Han pasado
muchos siglos en los que la Justicia se ha dado a la fuga o ha padecido
ceguera; épocas en las que se torturaba y atormentaba, sometida al poder
feudal, eclesiástico, político o veleidoso del momento. Es muy difícil
encontrar situaciones en que la Justicia haya hecho frente a todos estos poderes,
siempre se ha servido de ella a modo de cojín para reprimir a los más
necesitados de ella (ya lo amonestaba Montesquieu).
Las decisiones que tome un Juez nunca deben ser equiparables a las que tome una computadora cargada de programas informáticos al uso, ¡qué locura!; solo el Juez tiene la capacidad humana de la libertad, la prudencia y la racionalidad en sus sentencias.
El Derecho no es una regulación ni infalible, ni
inalterable. Hasta hace cuatro días, como quien dice, no han comenzado a abolir
leyes decimonónicas que se encontraban en plena vigencia. No debe hacernos
dudar ni molestar que la Justicia cambie, y debe cambiar, según la concepción
ideológica de cada época; pero tampoco debemos caer en el engaño de que los
poderes políticos o económicos hagan suyos esos cambios con fines
escandalosamente espurios.
No debe ser motivo de extrañeza que la ciudadanía haya perdido el respeto a las decisiones judiciales a causa de la necedad, la incompetencia y el partidismo fanático de nuestros políticos.
El desencanto ha partido de estos señores con sus declaraciones salidas de tono, con sus arrebatos incontrolados de verborrea vana y con sus fútiles amenazas, son ellos los que han dado pie a los ciudadanos a imitarles en su equivocada postura.
Los políticos se olvidan de que la Justicia, como sostiene don Baltasar Garzón:”
es un instrumento de pacificación y
facilitador de la convivencia humana y no un arma para derrotar políticamente a
los contrarios (Lawfare) “.
Para poder contener el capitalismo salvaje que campea casi sin control y a sus anchas en nuestros días, se elaboró, hace varias décadas, con masiva unanimidad mundial: LOS DERECHOS HUMANOS, que con descarada sinvergüencería los fascismos y las derechas más retrógradas están empeñados en que los olvidemos con el terrible fin de hacer de los más débiles “material desechable” que no pueden ni se encuentran en situación de consumir y que hay obligación de atender.
Persiguen,
con la apropiación de la Justicia, dominarnos y otorgarse el título de:
seleccionadores de personal aprovechable. No nos encontramos en situación de
permitir que cualquier acto jurídico vaya en contra de estos irrenunciables
DERECHOS HUMANOS, pues estos deben ser la síntesis del Derecho.
En otro orden de cosas, una de las claves para dotar de confianza a la Justicia frente a los ciudadanos es, sin duda, la selección de los cargos judiciales.
Hemos percibido estos últimos años el atenazador poder que ejercen los Gobiernos para poder controlar y dirigir las decisiones de los Jueces, invocando razonamientos estúpidos y escenificando situaciones deplorables y esperpénticas como cuando hace tres años se desveló la manipulación del Partido Popular para influir en la elección del presidente del Consejo General del Poder Judicial, lo que obligó a este Magistrado a renunciar al cargo.
Estamos obligados a no consentir
que en un estado de derecho las decisiones judiciales estén en función de los
intereses políticos de quien posee el poder en esos momentos.
Si, como para desgracia nuestra, estamos padeciendo una desconfianza casi total hacia los partidos políticos en las gestiones gubernamentales que nos afectan, y tan sólo podemos recurrir al amparo de la Justicia, y la misma está perdiendo credibilidad de manera constante y evidente, pocas alternativas nos conceden estos forajidos.
No tengo duda de que ustedes, benditos lectores, perciben que día a día los señores del castillo van aumentando su descaro, su cinismo, su total ignorancia, su desprecio hacia los que les costeamos sus estúpidos caprichos y cuantiosos sueldos. Solo nuestra fuerza, decisión y ánimo pueden hacer que las cosas cambien. Es posible que no nos ofrezcan otra alternativa que reunirnos en las calles. Nos encontraremos allí mismo, exigiéndoles que cumplan con sus obligaciones y que respeten nuestros derechos. ¡Hasta la vista!
En esta canción tan divertida titulada “Toca madera”
compuesta hace treinta años dentro del disco “Utopía”, el señor Serrat “parece”
tan solo servirnos de un manual de barrio para supersticiosos, a ritmo de
salsa. La letra está cargada de ironía.
Nada tienes que temer,
al mal tiempo buena cara,
la Constitución te ampara,
la justicia te defiende,
la policía te guarda,
el sindicato te apoya,
el sistema te respalda
y los pajaritos cantan
y las nubes se levantan.
Cruza los dedos,
toca madera.
No pases por debajo de esa escalera.
Y evita el trece
y al gato negro.
No te levantes con el pie izquierdo.
Y métete en el bolsillo
envuelta en tu carta astral
una pata de conejo
por si se quiebra un espejo
o se derrama la sal.
Y vigila el horóscopo
y el biorritmo.
Ni se te ocurra vestirte de amarillo.
Y si a pesar de todo
la vida te cuelga
el «no hay billetes»
recuerda
que pisar mierda
trae buena suerte.
Toca madera,
toca madera.
Cruza los dedos,
toca madera.
Nada tienes que temer...
Arriba los corazones...
Nada tienes que temer
pero nunca están de más ciertas precauciones.
Cruza los dedos,
toca madera.
No pases por debajo de esa escalera.
Y evita el trece
y al gato negro.
No te levantes con el pie izquierdo.
Que también hacen la siesta
los árbitros y los jueces.
Con tu olivo y tu paloma
camina por la maroma
entre el amor y la muerte.
Y vigila el horóscopo
y el biorritmo.
Ni se te ocurra vestirte de amarillo.
Y si a pesar de todo
la vida te cuelga
el "no hay billetes"
recuerda
que pisar mierda
trae buena suerte.
Toca madera,
toca madera.
Cruza los dedos,
toca madera.
Y ajústate los machos,
respira hondo,
traga saliva,
toma carrera,
y abre la puerta,
sal a la calle,
cruza los dedos,
toca madera.
Toca madera,
toca madera.
Cruza los dedos,
toca madera.
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