sábado, 28 de noviembre de 2020

"Telepopulismo Nacional", por Óscar de Caso. "Jesús Gil quería proteger su almacén de dinero de sucios negocios con corrupción y reparto clientelar de poder".

    Aquí en España, benditos lectores, no se salva ningún partido político del protagonismo telepopulista cuando se encuentra ubicado en la oposición y ante la proximidad de elecciones, con el ánimo de enervar pasiones entre sus rebaños. Lo cierto y verdad, es que ni PP ni PSOE han sido imposible identificarlos como partidos populistas.

          En años anteriores, de 1979 a 2011 tan sólo se pueden certificar con denominación de origen populista tres partidos, a saber:  el GIL o Grupo Independiente y Liberal; actuando como “padrino”, Jesús Gil y Gil.

Primero en el ranking de obtención de votos, alcanzando la gobernabilidad de las ciudades de Marbella, Estepona y San Pedro de Alcántara, junto con el gobierno de la comunidad de Ceuta, ¡todo un éxito!, un líder con carisma, morbo y forrado de pasta, que todavía, en estas ciudades, se le echa de menos por haber logrado durante su mandato niveles máximos de seguridad ciudadana junto con una exhaustiva limpieza étnica de menesterosos. 

El “tío Gilito” quería proteger su almacén de dinero de sucios negocios con corrupción y reparto clientelar de poder.

          El otro fantoche telepopulista de aquellos años fue el empresario-transformista con pies de barro, José María Ruiz Mateos que, con un sainete familiar engañoso, consiguió, de manera inexplicable, dos escaños en las elecciones europeas de 1989. Cumplieron pena de cárcel él y algunos de sus incontables hijos.

           En tercer lugar, el engominado telepopulista y no menos importante chorizo-convicto, Mario Conde; que para poder operar sus oscuros negocios financieros con profundos agujeros negros, quiso hacer frente cara a cara al gobierno de turno en el terreno político. Se empadronó durante unos años en el “talego”.

          Estos tres payasos del telepopulismo, si no fueran tan temibles y tan dañinos nos darían risa y cierta lástima.

          En los últimos años el telepopulismo político se ha incrustado en cadenas televisivas con criterios tan distanciados cómo Intereconomía o La Sexta. De forma muy especial, con un movimiento que surgió a partir del 15M, qué en sus inicios no pretendía configurarse en partido. 

El entrenamiento televisivo de estos nuevos allegados se configuró en una emisora sintonizada a través de las redes sociales con programas como La Tuerca y Fort Apache, con discursos de extrema izquierda anticapitalista y anti liberal.

  Las causas que propiciaron su aparición fueron: a) la falta de identidad socialista del PSOE con Rodríguez Zapatero al mando; b) el aumento en la parrilla televisiva de programas con tertulianos muy proclives al show político; c) la Gran Recesión económica de 2008, por obra y desgracia de los mafiosos banqueros; d) el hartazgo popular de los ciudadanos al estimar, con posibles razones fundadas, el “levántate tú que me pongo yo” en el gobierno del país, entre PP y PSOE durante demasiados años. 

El movimiento se convirtió en partido político y apareció entre nosotros con el nombre de Podemos, formado en su mayoría por profesores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid; presentándose a las elecciones en 2015 y obteniendo de modo fulminante el 20% de los votos.

          Dispusieron como ideario inicial, que la democracia garantizase la justicia social y el pluralismo. Con la ayuda de la movilización del 15M, y el espacio gratuito que les brindaban diversas televisiones, poco a poco, sin prisa, con perseverancia, lograron hacer ver la inoperancia de los Gobiernos de derechas y las ventajas que el sistema ofrecía a las élites, ahora llamadas casta. Con esta programación no diferían al de otros populismos.

          En sus principios respaldaban: la renta básica universal, la exclusiva educación pública y la nacionalización de parte de los sectores industrial y energético; sosteniendo que los dirigentes del PP y PSOE están “gobernados” por un “capitalismo global” que ha colocado a la auténtica democracia en el “mercado de valores” , disponiendo a las personas como criaderos de los fondos buitres de inversión.

Se compuso la canción “La consciencia” (La conciencia) en el año 1984, Serrat la incluyó en el disco “Fa vint anys que tinc vint anys” (Hace veinte años que tengo veinte años). En ella profundiza en las fobias cotidianas del hombre común.

Nos la endosan desde la niñez.

Es partidista y desproporcionada.

Complemento del pecado

y del remordimiento.

No nos deja dormir en paz y nos quita el hambre.

 

Nos amolda a un guión convencional

donde casi nunca somos protagonistas.

La conciencia, señores,

nos hace esconder en el desván

lo que tendría que estar en el escaparate.

 

Habría suficiente con el respeto, la sinceridad

y un poco de benevolencia.

Pero nos cuelgan, sin ninguna necesidad,

el monigote de la conciencia.

 

Es del todo anticonstitucional.

Fomenta la mentira y enajena.

No nos deja mover

con espontaneidad.

La quintacolumnista del sistema.

 

Nos lleva por el camino del pedregal.

No puede evitar pasar factura,

ni de darme en los dedos

cuando estamos cambiando cromos

que a mí me faltan y tú tienes repetidos.

 

Desde fuera mandan leyes y reglamentos

y desde dentro ella completa la 'bronca'.

Esto no puede ir bien.

Enseguida se ve que

alguien quiere hacer entrar el clavo por la cabeza.

 

¿Qué debe haber detrás de todo esto?

¿Quién nos confunde las necesidades y los vicios?

Liberemos los sentidos

y, como dice la policía,

investiguemos a los que sacan provecho.

 

  

1 comentario:

  1. Y nos quejamos de esta clase política, en aquella época también tuvimos un ramillete de políticos de órdago.

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