Leonardo Boff (1938) nació en Concordia (Brasil). Es ex sacerdote franciscano, filósofo, escritor, profesor y ecologista. Es uno de los fundadores de la Teología de la Liberación. En 1984, por defender sus tesis ligadas con la T.L., fue sometido a un proceso por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 1985 fue condenado a un año de silencio.
El 22 de agosto del 2018 la Universidad Iberoamericana de Puebla y el Sistema Universitario Jesuita le otorgaron El Doctorado Honoris Causa en Teología y Ciencias de la Tierra. Desde el 2003 viene publicando semanalmente una crónica. Ahora que tienen ustedes más tiempo les recomiendo que visiten su página ( http://www.servicioskoinonia.org/boff/ ) Sus columnas son todas instructivas e interesantes. Esta trata de los efectos de la pandemia. Dice:
La pandemia actual de coronavirus representa una oportunidad única para repensar la forma en que habitamos la Casa Común, la forma en que producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza.
El 22 de agosto del 2018 la Universidad Iberoamericana de Puebla y el Sistema Universitario Jesuita le otorgaron El Doctorado Honoris Causa en Teología y Ciencias de la Tierra. Desde el 2003 viene publicando semanalmente una crónica. Ahora que tienen ustedes más tiempo les recomiendo que visiten su página ( http://www.servicioskoinonia.org/boff/ ) Sus columnas son todas instructivas e interesantes. Esta trata de los efectos de la pandemia. Dice:
La pandemia actual de coronavirus representa una oportunidad única para repensar la forma en que habitamos la Casa Común, la forma en que producimos, consumimos y nos relacionamos con la naturaleza.
Ha
llegado el momento de cuestionar las virtudes del orden del capital:
acumulación ilimitada, competencia, individualismo, indiferencia ante la
miseria de millones, la reducción del Estado y la exaltación del lema de
Wallstreet: "la codicia es buena" (greed is good). Todo esto ahora
está en jaque. Tiene los días contados.
Lo que puede salvarnos ahora no son las empresas
privadas, sino el Estado, con sus políticas generales de salud, siempre
atacadas por el sistema de "mercado libre" y serán las virtudes del
nuevo paradigma –defendido por muchos, y por mí–, del cuidado, de la atención,
de la solidaridad social, la corresponsabilidad y la compasión.
El primero en ver la urgencia de este cambio fue
el presidente francés, neoliberal y del mundo financiero, Emmanuel Macron.
Habló claramente: “Queridos compatriotas, necesitamos sacar lecciones del
momento en que estamos pasando, cuestionar el modelo de desarrollo que nuestro
mundo eligió hace décadas, que muestra sus fallas a la luz del día, y cuestionar
las debilidades de nuestras democracias......
.....Lo que revela esta pandemia es que la
salud gratuita sin condiciones de ingresos, historial personal o profesión, y
nuestro Estado de Bienestar Social, no son costos, ni cargas, sino bienes
preciosos, ventajas indispensables cuando el destino llama a la puerta. Lo que
revela esta pandemia es que hay bienes y servicios que deben estar fuera de las
leyes del mercado”.
Aquí muestra su plena conciencia de que una
economía de mercado, que todo lo comercializa, y su expresión política, el
neoliberalismo, son perjudiciales para la sociedad y para el futuro de la vida.
Aún más sorprendente fue la periodista Naomi
Klein, una de las críticas más perspicaces del sistema mundial, y que sirvió
como título de mi artículo: "El coronavirus es el desastre perfecto para
el capitalismo de desastre".
Esta pandemia produjo el colapso del mercado
de valores (intercambios), el corazón de este sistema especulativo,
individualista y anti-vida, como lo llama el Papa Francisco. Este sistema viola
la ley más universal del cosmos, de la naturaleza y el ser humano: la
interdependencia de todos con todos; que no hay ser, mucho menos nosotros los
humanos, como una isla desconectada de todo lo demás.
Además, no reconoce que
somos parte de la naturaleza y que la Tierra no nos pertenece para explotarla a
voluntad, sino que pertenecemos a la Tierra. En opinión de los mejores
cosmólogos y astronautas, que ven la unidad de la Tierra y la Humanidad, somos
esa parte de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y adora.
Sobreexplotando
la naturaleza y la Tierra, como lo estamos haciendo en todo el mundo, nos
estamos dañando, y nos estamos exponiendo a sus reacciones, incluso a los
castigos que nos impone. Es una madre generosa, pero puede enfadarse y enviarnos
un virus devastador.
Apoyo la tesis de que esta pandemia no puede
combatirse sólo por medios económicos y sanitarios –que siempre serán
indispensables–. Lo que nos exige es cambiar el tipo de reacción que tenemos
con la naturaleza y la Tierra.
Si, después de que la crisis ha pasado y no
hacemos los cambios necesarios, la próxima vez, puede ser que sea la última, ya
que nos convertimos en enemigos de la Tierra, y puede que ya no nos quiera
aquí.
El informe del profesor Neil Ferguson en el
Imperial College de Londres declaró: "este es el virus más peligroso desde
la gripe H1N1 de 1918. Si no hay una respuesta inmediata, habría 2’2 millones
de muertos en Estados Unidos y 510.000 en Reino Unido".
Esta declaración
fue suficiente para que Trump y Johnson cambiaran de posición de inmediato,
comprometiendo tardíamente grandes sumas para fortalecer a la población.
Mientras, en Brasil, al Presidente no le importa, trata el asunto como una
"histeria" colectiva, y en palabras de un periodista alemán de la
Deutsche Welle: "Actúa criminalmente. Brasil está dirigido por un
psicópata, y el país haría bien en deponerlo tan pronto como sea posible.
Habría muchas razones para ello”. Esto es lo que el Parlamento y el STF, por
amor a la población, deberían hacer sin demora.
La hiper-información y las apelaciones en los
medios no son suficientes. Eso no nos mueve a cambiar el comportamiento
requerido. Tenemos que despertar nuestra razón sensible y cordial. Superar la
indiferencia y sentir el dolor de los demás con el corazón. Nadie es inmune al
virus.
Ricos y pobres, tenemos que mostrar solidaridad entre nosotros,
cuidarnos personalmente y cuidar a los demás, y asumir la responsabilidad
colectiva. No hay puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co-iguales, en
la misma Casa Común, o nos hundiremos todos.
Las mujeres, como nunca antes en la historia,
tienen una misión especial: ellas saben sobre la vida y los cuidados
necesarios; pueden ayudarnos a despertar nuestra sensibilidad, hacia los demás
y hacia nosotros mismos.
Ellas, junto con los operadores de salud (personal
médico y de enfermería) merecen nuestro apoyo sin restricciones. Cuidar a quien
nos cuida, para minimizar los males de este terrible asalto a la vida humana.
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