jueves, 16 de abril de 2020

"Diario de un Estado de Alarma. Día 33", por Claudia Conejero. "Somos el segundo país del mundo con más recuperados de Covid-19"

    Parece que el temporal nos vuelve a dar una tregua, porque vaya dos o tres días de agua que hemos pasado, mi noción del tiempo comienza a fallar. El chaflán casi no lo hemos pisado, excepto en el momento de las palmas, que gesto tan pequeño el de los aplausos, pero que grande su significado. Treinta y dos días después seguimos, puntuales, aunque minuto arriba minuto abajo, dependiendo del reloj del vecino o vecina que arranca los primeros aplausos, saliendo a la ventanas y balcones para aplaudir a todas aquellas personas que están luchando contra el bicho.
   Todavía recuerdo como si hubiera sido ayer, y ya van unos cuantos bastantes días, cuando salíamos a la calle en la oscuridad de la noche y nos entraba un nudo en el estómago al oír los aplausos de aquella gente, que no veíamos, pero que nos hacía sentirnos acompañados. 
     Ahora nos vemos los rostros, pero la emoción y las ganas de continuar en la lucha siguen tan latentes como el primer día, porque quienes salimos a aplaudir, cada día, somos plenamente consciente del gran esfuerzo que están haciendo en las primeras líneas de batalla, y porque ya que a nosotros nos ha tocado la parte fácil de la contienda, quedarnos en casa, es nuestra “obligación” tributarles nuestros más sincero agradecimiento y respeto por dejarse la piel, día tras día, en la pelea que España tiene abierta contra el bicho COVID-19.
Decía Miguel de Unamuno: “obrar es ser humilde, y abstenerse de obrar suele, con harta frecuencia, ser soberbia”, y porque sé que murió en 1936 y no conoció a Donald Trump, que sino pensaría que escribió dicha frase pensando en él. Ayer nos enteramos que “Trump suspende la contribución de EEUU a la OMS y la acusa de “ocultar la propagación del coronavirus” (“El Mundo”).
      Como dice un refrán español “piensa el ladrón que todos son de su condición” y se olvida de frases como “es una gripe”, “todo va a ir bien. Lo tenemos todo bajo control”, “el Coronavirus está muy controlado en Estado Unidos”, “Va a desaparecer. Algún día, será como un milagro y habrá desaparecido”, “dicen que vamos a tener que cerrar el país ¿De qué están hablando?”, “perdemos muchas más personas por accidentes de tránsito, pero no llamamos a las compañías a decirles que dejen de hacer autos por eso”… todas ellas de un mismo autor, un presidente que, disculpen mi atrevimiento, fue soberbio entonces por no querer ver la magnitud de la pandemia y poner en marcha las medidas que desde la OMS se nos estaban recomendando a nivel mundial, y vuelve a ser soberbio absteniéndose de seguir colaborando con una organismo que está jugando un papel muy importante en la lucha contra el virus desde el minuto uno.
Por suerte, Trump y algunos más como él, entre ellos “los de la mascarilla patriota”, suelen ser la excepción de una sociedad que es plenamente consciente de que es necesario remar todos juntos para vencer al bicho. Y por ello, hoy hemos conocido que “el segundo mayor donante de la OMS anuncia más dinero para el coronavirus tras el portazo de Trump”, porque como dice Melinda Gates, “dejar de financiar a la OMS no tiene absolutamente ningún sentido durante una pandemia. Necesitamos una respuesta coordinada global. Cuando estás en una crisis como está, todo está en juego. Es un gesto muy peligroso” (“El País”).
      El peligro de quedarse detrás tras la crisis sanitaria es algo que llevo yo dándole muchas vueltas desde hace unos días, pero ya no solo en el aspecto de falta de recursos económicos, que seguramente es uno de los grandes miedos en estos momentos en los hogares españoles al ver como su estabilidad laboral se ha visto sacudida por la pandemia, sino también, entre otros, en materia de conocimiento “estudiantiles”. El otro día tras hablar con mi sobrina Mercedes que me decía que ya se le habían acabado las vacaciones de Semana Santa y la seño les había mandado, de nuevo, tareas para el tercer trimestre, pensé en que vaya recta final del curso más complicado tenían por delante, profesorado y alumnado, por culpa del bicho.
Las aulas quedaron vacías a consecuencia de la implantación del Estado de Alarma, pero el curso, más o menos, ha continuado su discurrir normal, reclutados en casa, con suerte la gran mayoría con acceso a internet y la posibilidad de seguir conectado a las aulas, aunque un 10%, según datos del ministerio al periódico “El País”, “desconectados”.
    En relación a ese 10% que han perdido el contacto con el profesorado, el otro día le pude poner cara a algunos de ellos a través de un artículo del “El País”: “La desesperada búsqueda de los alumnos que se han quedado desconectados del sistema educativo”. A través de él conocí a Paula, una madre dos chicos que aprovecha el wifi de la casa donde limpia para hacer capturas de pantalla de las tareas y mandárselas a los niños, pero tal y como dice ella “algunos deberes tendrían que hacerlos directamente en la página y también hay aplicaciones que no entiendo, así que el 50% de las tareas están sin hacer” o Lucía, otra madre que dice “yo no puedo permitirme comprarles un ordenador. Lo justo que cobramos es para pagar la casa, para los gastos y para comer”.
     Y mientras leía esos relatos se me encogía el alma y me venía a la mente el artículo 27 de la Constitución Española, “todos tienen derecho a la educación”, siendo uno de los derechos fundamentales de nuestra Carta Magna. Y aunque soy consciente porque lo leído en prensa que las Comunidades Autónomas, quienes tienen delegada la competencia en materia educativa, están intentando que esos niños y niñas no se queden descolgados a través de “la Generalitat Valenciana da 10.000 tablets con internet a alumnos sin recursos para seguir las clases online” (“La Vanguardia”), “Castilla La Mancha reparte desde hoy 4.000 tablets con internet para que los alumnos sigan aprendiendo” (“El Digital de Castilla La Mancha”), “La Comunidad de Madrid facilita 1.000 tablets y 2.000 tarjetas SIM con conexión a Internet para alumnos desfavorecidos" (“La Razón”)…, aun así me asusta que eso no sea suficiente para no descolgarse del sistema educativo, pero también estoy convencida que tanto la comunidad educativa como los gobiernos autonómicos están haciendo todo lo posible porque nadie se quede atrás por culpa del bicho.
      Ayer parecía que en España se había dado un aprobado general, algo que ha tenido que matizar la ministra de Educación, Isabel Celaá, “no se ha consensuado un aprobado general para todos. Eso sería muy injusto, sino que son los grupos de evaluación los que conocen a los alumnos, los que dirimirán si ese alumno ha conseguido superar los objetivos generales de evaluación” y “es posible pasar de curso con una evaluación global positiva y aquello que quede por recuperar sea recuperado. Si no en septiembre, también en el curso 20-21”. (“20 minutos”), así que nada de flaquear las fuerzas del conocimiento, que como dice otro refrán, “el saber no ocupa lugar” y a seguir intentando aprender, día a día, aunque sea en tu habitación o en el salón de casa convertido en mini aula de conocimiento durante el confinamiento.
Y para que sigamos siendo conscientes de que la situación todavía es muy complicada para nuestro país, hoy, tenemos “182.186 diagnosticados, 19.130 fallecidos y 74.797 curados” (“El País”. 12:34 horas), pero permitirme que hoy me despida con los datos de curados muy presente en mi mente, unas cifras que nos sitúa como “segundo país del mundo con más recuperados de COVID-19” (“Redacción Médica”), y que nos recuerda que no debemos perder la esperanza porque a pesar de que son muchas las lágrimas derramadas hasta el momento, hay muchos valientes que han ganado la batalla al bicho.
Caudete, 16/04/2020 18:18 horas del trigésimo tercer día de “Estado de Alarma” #yomequedoencasa






No hay comentarios:

Publicar un comentario