sábado, 9 de abril de 2022

"Libertad de expresión. Y punto", por Óscar de Caso. "Si la gente no mantiene viva esa libertad de expresión, se perderá y se diluirá esa misma libertad."

      Voy a comenzar este escrito con dos actuaciones recientes, controvertidas y transmitidas en directo a través de la televisión, que les propondrán una reflexión, benditos lectores, sobre la libertad de expresión.

          La primera, se produjo hace unas semanas en un pleno de la Asamblea de la Comunidad de Madrid, cuando en un sketch de estúpida, insolente e inoportuna mímica circense, el portavoz del Partido Popular afirmaba, con contundencia, que en la Comunidad de Madrid no había personas pobres; y en el colmo de la ridiculez, comprobaba con aspavientos idiotas, que alrededor del atril no se hallaba ningún menesteroso.

          La segunda, mucho más publicitada que la primera, se desarrolló recientemente en el transcurso de la ceremonia de entrega de los premios Oscar en Los Ángeles (EE. UU). Cuando el presentador hizo un chiste sobre el corte de pelo de la esposa de Will Smith, provocando que éste se levantara de su asiento para, acto seguido, calzarle una bofetada al cómico.

          Hechos consumados aparte, que sostengo están incluidos en la libertad de expresión (lo del señor Smith, por supuesto que no); profundicemos en el tema. La libertad de expresión se encuentra amparada en todos los países democráticos constitucionales y en un artículo de la Carta Internacional de los Derechos Humanos. 

Este derecho a la libertad de expresión está libre de incluir, así mismo, informaciones falsas, controvertidas o incorrectas, que no pueden dar pie a ser censuradas. Eso sí, aunque las leyes garanticen esa libertad, la comunidad encontrará formas de golpear y hacer pagar a esos individuos disolutos.

          Si la gente no mantiene viva esa libertad de expresión, se perderá y se diluirá esa misma libertad; los regímenes más interesados en que desaparezca son los autoritarios (clericales, comunistas y fascistas). 

Ocurre una circunstancia frecuente en estos últimos tiempos: viene a suceder en el momento en el que el poder de la libertad de expresión sea más débil que el poder que tiene el que quiera lincharte, en este pulso pierde casi siempre la libertad de expresión; está situación viene a producirse cuando aumenta el nivel de vida y bienestar de la sociedad; nos volvemos más sensibles, delicados y estallamos, llegando al punto de cogérnosla con papel de fumar.

          Habitualmente, se ataca esta libertad sacando palabras del contexto de la obra, y casi siempre sin haberla leído al completo; atendiendo más a la fama y biografía del autor que al trabajo en cuestión. Estos cuestionables censores sólo dicen admitir y tolerar la libertad de expresión siempre y cuando respeten todas sus creencias, amparándose en la camaradería de su grey.

          Estoy decidido a creer, como muchos, que el punto de inflexión negativo de la libertad de expresión se produjo en el vil atentado a la redacción de la revista satírica de humor francesa Charlie Hebdo.

          Los defensores con denominación de origen de la libertad de expresión proclaman que ésta es totalmente sincera cuando pelea para que sus enemigos más abyectos puedan expresar sus ideas. Aunque, por otra parte, puede ser paradójico que el que hoy defiende tu libertad de expresión es aquel que mañana intente censurarte.

Mario Benedetti cierra el escrito de hoy con el poema “¿Qué pasaría? No hay casi nada que explicar. Leerlo

¿Qué pasaría…?

¿Qué pasaría si un día

despertamos dándonos

cuenta de que somos mayoría?

¿Qué pasaría si de pronto

una injusticia, sólo una,

es repudiada por todos,

todos los que somos, todos,

no unos, no algunos, sino todos?

¿Qué pasaría si en vez de

seguir divididos nos

multiplicamos, nos sumamos

y restamos al enemigo que

interrumpe nuestro paso?

¿Qué pasaría si nos

organizáramos y al mismo

tiempo enfrentáramos

sin armas, en silencio,

en multitudes, en millones de

miradas la cara de los

opresores, sin vivas,

sin aplausos, sin sonrisas,

sin palmadas en los hombros,

sin cánticos partidistas,

sin cánticos?

¿Qué pasaría si yo pidiese

por ti que estás tan lejos,

y tú por mí que estoy tan lejos, y ambos por

los otros que están muy

lejos y los otros por

nosotros, aunque estemos lejos?

¿Qué pasaría si el grito

de un continente fuese

el grito de todos los continentes?

¿Qué pasaría si pusiésemos

el cuerpo en vez de lamentarnos?

¿Qué pasaría si rompemos

las fronteras y avanzamos

y avanzamos y avanzamos

y avanzamos?

¿Qué pasaría si quemamos

todas las banderas para

tener sólo una, la nuestra,

la de todos, o mejor

ninguna porque no

la necesitamos?

¿Qué pasaría si de pronto

dejamos de ser patriotas para

ser humanos?

No sé… me pregunto yo:

¿Qué pasaría…?

   

2 comentarios:

  1. Me imagino que, con su habitual lucidez, no explica que parece que se está refiriendo exclusivamente a la libertad de expresión de ideas.
    Claro, parece que justifica la libertad de expresión del insulto a personas y eso no es lo mismo.
    Igual no entra porque le debe ser difícil empezar a comentar derechos limitados por otros derechos-

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  2. Me he dado cuenta de una foto muy chula, la mujer con el brazo en algo, parece que lo de reivindicar, protestar y salir a la calle, lo han inventado ahora la ministras pogres de podemos, con dos ovarios, pero lo peor que la gente como es una inculta en historia, se lo cree.

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