Si nos concentramos un poco en el tema del trabajo; hacemos memoria; leemos cuatro libros sobre el tema y preguntamos a nuestros abuelos, nos sorprendería mucho darnos cuenta que de los tipos de empleos que hace un siglo proporcionaban trabajo a la gente, en la actualidad deberán de quedar muy pocos. Muchos entendidos en esta materia sostienen que cada cincuenta años el modo, la manera de vender cambia completamente.
En los Estados Unidos de América, que casi siempre son pioneros en contagiar lo bueno y lo malo, está sucediendo precisamente esto. Allí se están cerrando esos gigantescos centros comerciales situados en las afueras de las grandes urbes donde se apretujaban familias enteras paseando entre zapaterías, perfumerías, ropa deportiva y Big Mac.
En algunos estados de centro
Europa ya está ocurriendo lo mismo. La venta on line y su reparto a domicilio con nosotros, rebozados en el sofá
viendo la última serie de Netflix, esperando la caja de la sonrisa, está
acabando con ellos.
Con todos los datos con que nos informan y observamos a nuestro alrededor, con la progresiva e imparable automatización de los trabajos más complicados, cuando comprobamos la vertiginosa velocidad a que avanza la ciencia.
Pues, a pesar de todas estas
evidentes señales, hay una gran mayoría que tiene la certeza de que su empleo
está seguro, que los robots no le mandarán al paro. Hagan ustedes mismos la
prueba, y pregúnteles a sus vecinos, familiares y amigos si temen a los robots;
yo lo he comprobado en mi entorno y me sorprendió.
Hace cincuenta años cuando en la televisión y en los cines nos mostraban reportajes de unos toscos y torpes robots que ejecutaban tareas ridículas, pensábamos, con ingenua candidez, que estos artefactos metálicos nos aportarían, en un futuro lejano, una deliciosa ayuda en el desempeño de nuestro oficio.
Lo evidente, es
que nos están desplazando paulatina e inexorablemente de nuestros empleos.
Nosotros, en un acto de infantilismo ridículo, nos metemos debajo de la sábana
para que no se nos lleve el hombre del saco.
En los primeros trabajos donde se prescindió de empleados fueron en los que había que aportar fuerza física. Los siguientes, sin remedio alguno, serán los administrativos; porque lo que hacen de manera perfecta las computadoras son las tareas rutinarias.
Mi admirada periodista
Marta García Aller en su trabajo de investigación nos informa de algo que a un
servidor le ha dejado con la boca abierta: “Son
precisamente los que más estudios tienen y ocupan las profesiones cualificadas
los más inconscientes del cambio radical que va a suponer los robots en la vida
laboral”.
De momento, y por lo que parece, en España los
distintos gobernantes que hemos padecido, se han ocupado muy poco en ayudar a
reconvertir y reciclar a todos aquellos que han salido peor parados del ataque
de los incansables robots. Te alientan a que te conviertas en emprendedor
(falso autónomo) con una ayuda miserable y efímera.
El grave y general problema que se nos avecina, benditos lectores, es que el cambio tecnológico hacia los robots va a dañar a casi todos los empleos al mismo tiempo. Tan sólo se asegurarán los trabajos donde sean necesarios matemáticos, programadores e ingenieros. Y eso durará el tiempo que estos señores tengan que emplear en enseñar a pensar a los robots. Entonces ¡sí que nos vamos a cagar!.
“En paus” (En paz), contenida en el disco “Material sensible”
(1989). Es la canción de Serrat que cumple el objetivo de criticar, con
suavidad, ironía y su pincelada de comicidad correspondiente a la jet set. Como casi siempre con certeza.
Son guapos,
felices,
macizos,
nocturnos,
famosos,
simpáticos,
inútiles
y absurdos.
Destacan,
se desmoronan,
se tuestan
al sol.
Esquían,
navegan,
se ahogan
de alcohol.
Tienen más cajones,
pero también más trastos.
Tienen más vestidos,
pero también van a más lugares.
En paz.
Tienen más amigos,
pero también más falsos,
y más seguridad,
pero también más miedo.
Tienen más dinero,
pero también más gastos.
Tienen más poder,
pero también más problemas.
En paz.
Tienen más de todo,
pero también más que perder.
Quizás el mundo es suyo,
pero están rodeados.
Solos,
en parejas
y en manada,
la jet.
Son moda,
primicia
y noticia
por borregos.
Se operan,
se enfajan,
viajan
por todas partes.
Los miman,
se los rifan
a caballo
y a pie.
Tienen más standing,
pero también más rentas
y más a lucir,
pero también más a ocultar.
En paz.
Tienen más pecados,
pero también más cara dura.
Tienen más camino,
pero también más plano.
Tienen más amantes,
pero también más cuernos.
Tienen más zapatos,
pero también tienen dos pies.
En paz.
Tienen más apellidos,
pero también la palman,
pero, eso sí, después
de haber vivido como dios.
Puede que Celáa sea un robot y que trabaje para evitarles competencia.
ResponderEliminarTodo el gobierno está agobiado para tratar este problema por lo que no parece.
Y lo que de verdad teme es que venga un robot y les de una patada en el culo, sin señalar ni marcar palabrota, a todos ellos y les supla con eficacia.
Qué asco Oscar... Seguro que son robots de derechas, manejados por la ultraderecha machista, patriarcal, explotadora y violenta. Esperemos que nuestro "menistro" Garzón, Ione Aquelarra e Irene de Galapagar, actúen con la contundencia y eficacia que les caracteriza y desactiven éste despropósito que atenta contra la clase obrera y los más desfavorecidos. Si no fuese por ellos, estaríamos pagando ya la luz a 300 euros megavatio/hora. Así, gracias a su trabajo, tan solo andamos por los 150 o 155 de hoy.
ResponderEliminarA ver si con los robots, actúan también con dureza.
Salud camaradas! ¡Viva el Frente Popular!
Mira que te entretienen los "benditos lectores" que leen y opinan sobre tus ocurrencias (como yo).
ResponderEliminarTe imagino en el sofá de tu casica con tu sesuda pseudo sonrisa al ver como los peces entran a picar...
La leche Oscar... ¡qué malo que eres!