Con las
distopías pasa igual que con los nacionalismos y las fake news, cuanta
más incertidumbre sentimos, más fácilmente nos convencen. No es casualidad que
las plataformas de streaming estén produciendo en estos tiempos confusos
tantas ficciones sobre futuros alarmantes. Porque es ahora cuando tienen más
éxito.
Una de las
preguntas claves es “¿crees que tus hijos van a vivir mejor que tú?”. Y en
Europa y en Estados Unidos, cada vez hay más pesimismo con respecto al futuro.
En Europa occidental vivimos en una época de elevadísima incertidumbre, porque
el orden económico internacional y el contrato social del Estado de bienestar
está en transformación, por no decir en crisis. Ante estas situaciones, es más
que probable, que polaricemos nuestras ideas.
Por eso, en
situaciones de crisis, a veces ignoramos cualquier información percibida como ambigua
para aferrarnos a las respuestas más contundentes. Las cosas pasan a ser
blancas o negras porque eso nos permite llegar antes a una conclusión que sacie
sin complicaciones nuestro deseo de certezas.
El impulso de
buscar respuestas no nos lleva necesariamente a informarnos más y mejor, sino a
dar con una historia convincente que nos dé la razón. En el momento que tomamos
una decisión o nos formamos un juicio cerramos nuestra mente a la nueva
información, aunque encontremos datos que contradigan la anterior.
De ahí que
los bulos en la red que alimentan prejuicios corran más rápido que los
desmentidos, porque en situaciones de estrés el cerebro se fía más de la
información que da la razón a sus prejuicios. Y cuanto más incierto percibimos
que es el mundo, más capaces somos de bajar el listón al evaluar si una
información es falsa o verdadera. Cuando nuestra necesidad de cierre es mayor,
tendemos a quedarnos con estereotipos y negar contradicciones.
Los momentos
de más desconcierto son territorio abonado para líderes protectores con ideas simplificadoras,
esas que tratan de explicar lo que nos pasa con un par de cabezas de turco.
Para el populismo, como para el nacionalismo, la culpa la tiene siempre el
diferente, sea un robot o un inmigrante.
La
incertidumbre no es necesariamente mala en sí misma, bien llevada, puede
llevarnos a ser más creativos. Lo peligroso, por tanto, no es la incertidumbre,
sino el exceso de ella. Así como la falta de costumbre y de preparación para
gestionarla. Más realista que esperar a que la incertidumbre se calme es que
nos vayamos acostumbrando a vivir en tiempos imprevisibles.
POSDATA.- He resumido los razonamientos de mi admirada periodista Marta García Aller sobre la incertidumbre que vivimos, en el escrito de hoy.
Así mismo, cierro
este escrito con otro admirado poeta
uruguayo, Jorge Drexler. La canción data de 2017 y está contenida en el disco
“Salvavidas de hielo”. Está dedicada a su buen amigo Joaquín Ramón Martínez
Sabina.
Fuimos cerrando uno a uno cuatro bares.
Montevideo, ya hacía rato, amanecía,
vos me augurabas oropeles y ultramares,
y al regresar del baño, ¿Quién no te creería?
Desorientado y confundiendo vocaciones
yo estaba preso en mi alegría diletante.
Me fui a Madrid con mi guitarra y mis canciones
haciendo caso a tu consejo delirante.
Y hoy que pasaron veintidós diciembres ya
de aquella noche loca que selló mi suerte,
esta canción, más vale tarde que jamás,
la escribo para agradecerte.
Y aunque sé bien que con tu empaque de ala triste
te da pudor la confesión de borrachera,
creo que sabes que el regalo que me hiciste
me cambió la vida entera.
Te quiero mucho más de lo que te lo cuento,
te veo mucho menos de lo que quisiera,
y como yo, una jauría de sedientos
que fuiste recogiendo por la carretera.
Te debo la milonga del moro judío
y otra turne por el Madrid de los excesos
donde aprendí a domar más de cien desvaríos
y a robar más de mil besos.
Tengo el detalle de camuflar tu apellido,
y quién lo quiera adivinar, que lo adivine
para nombrar a quien estoy agradecido
pongamos que hablo de Martínez.
Y aunque sé bien que con tu empaque de ala triste
te da pudor la confesión de borrachera
creo que sabes que el regalo que me hiciste
me cambió la vida entera.
Creo que sabes que el regalo que me hiciste
"Para el populismo, como para el nacionalismo, la culpa la tiene siempre el diferente, sea un robot o un inmigrante."
ResponderEliminarPero, ¿no habíamos quedado en que la culpa era de los fascistas?
Son siempre los diferentes.
A todo esto, no se trata de incertidumbres lo que nos afecta sino las contradicciones. Que no las menciona para nada.