lunes, 18 de mayo de 2020

Honesto, coherente, consecuente, Julio Anguita González.... ¡ausente!, por Óscar de Caso.

        Honestidad, coherencia y consecuente con sus actos han sido las virtudes que ha derrochado en su quehacer político; pero el ejercicio y la defensa de esas mismas cualidades le han convertido, por última vez, el corazón en escombros.

          A mis veinte años fueron dos chicas ¡qué digo! dos ángeles (Conchi y Yusti) activistas de Comisiones Obreras las que me enseñaron y me mostraron lo que para un trabajador debe significar la dignidad laboral. Años más tarde, el señor Anguita me hizo entender con su oficio y con sus libros lo que debe ser la justicia y la dignidad social.   

          Me enseñó que ser republicano hoy, no consiste sólo en abolir la Monarquía. Significa tener y defender un proyecto de construcción republicana, estar dispuesto a participar en la puesta en marcha de una nueva comunidad de valores capaz de afrontar los viejos y nuevos retos de España. 

     Ser republicano significa ser ciudadano en ejercicio, consciente de sus derechos y obligaciones cívicas, y estar resuelto a involucrarse, en la medida de sus posibilidades, en un proceso constituyente que conduzca a la transformación de nuestro sistema constitucional en un Estado Federal y Republicano.

          Me recordó, el señor Anguita, que en 1948 la ONU sancionó una declaración de los DERECHOS HUMANOS, que hoy en día se está violando sistemáticamente, donde miles de personas sufren encarcelamientos, torturas y muertes.

          El señor Anguita me hizo ver que los textos sagrados de cualquiera de las tres grandes religiones monoteístas son, además de contradictorios entre sí y cada uno, afirmaciones sobre la esencia divina, sus bondades y atributos que carecen de sentido si sus seguidores no las hacen buenas en el ámbito de lo cotidiano; y es aquí donde se quiebran todas. 

    Ya lo dice el texto cristiano “la fe sin obras es algo vacío”. Seguro que habrá una expresión equivalente en el Islam. Me fue fácil de entender, cuando el señor Anguita y yo coincidimos en que la Iglesia Católica es una organización humana compuesta por ciudadanos y ciudadanas de numerosos estados. La monarquía teocrática y electiva es su forma de gobierno.

          A causa de que el señor Anguita ha ejercido como profesor de Historia, tuvo a bien hacerme comprender que Estados Unidos, la mayor democracia del mundo (será por su vasta extensión territorial) es un imperio vertebrado y gestado, desde los emigrantes del Mayflower (1620) hasta la actualidad, en el espíritu y valores de una sempiterna conquista de territorios, poder económico, mercados y supremacía militar junto con un trasunto de calvinismo, devenido en puritanismo, enraizado en la mayoría social y en las estructuras político-administrativas.

          El señor Anguita logró que yo comprendiese que los grandes capitales no encuentran beneficios en la inversión en la industria o en el conjunto el tejido productivo. Estos forajidos ponen en marcha un proceso caracterizado por la creación de burbujas (inflación de préstamos baratos en actividades que pronto se agotan por sobreproducción). A esto me añadió: que los capitales se dirigen fundamentalmente a la especulación, más claro y sencillo:  el dinero se crea artificialmente para invertir en sí mismo.

          El señor Anguita me habló de que el concepto de austeridad se da de bruces con la actual manipulación que este término sufre por parte de los gobiernos, como sinónimo en la práctica de los recortes sociales que se están aplicando en España. Nunca la austeridad es sinónimo de políticas antisociales ni vivir bien debe ser sinónimo de alienación autista en el consumismo depredador. Se debía consumir menos y mejor para que todos pudiesen consumir lo necesario.

          El señor Anguita me hizo comprender algo que una gran parte de los empresarios no logran entender: que la eficacia simplemente es la correcta adecuación entre el fin perseguido y el instrumento que se utiliza para conseguirlo. Y que la eficiencia, por el contrario, es una eficacia guiada por fines morales.

          El señor Anguita siempre fue partidario de una rebelión, mejor que una revolución que nunca va a ser, como pensaba el marxismo, momentos de aceleración de la historia, sino momentos donde se debe echar los frenos de emergencia de la historia. Un revolucionario casi siempre es un optimista trágico; y sus revoluciones, en la mayoría de las ocasiones, acaban en tragedia.

          En lo que se refiere al asunto de los sindicatos laborales el señor Anguita me hizo reflexionar; que si para intentar poner en cuestión al sistema en vez de cincuenta huelgas se tendrían que haber hecho cincuenta días seguidos de huelga.

         El señor Anguita me desveló algo que desconocía y me sorprendió sobre los intelectuales, es decir, el que en la actualidad está cobrando de la sociedad por tener la función de intelectual, y no está analizando la búsqueda de alternativas es un mercenario o una persona parásita de la sociedad.

          En el apartado crucial del Procés de Cataluña el señor Anguita me invitó a hacer una introspección en la cual la izquierda tiene una gran parte de responsabilidad, porque nunca ha sabido llevar el tema de las nacionalidades en su especificidad, su identidad, su reconocimiento, el papel que han de generar. Cada día que transcurre lo tenemos más claro él y yo: si Cataluña se separa de España va a ser peor para el pueblo catalán, que es lo que más nos duele.

          He dejado en el apartado final de las enseñanzas que el señor Anguita me ha mostrado el tan repetido “programa, programa, programa” que es una ventana a la realidad, a lo real, concreto, a lo perentorio. Porque no podemos escuchar los cantos de sirena del mercado. 

   Porque no queremos saber nada que no pase por la realidad concreta. Y no es que no se tenga que tener ideología, sino que la ideología se mide ante los problemas concretos de nuestra sociedad. Ahí es donde se tiene que discutir o trabajar, con aquellos que tienen el mismo problema y lo intentan solucionar de otra manera.

          Tenemos en la historia una definición que diera Carlos Marx sobre el comunismo: “Movimiento real que continuamente va superando contradicciones”. Seguir hablando de movimientos comunistas es seguir hablando de algo que no existe en la actualidad. Pero si existimos los comunistas.

           Les entretendré un momento más benditos lectores de este acogedor blog, lo finalizaré con las mismas palabras con las que concluyó el señor Anguita en Madrid, el 16 de noviembre de 1989 en el discurso fúnebre ante el cadáver de Dolores Ibárruri (Pasionaria): “Dicen, Julio que has muerto. Qué tontería. Pervives en cada uno de los que te quieren y … ¡son tantos! En cada imagen de humana nobleza, en cada gesto de llaneza austera, en cada palabra de afirmación de la justicia; en cada voz de rotundidad sonora. […] Tú, comunista ejemplar, eres de todos: de los que han levantado el puño y de los que se han santiguado”.

          Siempre gratitud por tus enseñanzas Julio Anguita González. Que la tierra te sea leve.             

 


4 comentarios:

  1. Muchos políticos actuales, deberían haber tomado nota de como era esta persona y dejarse de tanto orgullo por mantenerse en el poder.

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  2. No comparto la aplicación del punto de vista comunista en nuestra sociedad y aún simpatizando con varias medidas puntuales de la izquierda, rechazo otras que entiendo personalísimamente que son soberanas idioteces, frentismos, "quedabien", etc...

    Aun con ello, siempre he respetado y... admirado al Sr. Julio Anguita. Me parecía un auténtico señor. Tal y como excelentemente encabeza el artículo del Sr. Oscar: Honesto, Coherente y Consecuente. Analícese bien el significado de cada una de estas palabras... El camarada Julio, "el Califa", ciertamente reunía estas virtudes.

    Como tantos otros políticos inefables que ya nos han dejado, se le echará de menos muchísimo. Sus debates apasionados, vehementes y comprometidos con las ideas que defendía, nos quedan para la historia.

    Por mi edad, de chaval y luego ya en poquitín más adulto, seguí si quiera someramente los debates políticos en el Congreso. Me causa bochorno y pena ver los debates actuales y comparar el nivel actual con aquellos políticos que poco a poco nos van abandonando.

    Y permitidme la licencia, de reproducir la despedida a Julio que firma el artículo de Oscar.

    Seremos muchos lo que te vamos a echar de menos.

    “Dicen, Julio que has muerto. Qué tontería. Pervives en cada uno de los que te quieren y … ¡son tantos! En cada imagen de humana nobleza, en cada gesto de llaneza austera, en cada palabra de afirmación de la justicia; en cada voz de rotundidad sonora. […] Tú, comunista ejemplar, eres de todos: de los que han levantado el puño y de los que se han santiguado”.

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  3. Mi profundo respeto por D. Julio, ejemplo de persona decente.
    ¡Hasta siempre!

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  4. El pobrecito hablador19 de mayo de 2020, 23:59

    Igualmente, me apena la desaparición de su persona y su figura política. Daba gusto escucharlo y verlo. El Califa, le decían. Y bien que desfiló varias veces en Alcoy en el bando moro.
    Y un ejemplo a seguir: renunció a su pensión como político ( mucho mayor), y se quedó con la de maestro.
    Qué pocos quedan ya!!
    D.E.P.

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