Voy a comenzar este escrito con dos actuaciones recientes,
controvertidas y transmitidas en directo a través de la televisión, que les
propondrán una reflexión, benditos lectores, sobre la libertad de expresión.
La primera,
se produjo hace unas semanas en un pleno de la Asamblea de la Comunidad de
Madrid, cuando en un sketch de
estúpida, insolente e inoportuna mímica circense, el portavoz del Partido
Popular afirmaba, con contundencia, que en la Comunidad de Madrid no había
personas pobres; y en el colmo de la ridiculez, comprobaba con aspavientos
idiotas, que alrededor del atril no se hallaba ningún menesteroso.
La segunda, mucho más publicitada que la
primera, se desarrolló recientemente en el transcurso de la ceremonia de
entrega de los premios Oscar en Los Ángeles (EE. UU). Cuando el presentador
hizo un chiste sobre el corte de pelo de la esposa de Will Smith, provocando
que éste se levantara de su asiento para, acto seguido, calzarle una bofetada
al cómico.
Hechos consumados aparte, que sostengo están incluidos en la libertad de expresión (lo del señor Smith, por supuesto que no); profundicemos en el tema. La libertad de expresión se encuentra amparada en todos los países democráticos constitucionales y en un artículo de la Carta Internacional de los Derechos Humanos.
Este derecho a la libertad de expresión está libre de incluir, así
mismo, informaciones falsas, controvertidas o incorrectas, que no pueden dar
pie a ser censuradas. Eso sí, aunque las leyes garanticen esa libertad, la
comunidad encontrará formas de golpear y hacer pagar a esos individuos
disolutos.
Si la gente no mantiene viva esa libertad de expresión, se perderá y se diluirá esa misma libertad; los regímenes más interesados en que desaparezca son los autoritarios (clericales, comunistas y fascistas).
Ocurre una circunstancia frecuente en
estos últimos tiempos: viene a suceder en el momento en el que el poder de la
libertad de expresión sea más débil que el poder que tiene el que quiera
lincharte, en este pulso pierde casi siempre la libertad de expresión; está
situación viene a producirse cuando aumenta el nivel de vida y bienestar de la
sociedad; nos volvemos más sensibles, delicados y estallamos, llegando al punto
de cogérnosla con papel de fumar.
Habitualmente, se ataca esta libertad sacando palabras del contexto de
la obra, y casi siempre sin haberla leído al completo; atendiendo más a la fama
y biografía del autor que al trabajo en cuestión. Estos cuestionables censores
sólo dicen admitir y tolerar la libertad de expresión siempre y cuando respeten
todas sus creencias, amparándose en la camaradería de su grey.
Estoy
decidido a creer, como muchos, que el punto de inflexión negativo de la
libertad de expresión se produjo en el vil atentado a la redacción de la
revista satírica de humor francesa Charlie
Hebdo.
Los defensores con denominación de origen de la libertad de expresión proclaman que ésta es totalmente sincera cuando pelea para que sus enemigos más abyectos puedan expresar sus ideas. Aunque, por otra parte, puede ser paradójico que el que hoy defiende tu libertad de expresión es aquel que mañana intente censurarte.
Mario Benedetti cierra el escrito de hoy con el poema “¿Qué pasaría? No hay casi nada que explicar. Leerlo
¿Qué pasaría…?
¿Qué pasaría si un día
despertamos dándonos
cuenta de que somos mayoría?
¿Qué pasaría si de pronto
una injusticia, sólo una,
es repudiada por todos,
todos los que somos, todos,
no unos, no algunos, sino todos?
¿Qué pasaría si en vez de
seguir divididos nos
multiplicamos, nos sumamos
y restamos al enemigo que
interrumpe nuestro paso?
¿Qué pasaría si nos
organizáramos y al mismo
tiempo enfrentáramos
sin armas, en silencio,
en multitudes, en millones de
miradas la cara de los
opresores, sin vivas,
sin aplausos, sin sonrisas,
sin palmadas en los hombros,
sin cánticos partidistas,
sin cánticos?
¿Qué pasaría si yo pidiese
por ti que estás tan lejos,
y tú por mí que estoy tan lejos, y ambos por
los otros que están muy
lejos y los otros por
nosotros, aunque estemos lejos?
¿Qué pasaría si el grito
de un continente fuese
el grito de todos los continentes?
¿Qué pasaría si pusiésemos
el cuerpo en vez de lamentarnos?
¿Qué pasaría si rompemos
las fronteras y avanzamos
y avanzamos y avanzamos
y avanzamos?
¿Qué pasaría si quemamos
todas las banderas para
tener sólo una, la nuestra,
la de todos, o mejor
ninguna porque no
la necesitamos?
¿Qué pasaría si de pronto
dejamos de ser patriotas para
ser humanos?
No sé… me pregunto yo:
¿Qué pasaría…?
Me imagino que, con su habitual lucidez, no explica que parece que se está refiriendo exclusivamente a la libertad de expresión de ideas.
ResponderEliminarClaro, parece que justifica la libertad de expresión del insulto a personas y eso no es lo mismo.
Igual no entra porque le debe ser difícil empezar a comentar derechos limitados por otros derechos-
Me he dado cuenta de una foto muy chula, la mujer con el brazo en algo, parece que lo de reivindicar, protestar y salir a la calle, lo han inventado ahora la ministras pogres de podemos, con dos ovarios, pero lo peor que la gente como es una inculta en historia, se lo cree.
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