Los suecos de Suecia se han propuesto para el año 2030 eliminar el dinero en efectivo, en metálico. Es un hecho evidente que a día de hoy ya no se acepta cash como pago en el transporte público en ese lugar; dándose la paradoja de que el primer país en emitir billetes de curso legal ocurrió en la Suecia de 1661.
Otro dato muy
significativo es que en ese país los cajeros bancarios ya no dispensan dinero
en efectivo. Para rematar las curiosidades suecas les informaré, por si lo
desconocen, que las limosnas suecas se aceptan a través del teléfono móvil con
el fin de poder financiar una revista para gente menesterosa, algo parecido a La Farola de España. El eliminar el
dinero físico se lo han tomado pero que muy en serio.
El dato aproximado en las acciones de manejar dinero (contar, quemar, transportar, custodiar, imprimir) se estima en el 1% del PIB ¡un pastón! Disponiendo casi todo el personal de teléfonos móviles, las tarjetas de crédito tienen los días contados.
De esta manera tan sencilla, voluntaria y furtiva, el Estado tiene
controlados todos nuestros pagos e ingresos y, por ende, las empresas que
gestionan estos pagos se hacen participes de la misma valiosa información.
Parece ser que hay tiros entre los gigantes de la tecnología para apoderarse de
nuestra administración privada de la economía. Facebook ya posee el visto bueno
legal para ofrecerse como entidad bancaria
Los Bancos llevan frotándose las manos desde hace meses con la aplicación: Bizum, que permite hacer transacciones de dinero desde el móvil. Y como consecuencia suculenta inmediata les permitirá desprenderse de un buen número de empleados, sucursales y cajeros.
Como así sucedió, tiempo atrás, cuando adquirieron los
cajeros automáticos y las tarjetas de crédito. No olvidemos nunca la historia,
sino se nos repetirá y nos pillará desprevenidos.
No debemos
quedarnos pasmados con estas novedades tecnológicas. En 1965 cuando aparecieron
las tarjetas de crédito y los cajeros automáticos, si tuvimos ocasión de
quedarnos con la boca abierta al poder meter una tarjeta de plástico en una
ranura y, acto seguido y casi por arte de magia, recibir mil pelas.
Puede, y escribo: solo puede, que aquellas personas que manejan en España dinero negro, (un 25% de sus ingresos y pagos) puedan ser las más perjudicadas en este cambio tecnológico en la acción de pagar o cobrar.
Y he escrito “puede” porque aquí siempre hemos tenido un roto para un descosido y un pícaro en cada esquina; y se buscarán artimañas tecnológicas para camuflar como puedan ese dinero en B.
Se me olvidaba informarles, benditos
lectores, que en Suecia también se hacen
el sueco a la hora de retratarse con la Hacienda Pública, pues se estima en
un 18% el dinero negro que manejan estos rubios. ¡Anda, jódelos! con lo
formalitos que parecen.
En cuanto a las nuevas monedas digitales que están apareciendo: Bitcoin, Ripple, Monero y Tether entre otras, no tengo fundamentos ni información suficiente para comentarlas.
En 1964 el poeta comprometido con la realidad social Gabriel Celaya (1911-1991) escribió el poema “La poesía es un arma cargada de futuro” al que años más tarde el añorado cantautor Paco Ibáñez le compuso la música.
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
que golpea las tinieblas.
Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades;
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades,
amorosas crueldades.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales, que lavándose las manos
se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido,
partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren.
Y canto respirando. Canto y canto y cantando
más allá de mis penas,
de mis penas personales, me ensancho,
me ensancho.
Quiero daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso, con técnica, que puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España,
a España en sus aceros.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo.
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