Resulta, que la izquierda en ese debate interno constructivo de las ideas donde surgía un proyecto común con unas bases sólidas que procuraban beneficio y justicia social se ha ido desvaneciendo poco a poco y hoy sólo quedan cenizas y recuerdos.
Estas divisiones históricas que se producían tiempo atrás que
estaban ligadas únicamente a las ideas han tornado, a día de hoy, en
protagonismo personal, peleándose porque les hagan la foto o en erigirse
“varón” de partido. Estos jóvenes y nuevos virreyes se aprovecharon de la marca
SOCIALISTA para conservar parroquia, se quitaron de encima el legado de sus
mayores con el objetivo de ganar la pugna electoral y ocupar cargos y sueldos.
En lo que a
la derecha se refiere, el debate interno de ideas se autosuprime de un modo
radical y con un silencio corporativo. El fin es idéntico que en el partido
socialista: ascender en el escalafón; pero la estratagema es bien diferente,
aquí se utiliza la adulación, la lealtad y la omertá para otorgar favores a amigos, y a empresas que luego
devolverán cumplidamente con estupendos puestos de trabajo o subvenciones
furtivas al partido.
En teoría, la
izquierda se siente obligada a practicar la solidaridad, es decir, la ayuda y el
apoyo a causas ajenas en momentos difíciles provocando conflictos internos a la
hora de priorizar soluciones. Por el contrario, la derecha le gusta confundir
la caridad particular con solidaridad de partido practicando la indiferencia y
la indolencia.
Frente a la disputa eterna e interna
de la izquierda, las derechas no dudan en fundirse, aunque haya evidentes
rivalidades, y compactar un grupo muy numeroso, de este modo, obtener escaños
para alcanzar el poder.
Los partidos de derechas y de ultraderecha han demostrado, de un modo claro, el aprovechamiento del estúpido e insano narcisismo que apesta a las izquierdas para hacerse con el mando y provocar por último y en el peor de los casos el fascismo venial y económico.
Por desgracia, a causa de estar mirándose el
ombligo permanentemente, las fuerzas conservadoras están aquí para quedarse, se
sienten muy confortables y se crecen con nuestro miedo. Nos apoyamos como
ingenuos en el deseo de que la democracia lo soporta todo, y no es así. No lo
escribo yo, benditos lectores, lo escribe la historia diaria.
Cuando asoma
una crisis económica la derecha se ocupa en agrandar y deformar la realidad de
las cosas, provocando consecuentemente el miedo de un futuro incierto,
produciendo el rechazo a la izquierda, aunque ésta no se halle en el poder en
ese momento. En el mientras tanto, la izquierda en un acto de contrición trata
de purgar sus pecados y no sabe que penitencia aplicarse. Parece vivir en “Los
mundos de Yupi”.
Es de admirar en la derecha la coherencia que despilfarran desde el primer instante y la falsedad que aplican de acuerdo a las necesidades puntuales, aplicando el mantra inviolable del partido: el fin justifica cualquier medio. La ridiculez de la izquierda consiste en cambiar de opinión cada diez minutos.
La canción que hoy les traigo es de 2012 y pertenece al disco “La orquesta
del Titanic”. Es una coproducción entre los señores Sabina y Serrat; se titula:
“Quince o veinte copas”.
En ella,
describe en el trance de una borrachera, la notable diferencia atractiva que
ejerce en una débil relación de pareja una papelina de farlopa frente a un
tímido gintónic, y el amargo desamor que sucede al hecho.
Yo llevaba encima
quince o veinte copas,
ella odiaba los borrachos, como yo,
pero aquella noche
el rey de la farlopa
quiso quitarle la ropa
y ella no dijo que no,
quiso quitarle la ropa
y ella no dijo que no.
Papelina en el bolsillo vale un polvo,
yo no estaba en situación de merecer.
Derrapando se perdieron en un Volvo.
Balbuceando: “ego te absolvo”,
perdoné al amanecer.
Luego, en clave de sol,
compré palos de golf,
volví a clase de yoga.
Me metieron un gol
la noche que mi alcohol
perdió contra su droga.
Y aunque no conseguí
olvidarme de ti
sin pasión ni reproche,
decidí envejecer.
Cuando vuelvo a beber
ya no se hace de noche.
Decidí envejecer.
Cuando vuelvo a beber
ya no se hace de noche.
No acostumbro a exhibir
de punta el vello.
Nunca saco a pasear el corazón,
pero viéndola en los brazos de un camello
que la besaba en el cuello,
casi perdí la razón,
que la besaba en el cuello,
casi perdí la razón.
Ma quitao el médico
¡Camarero! ¡Camarero! Una altra copeta, si us plau, una altra
copeta…
Señorita, hace media hora que estamos esperando tres
gintonic…
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