Cuando son las 16:00 horas comienza a latir mi penúltimo “Diario de un Estado de Alarma” que viene a decirnos que solamente quedan ocho horas de vida del Estado de Alarma, mecanismo que decaerá a las 24:00 horas de la noche y con su marcha comenzará la llamada “nueva normalidad”, esa que parecía hace unos meses muy lejana y que ya se encuentra latente en algunos territorios españoles, como Galicia, Cataluña, Euskadi o Cantabria.
Hoy hemos oído la última comparecencia del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el Estado de Alarma en vigor en nuestro país. Al oírlo anunciar su fin, he sentido la necesidad de decirle “adiós” a dicho mecanismo con el deseo de que no sea necesario su aplicación, de nuevo, en el futuro y que nuestra vivencia en él quede grabada en los libros de “Historia de España” como la primera, y única vez, que un país se tuvo que encerrar para salvar vidas.
A lo largo de sus noventa y ocho días de vida hemos podido leer y oír muchas críticas hacia él, obviando, en algunos casos, que su uso era legal por parte de las autoridades competentes porque se trata de un mecanismo que recoge nuestra Carta Magna, nuestra Constitución Española.
Algunos intentaban tacharlo de un mecanismo que coartaba nuestra libertad, censuraba nuestras vidas y abolía derechos de la ciudadanía, incapaces, ignaros ellos, de darse cuenta que su aplicación, aunque fue dura cumplirla, tenía solamente un objetivo: salvar nuestras vidas para que cuando todo pasara pudiéramos seguir disfrutando de esas libertades y derechos suspendidos con su llegada, en definitiva, disfrutar de nuestra vida en todo su esplendor.
Pedro Sánchez ha aprovechado su última comparecencia en los medios de comunicación para agradecer a la ciudadanía “el sacrificio y la moral de victoria” durante todo este tiempo y “el quedarse en casa” para salvar vidas. A los profesionales de la comunicación, a los trabajadores que cuidan a los mayores, a los científicos que trabajan para lograr la vacuna, a los jóvenes, a los mayores, a las mujeres, a los gobiernos autonómicos y municipales, al Ministerio de Sanidad, a los profesores, a los trabajadores que han seguido trabajando durante la crisis sanitaria, personal sanitario, vendedores, camioneros… y también a los “pequeños que han tenido que soportar una experiencia que a veces les costaba entender”.
Al oírlo, mi pequeño gran gigante, Julen, me ha dicho “mamá yo soy mayor, no pequeño como dice Pedro” y se ha dado la vuelta a la tele y como si el Presidente del Gobierno le estuviera escuchando le ha dicho “gracias Pedro”. Estoy convencida que ese “gracias” ha sido un gesto de educación de esos que le hemos enseñado en casa, porque Julen todavía es muy pequeño para comprender el papel que ha jugado Pedro Sánchez y el resto de líderes políticos en la crisis sanitaria.
Como habréis podido deducir de estas 2.352 horas de vivencia, Julen es un niño que ha sido casi todo el tiempo consciente de la situación que estábamos viviendo, de que había como él lo llamaba un “bicho” que andaba haciendo mucho daño, que se escapó y se instaló en su parque y por eso no podía ir a jugar en él y que desde que Pedro Sánchez nos dio permiso para salir a la calle, a la misma no se podía salir sin la mascarilla, lo que le provocaba sorpresa el ver que otras personas no la llevaban pudiéndole, como él decía, “picarles el bicho”.
Ahora que ya casi todo ha pasado, aunque como ha dicho el presidente del Gobierno, “el virus puede volver y puede sacudirnos de nuevo en una segunda ola”, echo la mirada hacia atrás y aunque soy plenamente consciente de que lo vivimos, me cuesta pensar que solo han pasado noventa y ocho días desde aquella tarde-noche donde en la televisión del campo lo vimos aparecer para decirnos aquellas palabras que se quedaron grabadas en mi memoria: “como saben, España se enfrenta a una pandemia que es global y a la que vamos a dar respuesta con todos los recursos sanitarios. Nuestra preocupación es la de salvar a los españoles. Activamos el Estado de Alarma y no nos va a temblar la mano para tumbar al virus” (14 de marzo de 2020).
Hoy decimos adiós al Estado de Alarma con el que, en palabras del Presidente del Gobierno, “hemos salvado miles de vidas”. Mañana diremos adiós a mi “Diario de un Estado de Alarma”, pero esto no termina aquí, porque nuestras vidas continuarán discurriendo y aunque habrá despedidas también daremos la bienvenida a dos grandes momentos, al verano de 2020 y a esa llamada “nueva normalidad”.
Estoy convencida que ese nuevo tiempo, que comienza mañana, nos traerá grandes momentos, aunque todavía sin besos, ni abrazos, con las mascarillas, el distanciamiento físico, el lavado de manos y la gran prudencia y responsabilidad para que no se de una segunda oleada. Cierto es que contamos con una ventaja como ocurre siempre después de una primera vez, ahora ya sabemos a lo qué nos enfrentamos y cómo podemos frenarlo.
Esta mañana, en el Facebook, me han aparecido unas imágenes del Hospital de Albacete cargadas de un gran simbolismo. Habían realizado una especie de abrazo al Hospital rodeándolo a modo de apoyo a la Sanidad Pública y expresando visualmente la necesidad de proteger, cuidar y mimar nuestro sistema sanitario público para que en situaciones como la que hemos vivido en España y en el resto del Mundo podamos dar una respuesta eficaz que consiga salvar vidas y no dejar a nadie en la cuerda floja, independientemente de las velas con las que cuente su tarta de cumpleaños, así como para que nuestros “soldados sanitarios” vayan al frente en las condiciones óptimas para luchar en la batalla sanitaria.
Confío, o al menos espero y deseo, que la situación tan difícil que hemos vivido como país nos haya servido para poner en valor ciertos aspectos de nuestra vida por los que hay que apostar siempre desde las instituciones y en los que los recortes no se pueden permitir, como son la Sanidad, la Ciencia, la Educación, los Servicios Sociales…
Hasta la llegada de la COVID-19 pensé que la Economía movía el mundo y que todo dependía de la misma, pero la pandemia me ha enseñado que estaba equivocada, porque por encima de la economía de un país está la vida de sus habitantes, y si no fuera así dicha prioridad, estoy convencida que no se hubiera paralizado el motor económico del país, casi al completo, como ocurrió con la declaración del Estado de Alarma.
El otro día al pasar por un parque infantil me quede un poco asombrada, porque no había oído ninguna información por parte del consistorio de su apertura, y él mismo se encontraba lleno de vida infantil de nuevo. Sabía que con la llegada de la fase 3 de la desescalada se podrían abrir los parques infantiles con un 75% de aforo, porque recuerdo que cuando leí la información me salto la duda de ¿quién controlará que se cumpla ese 75% de aforo? Pero como el consistorio caudetano no se había pronunciado al respecto, pensaba que los mismos seguían todavía cerrados y, por lo tanto, yo seguía diciéndole a Julen que no podíamos ir al parque porque seguía el bicho en él.
Al hilo de su reapertura, desde el Ministerio de Sanidad, se apuntaron las siguientes pautas: limpieza y desinfección de la zona durante dos veces al día, el uso de mascarillas a los que tengan más de seis años de no cumplirse el distanciamiento, desinfección de las manos y distanciamiento social debido al coronavirus de dos metros (“Antena 3”).
De lo que sí que nos ha llegado información es sobre la apertura de la temporada de verano en la piscina municipal, a partir del 29 de junio y hasta el 6 de septiembre, pero con una novedad con relación al resto de años, tal y como dice el folleto informativo: “para acceder a la piscina se requerirá concertar cita previa, a través de la App “Vsport” o en el teléfono 625 318 180”.
La vida ha comenzado de nuevo a dar pasos en la calle, en los parques, en las playas, en las terrazas de los bares, algo torpones por todos esos cambios que conlleva esa nueva normalidad, pero a la que el ser humano se adaptará sin problema, dejando, seguramente en un tiempo la palabra “nueva” por el pronombre “nuestra normalidad”.
Cierro mi penúltimo “Diario de un Estado de Alarma” con la cuenta atrás, la misma cuenta atrás que hacemos cada 31 de diciembre para despedir un año y empezar uno nuevo cuando el reloj de la Plaza de la Iglesia marque las doce de la noche.
Esta noche no diremos, todavía, adiós a un año al que le quedan seis meses de vida, sino a un tiempo de sacrificio, esfuerzo, de poner nuestras capacidad de superación al límite, de tristes despedidas, de héroes frente a un maldito bicho, de reinventarse, de abrazos y besos con los codos, de distancias físicas, de miradas que hablan por sí solas… y al despertar daremos la bienvenida a un nuevo tiempo, seguramente complicado y difícil también, pero una nueva etapa en la que debemos seguir siendo responsables frente a un virus que no se ha ido.
Digamos con el nonagésimo octavo “Diario de un Estado de Alarma” adiós al Estado de Alarma y saludemos a esa nueva normalidad, de la que hablaremos mañana en el que será nuestro último encuentro literario. Y como dice una de esas frases anónimas que te puedes encontrar en las redes sociales “nadie puede volver atrás y empezar de nuevo, pero cualquiera puede empezar hoy y crear un nuevo final”. Cerremos los ojos esta noche y comencemos al abrirlos a crear ese nuevo final en el que el virus solo sea una vivencia más de nuestro libro de la vida.
Caudete, 20/06/2020 17:43 horas del nonagésimo octavo día de
“Estado de Alarma”
Muchas gracias Claudia por acordarte de uno de esos colectivos profesionales que también hemos estado ahí presentes al pie del cañon intentando hacerlo lo mejor posible con nuestros medios propios y de los que muy pocos se han acordado: los profesores y maestros. Y gracias por habernos llenado todo este temporal que hemos pasado con tus diarios.
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