Amazon ha abierto en Seattle (EE.UU.) lo que llama el supermercado del futuro, un local en el que cualquiera que entre puede meterse en el bolso lo que le apetezca y salir de la tienda sin hacer cola ni pasar por caja. No, no es un simpa.
Una
aplicación detecta qué productos ha elegido y lo carga directamente al móvil.
No hay necesidad de interacción humana alguna, ni siquiera hay que buscar un
lector de códigos de barras. La gente coge el producto que quiere y, sin más,
se va. No hay esperas, ni humanos atendiendo, solo big data.
Aproximadamente, las tiendas cada cincuenta años, sufren una innovación radical. Si a mediados del siglo XX fueron los grandes hipermercados, a finales fue la venta online. En 1994, Amazon empezó a vender libros online desde el garaje de Jeff Bezos.
Dos décadas después, es un gigante de 400.000 millones de
dólares que abre tiendas sin humanos que surten desde almacenes con robots.
Otro de los
estudios más asombrosos de Amazon es un zepelín que el gigante del comercio
online ha patentado como una especie de almacén aéreo de productos. Está
pensado para sobrevolar las ciudades del futuro lleno de mercancías con la que
abastecer rápidamente a los drones de reparto que sirvan las compras.
Según la patente, estos “centros de cumplimiento aerotransportado” se moverían a una altura de trece mil metros y podrían ser reabastecidos de productos y combustibles para repartir con drones la compra a domicilio (o a cualquier sitio desde el que se pida) sin tener que pasar por un almacén lejano. Por lo visto, además de futurista es mucho más ecológico porque el dirigible precisa menos combustible que el transporte terrestre.
Amazon ya hizo el primer envío con un dron
en Reino Unido en 2016; también Domino´s Pizza ya reparte comida a domicilio
con estos pequeños robots voladores en Nueva Zelanda; y Google ha experimentado
en un programa piloto con drones que llevan los clásicos burritos mexicanos a
los estudiantes que le encargan en un Campus Universitario de Virginia (Estados
Unidos).
Lo que ya existe es la compra automática. Nada más se termina el bote de gel y mientras uno se enjabona, uno ya puede pedir que le traigan otro a casa sin acercarse al móvil ni al ordenador. Basta con tener uno de los botones Amazon Dash en la pared de la ducha.
Son pequeñas palancas personalizables que automatizan el
pedido de cualquier producto (para el que ha sido previamente programado) con
solo apretarlo. Lo mismo vale para encargar el café desde el botón de la cocina
que folios desde la im- presora.
Pongamos de nuevo los pies en la tierra. Drones aparte, de momento, lo que es seguro es que Amazon está invirtiendo en abrir más tiendas físicas, tanto supermercados como librerías. Y en Estados Unidos ha adquirido la cadena Whole Foods, con más de 450 locales situados en el centro de las ciudades.
. ¿Por qué apostar por el mundo real cuando se supone que el futuro está en la nube? Tiene truco. En realidad, estos nuevos establecimientos del gigante del comercio electrónico no dejan de ser una traslación de su web al mundo real. Por algo están llenos de sensores recopilando información.
El supermercado sabrá quiénes somos (gracias al
geolocalizador que llevamos en el móvil y los sensores en cada esquina), por
qué pasillo paseamos y qué caja de cereales volvemos a dejar en la estantería
después de echarle un vistazo. De todas estas acciones no nos daremos cuenta
porque la mayoría de las innovaciones de las tiendas para adaptarse a la
digitalización son invisibles.
La prioridad ahora es saberlo todo del cliente una vez que entra por la puerta, y se está invirtiendo mucho en ello. El objetivo principal es saber quién eres, qué te interesa y por qué estás dos minutos delante de una falda y no de otra.
Para
ello hay aplicaciones que además de comprar online permiten identificar a cada
cliente con nombre y apellidos cuando entra en el establecimiento y luego
ofrecerle servicios totalmente personalizados. El negocio ya sea en internet o
a pie de calle, serán los datos.
POSDATA.- El escrito de hoy es un resumen muy simplificado del trabajo periodístico de mi admirada Marta García Aller.
Ismael Serrano pone el poema y la canción a las palabras de hoy con “Yo quiero ser muy promiscuo”. No hay casi nada que explicar, quiere ser muy promiscuo. Y explica sus razones.
https://www.youtube.com/watch?v=wzglRwSpnXk
Quiero ser muy promiscuo, cual mis hermanos mayores,
tocar nalgas, tocar pechos, con todas las precauciones.
Yo quiero ser muy promiscuo, como todos mis amigos,
ya que de un tiempo a esta parte, no duermo si no me fustigo.
Ahora que dice la tele que la juventud actual,
está pasando una etapa de desenfreno sexual,
y que ni el SIDA ni el Papa han conseguido evitar
que tiernos mozos y mozas se den al goce de amar.
Y por eso yo te digo que quiero ser muy promiscuo,
y revolverme en el lodo del pecado original,
porque estoy un poco harto del pecadillo de Onán.
Yo quiero ser muy promiscuo, como el eximio escritor,
y fiel votante del PP, Fernando Sánchez Dragó,
que ha gozado de mujeres, no de una sino de un millón,
y cada una diferente, que creo que es mucho mejor.
Yo quiero ser muy promiscuo, pero resulta cansado,
lo sé porque me lo ha dicho alguien muy documentado.
Yo la verdad de estas cosas hablo más por referencia,
ya que mi prima Paulina es mi única experiencia.
Pero ya estoy decidido a seguir por esta senda,
de desenfreno y orgía, de cachondeo y de juerga,
y voy a dejar muy claro a mis dos progenitores:
"Yo salgo del seminario por poderosas razones".
Y por eso yo te digo que quiero ser muy promiscuo,
y revolverme en el lodo del pecado original,
porque estoy un poco harto del pecadillo de Onán.
Yo quiero ser muy promiscuo, no quiero novia ni nada,
sólo relaciones cortas con niñas desenfadadas,
con niñas desenfadadas, con niñas desenfadadas.
En buena lógica progre eso de desembarazarnos de tareas rutinarias nos debe de proporcionar tiempo para realizar otros servicios que sean útiles a la sociedad.
ResponderEliminarPero parece que el tiempo disponible ha de ser destinado a la promiscuidad.
Al progre que son los que han trabajado en las pequeñas tiendas de los pueblos son los que han padecido el azote de las multinacionales como Amazon
ResponderEliminarEl tendero de la esquina que incluso cuando estaba cenando le tocaban la puerta los vecinos que no habían comprado para cenar les atendía y después le apuntaba la deuda en un papel de los que tenía para liar las sardinas y creo que algunos nunca cobrarian ,
esos eran los progres que ese tiempo perdido lo necesitan para otros servicios útiles a la sociedad
Estas multinacionales si te falta un céntimo no sales por la puerta o te quitan lo que te sobra de la cesta