miércoles, 2 de marzo de 2022

"Si no son unos... son otros", por Óscar de Caso. "Los únicos perjudicados de todas estas actividades bélicas siempre han sido los mismos: el personal civil".

 

          Creo que el asunto está meridianamente claro; en esta ocasión han sido los rusos los agresores; años atrás los norteamericanos, anteriormente los alemanes, japoneses, italianos…

          Siempre han sido deseos de conquistas territoriales las invasiones. En ocasiones, motivadas por futuros negocios muy rentables, otras por delirios de grandeza, algunas para esconder graves problemas internos, xenofobia, saña opulenta.

          Los únicos desgraciados de todas estas actividades bélicas siempre ha sido el personal civil. El que no decide a quien matar, y a quien matan; el que no tiene armas para defenderse, y le pasan por las armas; al que no le han pedido opinión para guerrear, y la guerra le pasa por encima. Eso que en los últimos años han etiquetado con el despreciable eufemismo de “daños colaterales”.

          Por desgracia, estoy obligado a entender que hay personas que se ganan la vida haciendo o preparándose para la guerra, verbigracia, los militares; aunque en estos tiempos los traten de camuflar como “misioneros de paz”, eso sí, pertrechados con un AK-47, una pistola automática y media docena de granadas (una cosa no quita la otra). 

    Lo que echo mucho de menos son las guerras antiguas, las que nos cuentan los libros de historia. Esas en que los militares de uno y otro bando quedaban en un sitio determinado, a una hora acordada, y allí, pim, pam, a hostia limpia, a espada toledana, con arcabuz, en fin, con el arma que estuviese de moda en aquellas fechas, se liquidaban unos a otros mientras la población, ajena a estos jaleos bélicos, esperaba al vencedor para rendirle obediencia. Y así, hasta la próxima trifulca.

          Hay un denominador común en los Directores de estas salvajes contiendas: el pueblo, el partido político o los poderes fácticos, han elegido siempre a un loco peligroso para gobernarles, a sabiendas, casi siempre, que era un zumbao de armas tomar. Para comprobar, siempre, siempre, siempre que los que pagan los platos rotos son los mismos en todas las guerras.

          Escribamos sobre la realidad actual. En esta ocasión, la han comenzado los rusos. Al parecer, con lo grande que es Rusia se les ha debido de quedar pequeña y necesitan de Ucrania para meter a los rusos que se les salen por los lados del mapa; con la península de Crimea, se ve que, no han tenido bastante (disculpen el sarcasmo).

          En otras ocasiones contemporáneas, los bolcheviques han intentado invadir Afganistán, Hungría, Checoslovaquia, Cuba, con resultados más o menos satisfactorios. En el caso de los yanquis, más de lo mismo: Corea, Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Panamá, además de varios gobiernos títere, colocados por los gringos en América del Sur. 

De los alemanes, creo que no hace falta que les cuente nada más de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Casi de tapadillo, y por vía de la guerra relámpago, los israelíes se apoderaron de gran parte de Palestina (unos religiosos ortodoxos, muy majos ellos). Los chinos de la China, que le tienen echado el ojo a Taiwan. Y media docena más de países en el mundo que tienen ganas de gresca.

          Regresemos al asunto de Putin. El americano hace cuatro días que acaban de salir por patas por la puerta de atrás de Afganistán; y como dicen en mi pueblo: “no tienen el chichi para farolillos”. Con algún embargo económico salvan la cara.

           La Comunidad Europea hará lo que ha venido haciendo casi siempre: abrirá el cuaderno de la contabilidad, trazará una línea vertical de arriba hacia abajo en mitad de la hoja y sopesará, siempre económicamente hablando, si les puede ser rentable o perjudicial cabrearse con el líder ruso. 

Les propongo hacer una porra, benditos lectores, el que escribe estas líneas sostiene que se reducirá a una regañina de guardería; mi apuesta no se trata de intuición o pálpito (deseo equivocarme); tan sólo he precisado leer cuatro libros de historia.

          No finalizaré este escrito, sin hacerles llamar la atención de un hecho muy significativo que he visto y oído en los informativos: esta guerra ha producido un éxodo de cientos de miles de refugiados ucranianos, que se han visto obligados a huir de Ucrania por temor justificado de que les pegasen un tiro. 

    Exactamente igual que a todos esos prójimos refugiados africanos, amenazados de guerra en sus países, que huyen desesperadamente, y en esa cruel y larga travesía por lugares recónditos, son objeto de violaciones, humillaciones, hambre y mafias que los castigan, hacinados en una patera sobreviviendo a temporales mediterráneos. 

    Los afortunados que sobreviven al naufragio y a las mafias, y consiguen llegar a la costa mediterránea, son abandonados en el mar, impidiendo su rescate; hacinados en cualquier rincón o devueltos a su país de origen como un paquete defectuoso.

          Por lo que parece, los ucranianos tienen mejor suerte que los africanos. Varios países están dispuestos a recibirles como refugiados. Da la sensación de que las balas y las bombas europeas son distintas a las africanas. Será eso…

En 1994, Serrat con la canción “Te guste o no”, del disco “Nadie es perfecto”, hace un gran canto a la tolerancia. Asemeja cuerpos, costumbres, ilusiones y temores entre los diferentes mundos que conviven en este planeta. 

Puede que a ti te guste o puede que no

pero el caso es que tenemos mucho en común.

Bajo un mismo cielo, más o menos azul,

compartimos el aire

y adoramos al sol.

Los dos tenemos el mismo miedo a morir,

idéntica fragilidad,

un corazón,

dos ojos y un sexo similar

y los mismos deseos de amar

y de que alguien nos ame a su vez.

Puede que a ti te guste o puede que no

pero por suerte somos distintos también.

Yo tengo una esposa, tú tienes un harén,

tú cultivas el valle

yo navego la mar.

Tú reniegas en swajili y yo en catalán...

Yo blanco y tú como el betún

y, fíjate,

no sé si me gusta más de ti

lo que te diferencia de mí

o lo que tenemos en común.

Te guste o no

me caes bien por ambas cosas.

Lo común me reconforta,

lo distinto me estimula.

Los dos tenemos el mismo miedo a morir,

idéntica fragilidad,

un corazón,

dos ojos y un sexo similar

y los mismos deseos de amar

y de que alguien nos ame a su vez.

      









           

         

1 comentario:

  1. Atravesar brillantemente el artículo y naufragar al final.
    Basta comparar las refugiadas de Putin con los jóvenes que han asaltado hoy la valla.

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