El populismo como concepto, tiene su origen en los últimos años del siglo XIX durante la Rusia zarista con sus intelectuales más radicales. En estos últimos decenios han sido los EE.UU. su epicentro. Se trata una enfermedad endémica que contrae la democracia; en la realidad es inevitable; en pequeñas dosis es inofensivo y, a veces, hasta beneficioso porque alborota el “gallinero político” y revitaliza la democracia al provocar un impulso benigno a su provocación.
En las democracias de Europa aún es
minoritario, pero avanza sin pausa desde los extremos políticos con el deseo de
derribar el núcleo central del sistema democrático. Los populismos se han hecho
con el poder en sistemas presidencialistas débiles, y en situaciones de crisis
en Latinoamérica. Lo promueven, por lo general, los demagogos para obtener un
poder personalizado.
Estos demagogos, populistas de izquierdas y de derechas quieren romper con la lucha de clases obreras para colocarse en un hueco y derribar a sus malignos enemigos que se sitúan: por arriba (casta u oligarquía), y por abajo (pobres, marginados extranjeros y clases bajas); se ocultan en estos escondrijos para tapar su enemistad hacia la democracia, acusando a ésta y a la política de todas las desgracias que se sufren.
Suele ocurrir como una especie de contagio cuando
brota en un país un populismo, casi de forma inmediata surge otro populismo en
el extremo opuesto.
Esta quiebra se produce cuando los partidos tradicionales, en tiempos de crisis, no debaten ni explican con suficiente claridad, coherencia, simpleza y honradez las medidas tomadas para tratar de paliar dichas crisis; a causa de esto, la comunicación entre los representantes y representados se pudre, dando la oportunidad a los demagogos y a sus medios de comunicación afines a provocar grandes escándalos, para ofrecerse ellos como únicos salvadores, vendiendo promesas y redenciones con una teoría muy simple: la de un pueblo con una ideología y voluntad muy limitada, y la élite política que encierra y hace suya la democracia para aprovecharse de ella en exclusividad.
Es en ese momento,
cuando nace el líder carismático, salvapatrias y autoritario; que afirma de un
modo imperativo y rotundo expresar la voluntad inequívoca del pueblo, con un
discurso pobre de argumentos y argumentándolos con una emoción muy intensa.
El populismo del viejo izquierdismo comunista trata de enfrentar a los de arriba contra los de abajo. Si es el otro populismo rancio de derechas, éste acusa al capitalista de practicar el egoísmo particular en detrimento del bien común. De cualquier manera, el populismo de un extremo u otro deviene en nacionalismo si se observa desde fuera, y ruptura si lo miramos desde dentro.
En su expansión en los años
treinta del siglo pasado dio lugar al fascismo de derechas y al comunismo de
las “democracias populares” de izquierdas; no arremetían contra la democracia
sino contra los representantes de la misma; ofreciéndonos con su desaparición,
librarnos del “rollo” de su ejercicio. Lo que nos ocultan con esta práctica es
la falta de libertad, la miseria y un malestar generalizado con imposiciones
imperativas al haber anulado la obligada y necesaria negociación política.
Cuando consiguen desplazar a las élites antiguas con elecciones “poco equilibradas”; someten a las cortes de justicia y a los parlamentos; entran en guerra con los medios de comunicación privados y politizan de manera maniquea la vida social. Por regla general, los políticos manifiestan no instalarse siempre en el poder, a diferencia de los populistas que cuando lo toman no es para una ocupación temporal, sino vitalicia.
Al parecer, los únicos que incomodan a los populistas cuando toman el poder son los “movimientos sociales” limitando su autoridad al ser parte importante de la voz del pueblo. Como ejemplo pongo a la huelga general de la oposición contra Chávez, cuando éste manifestó:“Esto no es entre Chávez y los que están en contra de Chávez, sino que es entre los patriotas y los enemigos de la patria”.
Estos tipos no piensan, ni por un momento, en perder unas elecciones, permanecen en la ridícula ilusión de representar a “todo el pueblo”, siendo moralmente imposible que el pueblo vote a otro candidato que no sea él, que es la voz del pueblo, con una actitud paternalista de por vida.
Existen matices casi comunes entre los populismos, éstos son:
a) se consideran muy por encima de los partidos de derecha o de izquierda;
b) son antipolíticos, se alzan por encima de las élites;
c) cuando toman el poder, desdeñan al partido político al que pertenecen;
d) en sus discursos buscan con ahínco emocionar a sus adeptos con patéticos esperpentos;
e) aseguran solucionar problemas muy complejos con fórmulas “extremadamente sencillas”;
f) sostienen que doblegarán las voluntades de los grandes bancos, de las grandes empresas y de la gran política;
g) el populismo es el medio que se utiliza para realizar otro proyecto político que se esconde en un segundo término;
h) en su paroxismo, prometen refundar una nueva democracia
confeccionada a su gusto y a su medida.
En el transcurso del siglo XXI, el populismo se ha extendido por todo occidente con la primera victoria de Hugo Chávez en 1998; hasta lo último que, por fortuna, de momento parece finalizarse en Norteamérica con la pérdida de poder de Trump.
Ante el alcance geográfico del populismo, éste casi se consideraría un poco
amable, pero casi debería prohibirse. Tengo que escribir, que se ha abusado del
concepto “populismo”, y que una gran parte de políticos han sido calificados
injustamente de populistas.
De todos estos conceptos que he desarrollado, se observa con claridad, benditos lectores, que los problemas de la democracia no se resuelven con más “democracia”, sino con más política, y no con menos.
Hace sólo ocho años los señores Serrat y Sabina compusieron
la canción “Acuérdate de mí” en su disco “La orquesta del Titanic”. Divertida,
canalla y deliciosa poesía plagada de equívocos.
Acuérdate de mí cuando me olvides,
que allí donde no estés iré a buscarte
siguiendo el rastro que en el cielo escriben
las nubes que van a ninguna parte.
Acuérdate de mí en tus plegarias
y búscame con los ojos cerrados
entre la muchedumbre solitaria
yo tampoco te quiero… demasiado.
Como te tomo, me doy
como te busco, te evito
como me vengo, me voy
como me pongo, me quito
como te falto, te sobro
como me callo, te digo
como te pago, me cobro
como te extraño, te olvido.
Por ver volar los peces de colores
hicimos agujeros en el agua
preocupados en los alrededores
siempre en la dimensión equivocada.
Mujer de sombras y de melancolía
volvamos al Edén, que nunca has ido,
a celebrar con las copas vacías
el gusto de no habernos conocido.
Parece que éste soleado día le ha inspirado a Vd., porque el artículo de opinión que publica, dispara de forma certera a una situación que estamos experimentando/sufriendo en éste país con todo su esplendor.
ResponderEliminarEn mis círculos de relación, muchos de ellos de izquierda y con algunas amistades puntuales de extrema izquierda, siempre advertí que el extremismo de izquierda hace brotar el extremismo de derechas y viceversa. Siempre me lo negaron y afearon.
Cuando Podemos tomó inercia, era cuestión de tiempo el nacimiento de VOX. Y ahí les tenemos a ambos tan perniciosos (bajo mi punto de vista) los unos como los otros. No hay extremistas buenos y extremistas malos. Están cortados por un mismo patrón de diferente ideología.
Ciertamente también comparto su reflexión:
"Esta quiebra se produce cuando los partidos tradicionales, en tiempos de crisis, no debaten ni explican con suficiente claridad, coherencia, simpleza y honradez..."
Y añado que la quiebra no solo se produce en tiempos de crisis, sino por acumulación de hartazgo de la gente.
En fin, sin que sirva de precedente y aunque adivino que Vd., y yo no "abrevamos" de las mismas fuentes de pensamiento, le aplaudo éste artículo, que espero y deseo que "El Gran Censor" no cercene.
Todos los extremos son malos o malísimos, pero resulta que ahora en nuestro país solo la extrema derecha es lo peor y los que practican la extrema izquierda, son los buenos, los más demócratas vamos lo mejor y el tiempo podrá a cada uno en su sitio.
ResponderEliminarY por supuesto no soy de VOX en que lo parezca NO.
Soy Diego Martín 😍😎😎😍