Aquí en España, benditos lectores, no se salva ningún partido
político del protagonismo telepopulista cuando se encuentra ubicado en la
oposición y ante la proximidad de elecciones, con el ánimo de enervar pasiones
entre sus rebaños. Lo cierto y verdad, es que ni PP ni PSOE han sido imposible
identificarlos como partidos populistas.
En años anteriores, de 1979 a 2011 tan sólo se pueden certificar con denominación de origen populista tres partidos, a saber: el GIL o Grupo Independiente y Liberal; actuando como “padrino”, Jesús Gil y Gil.
Primero en el ranking de obtención de votos, alcanzando la gobernabilidad de las ciudades de Marbella, Estepona y San Pedro de Alcántara, junto con el gobierno de la comunidad de Ceuta, ¡todo un éxito!, un líder con carisma, morbo y forrado de pasta, que todavía, en estas ciudades, se le echa de menos por haber logrado durante su mandato niveles máximos de seguridad ciudadana junto con una exhaustiva limpieza étnica de menesterosos.
El “tío Gilito” quería proteger su
almacén de dinero de sucios negocios con corrupción y reparto clientelar de
poder.
El otro
fantoche telepopulista de aquellos años fue el empresario-transformista con
pies de barro, José María Ruiz Mateos que, con un sainete familiar engañoso,
consiguió, de manera inexplicable, dos escaños en las elecciones europeas de
1989. Cumplieron pena de cárcel él y algunos de sus incontables hijos.
En tercer lugar, el engominado
telepopulista y no menos importante chorizo-convicto, Mario Conde; que para
poder operar sus oscuros negocios financieros con profundos agujeros negros,
quiso hacer frente cara a cara al gobierno de turno en el terreno político. Se
empadronó durante unos años en el “talego”.
Estos tres
payasos del telepopulismo, si no fueran tan temibles y tan dañinos nos darían
risa y cierta lástima.
En los últimos años el telepopulismo político se ha incrustado en cadenas televisivas con criterios tan distanciados cómo Intereconomía o La Sexta. De forma muy especial, con un movimiento que surgió a partir del 15M, qué en sus inicios no pretendía configurarse en partido.
El entrenamiento televisivo de estos nuevos allegados se configuró en una emisora sintonizada a través de las redes sociales con programas como La Tuerca y Fort Apache, con discursos de extrema izquierda anticapitalista y anti liberal.
Las causas que propiciaron su aparición fueron: a) la falta de identidad socialista del PSOE con Rodríguez Zapatero al mando; b) el aumento en la parrilla televisiva de programas con tertulianos muy proclives al show político; c) la Gran Recesión económica de 2008, por obra y desgracia de los mafiosos banqueros; d) el hartazgo popular de los ciudadanos al estimar, con posibles razones fundadas, el “levántate tú que me pongo yo” en el gobierno del país, entre PP y PSOE durante demasiados años.
El movimiento se convirtió en partido político y apareció
entre nosotros con el nombre de Podemos, formado en su mayoría por profesores
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense
de Madrid; presentándose a las elecciones en 2015 y obteniendo de modo
fulminante el 20% de los votos.
Dispusieron
como ideario inicial, que la democracia garantizase la justicia social y el
pluralismo. Con la ayuda de la movilización del 15M, y el espacio gratuito que
les brindaban diversas televisiones, poco a poco, sin prisa, con perseverancia,
lograron hacer ver la inoperancia de los Gobiernos de derechas y las ventajas
que el sistema ofrecía a las élites, ahora llamadas casta. Con esta programación no diferían al de otros populismos.
En sus
principios respaldaban: la renta básica universal, la exclusiva educación
pública y la nacionalización de parte de los sectores industrial y energético;
sosteniendo que los dirigentes del PP y PSOE están “gobernados” por un
“capitalismo global” que ha colocado a la auténtica democracia en el “mercado
de valores” , disponiendo a las personas como criaderos de los fondos buitres de
inversión.
Se compuso la canción “La consciencia” (La conciencia) en el
año 1984, Serrat la incluyó en el disco “Fa vint anys que tinc vint anys” (Hace
veinte años que tengo veinte años). En ella profundiza en las fobias cotidianas
del hombre común.
Nos la endosan desde
la niñez.
Es partidista y desproporcionada.
Complemento del pecado
y del remordimiento.
No nos deja dormir en
paz y nos quita el hambre.
Nos amolda a un guión convencional
donde casi nunca somos protagonistas.
La conciencia, señores,
nos hace esconder en el desván
lo que tendría que
estar en el escaparate.
Habría suficiente con el respeto, la sinceridad
y un poco de benevolencia.
Pero nos cuelgan, sin ninguna necesidad,
el monigote de la conciencia.
Es del todo anticonstitucional.
Fomenta la mentira y enajena.
No nos deja mover
con espontaneidad.
La quintacolumnista
del sistema.
Nos lleva por el camino del pedregal.
No puede evitar pasar factura,
ni de darme en los dedos
cuando estamos cambiando cromos
que a mí me faltan y
tú tienes repetidos.
Desde fuera mandan leyes y reglamentos
y desde dentro ella completa la 'bronca'.
Esto no puede ir bien.
Enseguida se ve que
alguien quiere hacer
entrar el clavo por la cabeza.
¿Qué debe haber detrás de todo esto?
¿Quién nos confunde las necesidades y los vicios?
Liberemos los sentidos
y, como dice la policía,
investiguemos a los
que sacan provecho.
Y nos quejamos de esta clase política, en aquella época también tuvimos un ramillete de políticos de órdago.
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