido el efecto opuesto al esperado. Las fábricas donde se habían formado asociaciones de trabajadores han cerrado o han vuelto a abrir dentro de las zonas amuralladas de las ZPE.

          Como los propietarios reales y los administradores de las fábricas dependen completamente de sus grandes contratos para hacer funcionar las máquinas, los obreros no tienen capacidad alguna de negociación: no es posible sentarse a negociar con un formulario de pedido.

De este modo, incluso la división marxista clásica de propietarios y trabajadores no se aplica del todo a la zona, porque las multinacionales de marca han desinvertido en “los medios de producción”, para emplear la expresión de Marx; porque no quieren aceptar las responsabilidades que entraña la posesión y la gestión real de las fábricas y el empleo de la mano de obra.

          Las economistas neoliberales interpretan que estas fábricas no constituyen un deterioro en los derechos de los trabajadores, sino un índice de una inminente prosperidad. Lo que les preocupa “no es que existan tantas fábricas donde se explota a los trabajadores, sino que haya tan pocas (…) y que tienen que llegar a África para sacarla de la esclavitud rural (Harvard Jeffrey Sachs).

La opinión predominante entre los economistas es que el aumento de este tipo de empleos es una noticia enormemente buena para los pobres de todo el mundo.

          Un cartel colocado en una intersección de las calles de la Zona de Procesamiento de las Exportaciones de Cavite (Filipinas), está escrito en inglés y pintado con grandes letras mayúsculas rojas, reza: “NO ESCUCHES A LOS AGITADORES NI A LOS REVOLTOSOS”.

POSDATA.- Durante dos años la periodista canadiense Naomi Klein estuvo desplazándose por estas “fábricas” en diversos países para conseguir un reportaje sobre este tema; aunque su publicación se produjo en el año 2000 tengo el presentimiento, por otros informes actuales, de que no difiere mucho del que existe en la actualidad. El escrito de hoy está muy resumido.

La canción que toca es un monólogo sobre la infancia explotada, un fragmento de esa "América Latina de las venas abiertas" que describiera Eduardo Galeano. Un doloroso canto a los marginados, a la niñez perseguida e imposible.

          Del disco de Serrat de 1993 “Nadie es perfecto” la canción “Niño silvestre”.

https://www.youtube.com/watch?v=EB0caNjFn5A



Hijo del cerro

presagio de mala muerte,

niño silvestre

que acechando la acera viene y va.

Niño de nadie

que buscándose la vida

desluce la avenida

y le da mala fama a la ciudad.

Recién nacido

con la inocencia amputada

que en la manada

redime su pecado de existir.

Niño sin niño

indefenso y asustado

que aprende a fuerza de palos

como las bestias a sobrevivir.

Niño silvestre,

lustrabotas y ratero,

se vende a piezas o entero,

como onza de chocolate.

Ronda la calle,

mientras el día la ronde,

que por la noche se esconde

para que no le maten.

Y si la suerte,

por llamarlo de algún modo,

ahuyenta al lobo,

y le alarga la vida un poco más.

Si el pegamento

no le pudre los pulmones,

si escapa de los matones,

si sobrevive al látigo, quizás

llegue hasta viejo

entre cárceles y "fierros"

sembrando el cerro

de más niños silvestres, al azar.

y cualquier noche

en un trabajo de limpieza

le vuele la cabeza

a alguno de ellos, sin pestañear.

1 comentario:

  1. Casi todo muy cierto pero normalmente el control de esos medios de producción no es de los compradores sino del estado que interviene en la mediación. Lógicamente ese trabajo debería ser cada vez mejor remunerado pero la parte gruesa, la plusvalía del trabajo que diría Marx, la obtiene el gobierno.
    A ver de dónde saca el gobierno chino su potencial de inversión. Simplemente poniendo a trabajar a tope a sus ciudadanos.
    El asunto de la deslocalización está cada vez mas controvertido para las empresas "capitalistas". Ya no es el "chollo" de antes.
    Y el gobierno chino no tiene nada de tonto.

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