Estos últimos días estuve conversando con un antiguo compañero de trabajo. Me puso al día de un problema laboral que están sufriendo en su empresa a causa de retrasos en el pago de las correspondientes nóminas.
Al pedirme consejo, no lo dudé, siempre aplico un adagio que a mí me ha resultado efectivo cuando he sufrido problemas judiciales: “MÁS VALE UN MAL ACUERDO…, QUE UN BUEN JUICIO”. Las cualidades positivas de un “mal acuerdo” se pueden resumir en: es rápido; se sufre menos; ambas partes ceden en sus pretensiones y se ahorra mucho dinero en abogados, ¡que no es poco!.
Los defectos de un “buen juicio” vienen a ser: su lentitud en la puesta en marcha y el desarrollo del mismo; la necesidad de tener suerte con el Juez de turno, y contratar a un abogado; el tiempo y los paseos que te ahorras en visitas al juzgado y a tu defensor; el desagradable escenario de la sala de vistas y algo esencial: conseguir que se aplique la Justicia con Justicia.
Bien es verdad, que
aplicando un “mal acuerdo” se te queda resentimiento y una pincelada de sed de
venganza; pero transcurrido el tiempo percibes que ese mal acuerdo ha sido, en
definitiva, positivo.
Escribamos sobre el oficio de Juez: sostengo que la profesión de Juez no es comparable, y sí, muy diferente a las demás profesiones. La responsabilidad es enorme y trascendente. El poder que poseen, aunque está limitado por las Leyes, es ciertamente, muy grande.
Hay Jueces que se visten, o les visten, de una burbuja
de autoridad como si quisieran apartarlos o blindarlos del servicio público que
ejercen. El Juez al ser un servidor público (no lo olvidemos), debe contaminarse
del pueblo. Aplicar la Justicia de forma automática conduce, la mayoría de las
veces, a una segura injusticia.
Algunos, los
más retrógrados se consideran investidos de un poder absoluto; cuando, en
cambio, la cualidad más importante que deben poseer es la de la autoridad. Es
como si el tiempo no hubiese transcurrido para ellos, actúan como los
funcionarios de los años 50, cuando cerraban la ventanilla en tus narices y te
espetaban: “vuelva usted mañana”.
He tenido la necesaria y desagradable obligación de penetrar en las oficinas de un juzgado donde los archivos y las cajas se apilan en torres de considerable altura.
Y si
quieren ver un espectáculo grotesco, bochornoso, patético y lamentable; asistan
a una subasta de algún bien o propiedad en una oficina cochambrosa rodeado de
gente que entra y sale; donde, sentado tras de una mesa, un disperso funcionario
rodeado de subasteros solventa la adjudicación. No se lo recomiendo a personas
corrientemente sensibles.
Por fortuna,
hoy los ciudadanos exigimos justicia, nos hemos pasado décadas sólo pidiéndola.
Hoy la sociedad es amplia y diversa, les condiciona (a los Jueces) a nuevas
costumbres y a nuevas formas de actuar. Por fortuna, también, los Jueces hoy no
proclaman su neutralidad en los casos bajo su jurisdicción, tienen que ser un
reflejo de la sociedad que les pertenecen.
Sostengo que
la legitimidad de los Jueces no debe provenir de los políticos elegidos por los
ciudadanos; deben ser una representación de la Constitución y de la Ley. La
imparcialidad del Juez se garantiza con la balanza de sus poderes con respecto
a los del Estado.
Un asunto
grave y lamentable que está percibiendo y sufriendo la ciudadanía es el exceso
de garantías que sufren los forajidos de todo tipo que, cada día proliferan de
manera considerable en nuestra sociedad: amparándose en este supergarantismo
que ofrece la Justicia y que conduce fatalmente a la impunidad.
Gran parte de
la culpa de la lentitud y el considerable retraso en impartir Justicia se debe
a la clase política que no ha sabido, querido o podido consensuar y aprobar Leyes Sociales, Económicas y Penales que condujeran a que impartir justicia
fuera más rápido y eficiente.
Doy por término este escrito con un aserto muy aplicable a la judicatura: “El juez, como la mujer del César, no sólo tiene que ser honesto e imparcial, sino también parecerlo".
Hace tan solo cuarenta años, el señor Serrat nos obsequió con
la canción “Seria fantàstic” (Sería fantástico). Una utopía en un mundo ideal
en el que la solidaridad y la convivencia entre todos sea la base germinadora
de un mundo mejor.
https://www.youtube.com/watch?v=lzFsO_JjXGg
Sería fantástico
que anduviera equivocado
y que el váter no estuviera ocupado.
Que hiciese un buen día
y que nos convenciera.
Que San Pedro, pagando, no cantase.
Sería fantástico
que nada fuera urgente.
No pasar nunca de largo y servir para algo.
Ir por la vida sin cumplidos
llamando a las cosas por su nombre.
Cobrar en especies y sentirse bien tratado
y mearse de risa y hacer volar
palomas.
Sería todo un detalle,
todo un síntoma de urbanidad,
que no perdiesen siempre los mismos
y que heredasen los desheredados.
Sería fantástico
que ganase el mejor
y que la fuerza no fuera la razón.
Que se instalase en el barrio
el paraíso terrenal.
Que la ciencia fuera neutral.
Sería fantástico
no pasar por el embudo.
Que todo fuera como está mandado y que nadie mandase.
Que llegara el día del sentido común.
Encontrarse en casa como en todas partes.
Poder distraerse sin correr peligro.
Sería fantástico que todos fuéramos hijos de Dios.
Sería todo un detalle
y todo un gesto, por tu parte,
que coincidiéramos, te dejases convencer
y fueses tal y como yo te he imaginado.
No te quitaré Chimo la razón, pero es momento, dicho sea de pasó de darles un repasé a los jueces.
ResponderEliminarPues a lo largo de mi vida y cada día lo tengo más clarito, estás personas se endiosan, hasta el punto que toman decisiones si admiten o no a juicio determinados asuntos, hasta hay puede ser talvez hasta comprensivo.
Pero no dar una explicación a la parte ofendida o a la parte denunciante, eso es ofensivo, los jueces cobran también de nuestros impuestos, y simplemente por eso, deben tener un respetó, hacía ésas personas qué solicitan sus servicios, tengan o no la razón.
Los jueces en la actualidad, se han creído inmunes, ellos viven con sus ideas y de ay no salen. Aparte son unos creídos.
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